Vladimir Putin tiene bien claro que, para controlar la narrativa de la vida pública en Rusia y manejarla a su antojo, debe controlar las redes sociales. No es una novedad: él se ha esforzado por crear leyes que sustenten esta idea que ahora cobra relevancia tras la prohibición de Facebook e Instagram.
Basta con revisar la línea de tiempo que se ubica al inicio de este artículo para dar cuenta de que se trata de una política de Estado. Antes de atacar las armas más poderosas de Meta -el conglomerado de Mark Zuckerberg-, Rusia fue en contra de Pornhub, Linkedin y páginas independientes que denunciaban las malas artes de Putin.
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Y si lo puede hacer es por el evidente desequilibrio en las políticas de las redes sociales en el contexto de la guerra que viene librando el Kremlin con Ucrania.
Según la agencia EFE, Meta decidió que sus usuarios pueden “saltarse sus normas” y escribir mensajes como “muerte al invasor ruso”, siempre y cuando no hagan “amenazas de muerte ‘creíbles’ contra civiles”.
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“Sin embargo, Meta sí permite llamamientos a la muerte del presidente ruso, Vladímir Putin, y de su homólogo bielorruso, Alexander Lukashenko, emitidos desde Ucrania, Polonia y la propia Rusia”.
“Hay dos factores que explican esta situación”, explica Rubens de S. Duarte, especialista en seguridad y coordinador del World Political Analysis Laboratory.
El primero es el más obvio: a Rusia le interesa controlar los flujos de información, verdaderos y falsos, sobre todo durante esta guerra.
Lo segundo a tener en cuenta es la batalla por la información.
“Las redes sociales manejan muchísima información. Estamos hablando de Big Data. Entonces, controlar las redes sociales es una forma de controlar información sobre la población, sus perfiles, intereses, lo que están haciendo”.
Esto último se puede ver con mucha claridad en el caso de Linkedin, que tuvo problemas en Rusia en el 2016. Resulta que el Kremlin exigía que las redes sociales guardaran “información personal sobre sus usuarios rusos”.
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Una aplicación ‘peligrosa’
No es un tema menor. En el 2018, recuerda Duarte, personal militar extranjero que se destacó en algunas bases secretas de Estados Unidos, utilizó la aplicación de deportes Strava.
“The Guardian” sostuvo: “En la provincia de Helmand, Afganistán, por ejemplo, las ubicaciones de las bases de operaciones avanzadas se pueden ver claramente”.
Otro ejemplo: cuando en el 2020, Donald Trump trató de bloquear Tik Tok. Entonces se barajaron problemas de seguridad y se señaló a China -desarrollador de la aplicación- porque, según su legislación, todos los ciudadanos y organizaciones están obligados a “apoyar, ayudar y cooperar con el trabajo de inteligencia estatal”.
Por eso, un año antes, el Pentágono prohibió a sus empleados usarla.
Duarte sostiene: “Ese es un claro ejemplo de porqué se sucede esta batalla por controlar los mensajes y las redes sociales”.
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Un futuro lleno de conflictos
“Es difícil saber hasta dónde llegará Rusia en esta guerra contra las redes sociales, pero creo que puede encontrar otras soluciones”.
Según Duarte, el Kremlin bien podría desarrollar sus propias aplicaciones, tal como lo hizo China con WeChat o Tik Tok, o, simplemente, sumarse a esas.
“En todo caso, creo que la verdadera pregunta es qué tan lejos los poderes de Occidente están dispuestos a presionar a Rusia”.
“Y recuerda que las redes sociales por sí solas están interesadas en tener más poder, más usuarios, y que por eso les conviene que se termine la guerra”.
Ahora, dice Duarte, solo queda esperar a ver cómo estos problemas empiezan a replicarse.
Los casos de Brasil y Alemania
Acaba de suceder en Brasil, por ejemplo. Duarte anota que, como este año son las elecciones presidenciales, hay mucha preocupación por la difusión de noticias falsas en las redes sociales y cómo estas pueden afectar los resultados.
“Luego de las últimas elecciones en Estados Unidos, las empresas de Meta empezaron a tomar medidas para luchar contras las noticias falsas. Todo es muy superficial, pero es un inicio”.
Quien no se sumó a estas iniciativas fue Telegram, hasta que un juez brasileño decidió bloquearlo la semana pasada.
“Y ahí fue que empezó la discusión de cómo crear un balance entre pelear contras las fake news para crear una sociedad mejor, pero también cómo respetar el derecho a la opinión de otros”, acota Duarte.
Sucedió lo mismo, a inicios de este año, en Alemania. Allí, la ministra del Interior, Nancy Faeser, sostuvo que barajaban la posibilidad de cerrar Telegram por la falta de moderación a los comentarios que fomentaban el odio, avivados por grupos de extrema derecha.
“Y esto recién está comenzando”, concluye Duarte, y el VPN podría no ser suficiente para que una gran masa de gente evite los bloqueos.
En el caso de Rusia, todo indica que la situación empeorará. Escribe AFP que, la semana pasada, el “Roskomnadzor, acusó también al gigante estadounidense Google y a su servicio de vídeo YouTube de actividades ‘terroristas’, un primer paso hacia un posible bloqueo”.
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