Estados Unidos sostiene que Vladimir Putin es engañado por su círculo más cercano. El presidente ruso sería víctima de la desinformación causada por sus propios asesores, siendo la prueba más concluyente el mes de guerra contra Ucrania y la ausencia de resultados contundentes.
“Sus principales asesores tienen miedo de decirle la verdad”, sostuvo ayer Kate Bedingfield, directora de Comunicación de la Casa Blanca. Ni le dan cuenta del mal desempeño de su ejército ni de los golpes a la economía, asegura el Gobierno de Joe Biden.
LEE TAMBIÉN
John Kirby, vocero del Departamento de Defensa, se sumó. Frente a las cámaras agregó que esta situación le genera “un poco de inquietud”.
“Si no está completamente informado, ¿cómo sus negociadores van a llegar a un acuerdo que sea duradero?”, dijo Kirby.
Eso sí, el mismo Kirby aseguró que Estados Unidos “no tiene acceso a toda la información que se le ha dado [a Putin] ni a todas las conversaciones que ha tenido”, lo que abre la puerta a perspicacias.
¿Las conclusiones de EE.UU. tienen asidero en la realidad o habría que dudar de ellas? ¿Se trata de una jugada de Washington en la guerra de la información?
La propaganda funciona
“Hay que tomar esta información con pinzas -opina el analista argentino Hernán Molina sobre las dudas de la veracidad de lo compartido por Estados Unidos-. Pero debemos tener en cuenta que hay otros medios que están reporteando asuntos similares, que Putin está aislado, que le habrían hecho creer que la operación iba a ser rápida”.
TAMBIÉN EN MUNDO
Habría que pensar también que la confianza del mandatario ruso respondió también a su trabajo en los últimos años. “No te olvides que sostuvo reuniones privadas con Donald Trump y que el mismo Trump hizo todo lo posible para deshacer la OTAN”.
Ni hablar de los hackeos y otras mañas para hacer temblar la posición de Occidente.
Aun así, Molina se inclina por un lado: es muy probable que Putin no haya estado bien informado. Tendría sentido si se toma en cuenta que él gobierna con mano dura y no acepta desafíos de ningún tipo. Si a ello se le suma que en Rusia “hay miedo” porque “no existe el Estado de derecho”, los periodistas no van a intentar destapar o fiscalizar al Gobierno a menos que quieran terminar en la cárcel o ser envenenados.
“Es como en los años de la Rusia zarista. Rasputín era el gran asesor y nadie se atrevía a contradecirlo, por más que todos conocieran los problemas”.
En ese contexto, Molina interpreta el silencio del Kremlin como una forma en la que se cumple al pie de la letra la estrategia propagandística.
“Responder es darle cabida al tema. Y si fuera esa la decisión, ¿qué podrían decir? ¿Que no lo están engañando? En crisis comunicacionales, hay asuntos que se responden vehementemente y otros que se ignoran porque hay que instalar el foco en lo que uno sí puede explicar”.
Eso explicaría, en parte, el aumento de la popularidad de Vladimir Putin. Según Levada, un instituto ruso independiente, desde el inicio de la guerra contra Ucrania, Putin “ganó 12 puntos de popularidad con respecto a febrero”, alcanzando la aprobación del 83% de rusos.
Molina recuerda: “Yo crecí en la dictadura militar de Jorge Videla, durante la Guerra de las Malvinas. Los medios nos contaban que íbamos ganando la guerra y todo el mundo lo creyó. Cinco días más tarde, la perdimos”.
“Generalmente, la información está manejada para lograr ciertos objetivos, y, en este caso, debe funcionar para alabar a Putin, para aplacarlo. Pero los hechos están mostrando la diferencia entre el relato y lo que realmente está pasando”.
Desconfía y acertarás
El analista y profesor en UCLA, Octavio Pescador, recuerda que este conflicto se está librando en tres frentes: el militar, el económico y el mediático-político. Basta con observar dichos escenarios para notar la asimetría entre los involucrados en la guerra.
Por ejemplo, militarmente, Rusia es muy superior a Ucrania, en tanto que Occidente ha preferido no involucrarse de manera directa. Económicamente, Occidente es el gigante, a diferencia del Kremlin -que no representa a una potencia en este aspecto- y el pequeño mercado ucraniano.
Lo que atañe a lo mediático-político también es asimétrico porque no se conocen los verdaderos intereses de Putin (¿cómo explicar que todavía no hayan resultados en las negociaciones, siendo que Ucrania ya está dispuesto a ceder?) y se han bloqueado los canales de comunicación entre ambas partes.
“En Occidente tenemos nuestra versión de la guerra, y en Rusia se maneja otra. Aquí existe el respaldo de casi todo el mundo y se habla de una agresión no provocada, y por eso se empezó a avasallar al Kremlin”.
“¿Y qué hizo Rusia? De inmediato, cerró las fuentes que informaban a su país. Eso explica que Putin sea un presidente popular, a pesar de que la guerra le está costando mucho al pueblo”.
A ello se le suma la idiosincrasia rusa. “Es un pueblo que entiende el sacrificio como una gesta heroica. El sacrificio económico de la sociedad es análogo a la valentía de sus fuerzas armadas”.
Así, no importa lo fuerte que suenen las denuncias de Occidente: muy difícilmente se escucharán en Rusia.
Con respecto a las revelaciones que comparte Estados Unidos sobre la desinformación en la cúpula del Kremlin, Pescador propone desconfiar. “La hipótesis de que toda la información de inteligencia es correcta, no es cierta. Hubo veces que fue falsa. Recuerda el caso de Iraq, cuando se habló de armas de destrucción masiva”.
“Es válido desconfiar en la información que ofrecen los servicios de inteligencia rusos o de Estados Unidos. Habría que pensar, por un lado, que esa información está deliberadamente diseminada para generar nerviosismo, desconfianza en el círculo de confianza de Putin”.
“Pero, ¿qué tal si la inteligencia rusa planeó sembrar cuatro o cinco ideas? La de ahora puede ser información falsa provista por agentes dobles”.
Se revela entonces el gran dilema de esta guerra. “Para ganar el discurso, primero hay que saber qué es lo que quiere el enemigo”, concluye Pescador. Y todo apunta a que Putin todavía no revela sus verdaderas intenciones.