Cuando Vladimir Putin anunció una movilización parcial de hombres rusos el pasado mes de septiembre, Adam Kalinin —nombre ficticio— tardó una semana en decidir que lo mejor que podía hacer era mudarse al bosque.
Desde el principio, el informático estuvo en contra de la guerra, por lo que recibió una multa y pasó dos semanas detenido después de pegar un cartel que decía "No a la guerra" en la pared de su edificio de apartamentos.
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Así que cuando Rusia anunció el llamamiento de hasta 300.000 hombres para ayudar a darle la vuelta a la guerra que estaba perdiendo, Kalinin no quiso correr el riesgo de ser enviado al frente para matar ucranianos.
Sin embargo, a diferencia de otros cientos de miles de personas, no quería irse del país. Tres cosas lo mantenían en Rusia: amigos, limitaciones financieras y la inquietud de abandonar lo que conoce.
"Irme fuera de lo que conozco habría sido muy difícil", explicó a la BBC Kalinin, que se encuentra en la treintena. "Aquí tampoco es exactamente cómodo, pero, psicológicamente, sería muy difícil salir".
De esta forma dio el insólito paso de despedirse de su esposa y dirigirse al bosque, donde vive en una tienda de campaña desde hace casi cuatro meses.
Utiliza una antena atada a un árbol para acceder a internet y paneles solares para obtener energía.
Ha soportado temperaturas de hasta -11C y subsiste con los alimentos que su esposa le trae regularmente.
Vivir fuera del radar, asegura, es la mejor manera que se le ocurre para evitar ser reclutado. Si las autoridades no pueden entregarle una citación en persona, no se le puede obligar a ir a la guerra.
"Si son físicamente incapaces de agarrarme y llevarme a la oficina de alistamiento, eso es una defensa casi total contra la movilización u otro tipo de acoso".
De alguna manera, Kalinin continúa su vida como antes. Sigue trabajando ocho horas al día en el mismo trabajo, aunque durante el invierno, con luz diurna limitada, no tiene suficiente energía solar para trabajar días completos, por lo que recupera sus horas los fines de semana.
Algunos de sus colegas ahora están en Kazajistán, después de que también se fueran de Rusia cuando comenzó la movilización, pero su conexión a internet a través de una antena de largo alcance atada a un pino es lo suficientemente fiable como para que la comunicación no sea un problema.
Kalinin disfruta de la vida al aire libre, y ha pasado muchas de sus últimas vacaciones acampando en el sur de Rusia con su esposa. Cuando tomó la decisión de mudarse permanentemente al bosque, ya tenía gran parte del equipo que necesitaba.
Su esposa, que visitó el campamento de Kalinin durante un par de días en el año nuevo, juega un papel importante en su supervivencia. Ella le trae provisiones cada tres semanas a un punto de entrega donde pueden verse brevemente en persona. Kalinin lleva luego los suministros a un lugar seguro que visita cada pocos días para abastecerse. Cocina usando una estufa de leña improvisada.
"Tengo avena, trigo sarraceno, té, café, azúcar. No hay suficientes frutas y verduras frescas, por supuesto, pero no está mal", dice.
El nuevo hogar de Kalinin es una gran tienda de campaña de las que se usan para pescar en el hielo. Cuando llegó por primera vez al bosque, montó dos campamentos a cinco minutos de distancia; uno con acceso a internet donde trabajaba, el otro en un lugar más resguardado donde dormía.
A medida que se acercaba el invierno y el clima se volvía más frío, unió las dos áreas para vivir y trabajar bajo un mismo techo.
Recientemente, la temperatura bajó a -11C, más fría de lo que esperaba. Pero ahora que los días vuelven a ser más largos y la nieve comienza a derretirse, planea quedarse donde está.
Aunque Kalinin no ha sido llamado a filas, afirma que la situación cambia constantemente y teme recibir una llamada en el futuro. Oficialmente, los informáticos como Kalinin están exentos del servicio militar obligatorio, pero existen numerosas informaciones sobre exenciones similares que han sido ignoradas en Rusia.
El presidente ruso, Vladimir Putin, anunció la movilización el 21 de septiembre, poco después de la contraofensiva relámpago ucraniana en la región de Járkiv en la que recuperó miles de kilómetros cuadrados de territorio de las tropas rusas.
Putin dijo entonces que la movilización era necesaria para defender a Rusia de Occidente. Pero muchos en el país protestaron y se produjeron escenas caóticas en las fronteras rusas cuando cientos de miles de personas decidieron huir.
El llamamiento a filas tuvo un profundo impacto en Rusia. Hasta entonces, muchos rusos habían podido seguir con sus vidas tal como lo habían hecho antes de la guerra. Es cierto que algunas empresas occidentales desaparecieron y las sanciones dificultaron las transacciones financieras, pero el impacto directo en la sociedad había sido mayormente limitado.
La movilización llevó la guerra a las puertas de muchas familias rusas. De repente, hijos, padres y hermanos fueron enviados al frente con poca antelación, a menudo con equipos deficientes y formación mínima. Si antes el conflicto parecía distante, ahora era casi imposible de ignorar.
Sin embargo, los actos públicos de protesta son poco frecuentes dentro de Rusia, algo que ha sido criticado en Ucrania y en Occidente. Pero Kalinin dice que la gente, con razón, tiene miedo de lo que les pueda pasar.
"Tenemos un Estado totalitario que se ha vuelto muy poderoso. En los últimos seis meses, se han promulgado leyes a un ritmo increíble. Si una persona habla ahora en contra de la guerra, el Estado la perseguirá".
La vida de Kalinin en el bosque le ha dado cierto nivel de popularidad en internet, donde 17.000 personas siguen sus actualizaciones casi diarias en Telegram. Publica videos y fotos de su entorno, su rutina diaria y cómo organiza su campamento. Muchas de las publicaciones son sobre cortar leña.
Kalinin afirma que no se pierde demasiado de su anterior vida. Asegura ser un introvertido al que no le importa estar solo, aunque extraña a su esposa y le gustaría verla más a menudo. Sin embargo, señala que su situación actual sigue siendo preferible a que lo envíen al frente o a prisión.
“He cambiado tanto, que el tipo de cosas que podría haber echado de menos se han ido desvaneciendo”, asegura. “Las cosas que antes parecían importantes ya no lo son tanto. Hay gente en una situación mucho peor que la nuestra”.