En Riga, la capital de Letonia, un obelisco dedicado a la toma del país por parte del ejército soviético en 1944 fue derribado la semana pasada. Cayó sobre un estanque en un parque, en medio de la ovación de la gente.
Días antes en Estonia, una réplica de un tanque soviético con la estrella roja comunista fue retirado con grúas y llevado a un museo, uno de hasta 400 objetos que serán removidos. Y en Polonia, Lituania y la República Checa, los monumentos al Ejército Rojo están siendo retirados desde hace meses, una purga tardía de lo que muchos consideran símbolos de la opresión del pasado.
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La guerra de Rusia contra Ucrania ha renovado el impulso para eliminar los monumentos soviéticos restantes en las naciones que recuperaron su soberanía frente a Moscú hace más de tres décadas. Estos países, que hoy forman parte de la OTAN y la Unión Europea, han expresado su firme respaldo a Ucrania.
Al final de la era comunista, cuando Letonia, Lituania y Estonia recuperaron su independencia de la Unión Soviética, y Polonia y sus vecinos rechazaron el comunismo apoyado por Moscú, esas naciones comenzaron a cambiar los nombres a las calles y a retirar los símbolos más odiados, como estatuas del fundador de la Unión Soviética, Vladimir Lenin, y de otros jerarcas comunistas. Muchas de estas reliquias están ahora en museos.
En Varsovia, las autoridades derribaron en 1989 un monumento dedicado a Felix Dzerzhinsky, un aristócrata polaco que organizó a la policía secreta soviética después de la Revolución Bolchevique de 1917. Bajo su mando, la Cheka —predecesora de la KGB— fue responsable de una ola de terror.
Tales cambios se dieron tras las reformas de Mijaíl Gorbachov, el último gobernante soviético, quien falleció el martes en un hospital en Moscú a los 91 años.
Pero los monumentos dedicados a los soldados soviéticos o a su participación en la derrota de la Alemania nazi permanecieron en muchos lugares, y eran vistos con indiferencia o con respeto en memoria de los soldados que murieron combatiendo al brutal régimen de Adolf Hitler.
Sin embargo, la guerra en Ucrania ha avivado los recuerdos de que algunos de esos soldados también violaron a mujeres locales y perpetraron otros crímenes de guerra.
Krista Sarv, directora de investigación del Museo Estoniano de Historia, dijo que después de que las estatuas de Lenin y otros jerarcas comunistas fueron derribadas en la década de 1990, la gente comenzó a ignorar en gran medida los demás monumentos. Pero los puntos de vista cambiaron después de la invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero, y ahora los monumentos suponen un “fuerte grito sobre la ocupación y la anexión”.
Karol Nawrocki, titular del Instituto de la Remembranza Nacional de Polonia —que supervisa el retiro de los monumentos_, dice que “ante nuestros ojos, la historia se ha vuelto una experiencia viva”.
”Vestidos con uniformes de la Federación Rusia, con Lenin y Stalin en sus mentes y corazones, los soldados rusos ‘liberan’ a Ucrania asesinando a mujeres y niños, y matando a soldados”, manifestó Nawrocki.
”Seamos claros: No hay lugar en los espacios públicos polacos para ninguna conmemoración del régimen comunista totalitario y su pueblo”, agregó.
Una ley de descomunización de 2016 ya establecía una purga de símbolos y nombres comunistas, pero algunas municipalidades no tenían recursos para ponerla en marcha, así que el instituto intervino para ayudar. Desde febrero, el instituto polaco ha identificado 60 monumentos que deben ser retirados y ha quitado más de 20.
En Lituania, varios monumentos soviéticos han sido retirados desde principios de año con escasas protestas. Pero en Letonia y Estonia, que tienen una considerable minoría rusa, el retiro de los monumentos ha generado intensas emociones, y tanto los rusos locales como el gobierno ruso lo consideran un insulto a sus héroes de guerra.
