Un militar ucraniano hace guardia cerca de un almacén en llamas alcanzado por un proyectil ruso en los suburbios de Kiev el 24 de marzo de 2022.
(FADEL SENNA / AFP)
Un militar ucraniano hace guardia cerca de un almacén en llamas alcanzado por un proyectil ruso en los suburbios de Kiev el 24 de marzo de 2022. (FADEL SENNA / AFP)
Agencia EFE

Con más de diez millones de desplazados y miles de civiles muertos, cumple un mes desde la invasión rusa con una situación desigual: una relativa normalidad se asienta en ciudades occidentales como Leópolis, mientras Mariúpol, en el sureste, soporta un duro asedio y resiste pese a la cercanía de tropas rusas.

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Los combates directos se concentran en la mitad este del país y en las últimas horas el Ejército ucraniano ha detectado un incremento de las operaciones militares rusas en Kiev, Chernigov y Jarkov, que son ahora los principales objetivos, según un portavoz militar, junto con la estratégica Odesa en el sur.

Con motivo del primer mes de enfrentamiento bélico, desde que tropas rusas entraran en Ucrania el 24 de febrero, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, pidió al mundo que se levante “contra la guerra en respaldo a Ucrania, la paz y la liberad” y llamó a la unidad de toda Europa, en un videomensaje desde las calles de Kiev, con su habitual chándal verde olivo.

Kiev resiste

En la capital, el Ejército ucraniano ha aumentado la presión en el noreste de la ciudad sobre las fuerzas rusas, que “enfrentan problemas de suministro y moral”, según el Ministerio de Defensa británico, que cree que las tropas de Ucrania han retomado Makariv y Moschun, a las afueras.

La reportera rusa Oxana Baulina, del medio opositor The Insider, murió anoche en un bombardeo contra un centro comercial en el distrito kievita de Podolsk, -además de un civil- mientras ejercía su trabajo, séptima periodista que muere en esta guerra.

En la costa del mar de Azov, las tropas rusas mantienen el cerco sobre Mariúpol, donde se calcula que unas 100.000 personas permanecen sitiadas, encerrados en refugios ante los continuos bombardeos; y su alcalde estima las víctimas mortales en más de 3.000 civiles, un desastre humanitario de proporciones todavía desconocidas.

“Ahora en Mariúpol es muy peligroso. La gente allí no tiene nada, no tiene casa, no tiene agua, comida, electricidad, o internet. Nada”, resume a Efe Alla, de 32 años, que hoy consiguió llegar en tren a Leópolis, en el oeste de Ucrania, después de cinco días de trayecto desde que logró salir de su ciudad.

En el continuo trajín de gente que se ha convertido la estación de tren de Leópolis -convertida en la retaguardia y refugio de miles de ucranianos-, Alla espera conseguir billete para un nuevo tren que la sacará del país, acompañada de su hija y su perro, con destino a Viena, desde donde volará a Chipre porque allí una amiga cercana les dará cobijo.

Alla ha dejado en Mariúpol a sus padres, demasiado mayores para emprender ese largo viaje, y a su marido, que no puede abandonar el país por estar en edad de reclutamiento militar, “agazapados en sótanos porque los ataques no cesan sin ningún contacto con el exterior, ni idea alguna de qué ha pasado en las últimas semanas”.

Leópolis recupera la normalidad

Aunque se ha ralentizado el flujo de trenes que llegan a Leópolis con gente que huye de la violencia, la estación central de la ciudad todavía recibe diariamente una decena de convoyes con miles de personas, procedentes no solo de Mariúpol, sino también de Zaporiyia, Jarkov, Lugansk o Kiev.

Para muchos, Leópolis es solo una escala antes de cruzar la frontera por Polonia -por donde ya han salido unos 3,5 millones de ucranianos en un mes- mientras que unas 200.000 personas permanecen evacuadas en colegios, polideportivos y otros edificios públicos de la ciudad.

Fuera de los alrededores de la estación de tren -donde se mantienen las carpas de numerosas ONGs-, Leópolis se asemeja cada vez más a una ciudad normal, con mucho tráfico, todos sus establecimientos abiertos, las cafeterías llenas y sus ciudadanos recuperando su vida cotidiana, con la amenaza de la guerra cada vez más lejana, sin que las sirenas antiaéreas hayan sonado en las últimas 24 horas.

“Sí, aquí ya hay vida normal, aunque las sirenas suenan alguna vez”, indicó a Efe Alina, una voluntaria de Cruz Roja que ayuda a los miles de ucranianos que todavía llegan diariamente a la estación y confía en que Leópolis permanezca alejada del frente de batalla.

El alcalde de Leópolis, Andrii Sadovyi, indicó hoy en rueda de prensa que es importante que los negocios de la ciudad estén abiertos y la economía funcionando, para dar empleo a los miles de ucranianos del este que se refugian en la capital cultural de Ucrania.

El Ayuntamiento inauguró está misma semana un centro de búsqueda de empleo para los miles de desplazados internos y está en conversaciones con empresas de construcción nacionales, así como de Turquía y Alemania, para acometer nuevos proyectos y evitar una crisis de vivienda en la ciudad.

“Instamos a las constructoras a que retomen su actividad porque la gente aquí necesita algo más que cobijo temporal”, señaló el alcalde, quien ha asumido que a estos compatriotas desplazados les llevará tiempo volver a sus hogares al tratarse ésta de una “guerra de largo recorrido”.

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