Después de meses de ocupación y combates, los habitantes de Izium mostraron su “felicidad” ante la llegada de las tropas ucranianas, que en su contraofensiva desalojaron de aquí a las tropas rusas.
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El domingo de mañana, Nadia Nesolena, de 61 años, estaba en la calle cuando los primeros soldados ucranianos entraron en esta ciudad que contaba con 50.000 habitantes antes de la guerra, y se había convertido en un punto clave para la logística y el aprovisionamiento de las tropas rusas.
“Los recibimos con lágrimas en los ojos. Llevábamos meses esperándolos. Estamos muy felices”, cuenta a AFP en una colina de la ciudad, donde se encuentra la única antena que permite captar la red con los teléfonos celulares.
La ocupación rusa “fue muy difícil pero tuvimos la suerte de disponer de una casa con un sótano y comida”, cuenta Nadia.
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“Todo lo malo acaba”
En la misma colina, Yuri Kurochka, de 64 años, dice que no encuentra palabras para expresar su alegría.
“Todo lo malo acaba”, dice este hombre que subió a la colina para llamar a sus familiares, refugiados en Kyiv y Kharkiv desde marzo, cuando la llegada de las tropas invasoras rusas.
A las tropas ucranianas les grita: “no se vayan más, por favor. ¡No nos dejen aquí con estos rusos!”
En esta ciudad del noreste de Ucrania, evacuada la noche del sábado por los últimos soldados rusos que huían de la contraofensiva ucraniana, podía verse el domingo una enorme columna de humno blanco.
El depósito de municiones rusas que explotó el sábado, antes del regreso de las tropas ucranianas, todavía ardía este lunes.
Grigori Pivovar, de 61 años, también vio a los soldados ucranianos este domingo. “Teníamos lágrimas en los ojos. Qué felicidad ver venir a nuestros chicos”.
El hombre también agradeció poder salir al aire libre y pasearse por la ciudad, casi desierta, con su hijo adolescente, Kirilo.
Varios habitantes de Izium relataron a AFP que muchos de sus vecinos prorrusos se dirigeron al este, antes incluso de la retirada de los soldados del Kremlin. Según Moscú, miles de personas fueron acogidas en Rusia en los últimos días.
Los seis meses de combates en esta ciudad cercana del frente, en la región de Kharkiv, y ocupada desde la primavera por las tropas rusas, han dejado huella.
Casas, edificios, tiendas, un templo religioso, dos puentes y una escuela resultaron destruidos por las explosiones, constataron reporteros de AFP.
En el edificio del ayuntamiento, calcinado, la bandera ucraniana ha vuelto a ondear, y en las calles patrullan los soldados.
A un lado de las carreteras siguen abandonados decenas de vehículos militares rusos, reconocibles por la letra Z, símbolo de las fuerzas ocupantes. Y por el camino, cráteres, árboles quemados, pedazos de proyectiles y municiones no usadas.
Al tomar el fin de semana esta importante ciudad, en la carretera entre Kharkiv y el Donbás, los ucranianos rompieron el cerco ruso sobre la parte de esta cuenca industrial controlada por Kyiv.
Un “regalo” para los rusos
No muy lejos de aquí, en un pueblo recién recuperado a las fuerzas rusas, los obuses y las municiones de todo tipo se acumulan en varias casas.
“Les enviaremos estas municiones de regalo, por el aire”, dice entre carcajadas el soldado “Tank”, encargado de supervisar este material.
En el pueblo, “Tank” y los hombres de su unidad encontraron armas, ropa militar, chalecos antibalas y raciones de comida.
“La comida rusa no nos la comemos, no está buena”, dice en tono de broma.
Al llegar el domingo de mañana, su primera tarea fue desminar el pueblo y desactivar los artefactos explosivos dejados por el ejército ruso, explican a AFP.
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