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Dmitry Prokopenko, un letón de habla rusa opuesto al retiro del obelisco de Riga, dijo que sus abuelos combatieron y un bisabuelo murió en la lucha “por la libertad contra los nazis”. Para Prokopenko, el monumento era un homenaje a su sacrificio.
”Letonia es tierra donde letones y rusos viven juntos”, dijo. “Creo que una parte del Estado, una parte del país, debería respetar también los derechos de la otra parte”.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia emitió el martes un largo comunicado en el que criticó la demolición de los monumentos soviéticos en los países bálticos, calificó esos hechos de “bárbaros”, y amenazó a Letonia, Lituania y Estonia con la adopción de medidas de represalia.
En una aparente bofetada a Polonia, Bielorrusia arrasó la semana pasada un mausoleo que contenía tumbas de soldados polacos caídos en la guerra.
Las autoridades polacas declararon esa acción como bárbara dado que Polonia tiene una política de no perturbar las tumbas de los soldados soviéticos. Rafal Leskiewicz, historiador en el instituto polaco de la remembranza, explicó que “como cristianos, tratamos las tumbas como tierra sagrada. No importa quiénes se encuentren en las tumbas”.
En algunos casos, la gente local contribuyó a mantener los monumentos dedicados al Ejército Rojo por su papel en la derrota de la Alemania nazi. Algunos temen que se borre la memoria histórica, o ven un agravio a sus propios ancestros que lucharon al lado de los soviéticos.
En la ciudad de Gdansk, en el norte de Polonia, hay un encendido debate sobre un tanque soviético T-34 en la Avenida de la Victoria, y la ciudad ha decidido no retirarlo. El comandante del tanque era un teniente polaco, y los soldados polacos tuvieron una participación clave en liberar a la ciudad de los nazis.
En una carta abierta, dos descendientes de soldados polacos que pelearon en la guerra manifestaron su indignación por el retiro de los monumentos.
Recordaron que soldados polacos murieron peleando con los soviéticos para liberar a Polonia de los nazis, y que tras la victoria soviética se recompensó a Polonia con amplios territorios y ciudades como Gdansk y Breslavia que pertenecían a la Alemania derrotada. También destacaron que el Ejército Rojo fue el que liberó a Auschwitz, Majdanek y muchos otros campos de exterminio nazis.
”Sin la victoria de los soldados polacos y soviéticos en mayo de 1945, Polonia quizá no existiría para nada”, dice la carta firmada por Pawel Dybicz, editor de una revista, y August Grabski, un historiador.
Pero muchos otros polacos subrayan que la Segunda Guerra Mundial estalló después de que la Unión Soviética y la Alemania nazi acordaran en secreto en 1939 repartirse Polonia y los Estados bálticos. Sólo hasta después de que Alemania traicionó e invadió la Unión Soviética fue que el Ejército Rojo comenzó a combatir a los alemanes.
Incluso antes de la guerra en Ucrania, los monumentos han sido fuente de tensiones.
En 2007, la reubicación de un monumento de la Segunda Guerra Mundial dedicado a un soldado del Ejército Rojo en Tallín, Estonia, causó disturbios durante varios días.
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En 2013, un artista colocó una estatua que describía a un soldado soviético violando a una mujer embarazada al lado de un tanque en Gdansk. La escultura no autorizada fue retirada de inmediato. Después de que Rusia invadiera Ucrania, otro artista cubrió el tanque con una enorme bandera ucraniana para protestar contra lo que describió como la “tiranía” del presidente ruso Vladimir Putin.
En marzo, mientras Polonia elaboraba un calendario para retirar los monumentos soviéticos, un habitante de la ciudad norteña de Koszalin tomó el asunto en sus manos. Condujo una excavadora hasta un cementerio y derribó la estatua de un soldado soviético siendo abrazado por una niña.
Nawrocki asegura que el retiro oficial de monumentos soviéticos en Polonia avanza a “un ritmo muy veloz, aunque es un asunto que debió haberse resuelto hace mucho tiempo”.
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