Su nombre está ligado al de José Mourinho, Didier Drogba y los títulos de Champions League del Chelsea FC en el 2012 y el 2021. Por eso resulta tan extraño ver ahora a Roman Abramovich, hasta hace poco dueño del club inglés, como parte de quienes negocian el término de la guerra entre Rusia y Ucrania.
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Y no es lo único que llama la atención. Según el Wall Street Journal, el 3 de marzo, Abramovich mostró síntomas de envenenamiento. “Ojos rojos, lagrimeo constante y doloroso, y descamación de la piel de la cara y las manos”, escribió el medio. Reuters, luego, desmintió la versión y sostuvo que se trató de una reacción al ambiente.
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¿Qué hizo el millonario para convertirse en un objetivo? ¿Cómo terminó siendo parte de las mesas de negociación? La respuesta se podría encontrar en sus relaciones con el Kremlin y especialmente con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
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Viaje al pasado
1966. Roman Arkadyevich Abramovich nace en Sarátov, ciudad rusa ubicada muy cerca de Ucrania. Sus dos primeros años de vida están marcados por las muertes de su mamá Irina (por envenenamiento en la sangre) y su papá (accidente con una grúa de construcción), y la mudanza con unos tíos de pocos recursos.
Termina el colegio y trabaja como mecánico, hasta que consigue enlistarse en el Ejército Rojo. Más adelante, vende juguetes de plástico, desodorantes y perfumes, aprovechando que el entonces jefe de Estado de la URSS Mijaíl Gorbachov abre la economía soviética al mundo.
“La Tercera” cuenta que, para 1995, Abramovich ya es dueño de un capital importante y tiene vínculos con personas del ambiente privado del expresidente ruso Boris Yeltsin. En ese contexto, compra varias acciones devaluadas de la petrolífera Sibneft, negocio que daría sus frutos más adelante, cuando las vende al gigante estatal Gazprom.
En 1999, recuerda el medio, es elegido gobernador de la provincia de Chukotka. Sobre su incursión en política, el portal TN señala que, al aparecer Vladimir Putin en el mapa, Abramovich toma distancia de Yeltsin y se alinea con el nuevo presidente ruso. La gobernación habría sido una forma de agradecimiento.
El nuevo siglo lo haría seguir diversificando sus negocios, siendo el 2003 el año en el que salta a la fama mundial por la compra del Chelsea.
Te alineas o te arresto
Convertido en un magnate, Abramovich comprendió rápidamente que, en la Rusia de Putin, debía desvincularse de la política. De no hacerlo, pagaría las consecuencias.
“Para ser un oligarca en Rusia, tienes que alinearte con el gobierno, a no ser que tu capital esté en el extranjero”, opina Enrique Banús, director del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Piura.
“Si te alejas de Putin o planteas una alternativa política que se le oponga, te irá mal. Te pueden empezar un juicio falso para meterte a la cárcel”.
Ejemplos abundan. En el 2003, el millonario petrolero Mijaíl Jodorkovski fue arrestado. “El País” cuenta que fue por romper el “pacto implícito establecido por el presidente” con “los oligarcas económicos según el cual los grandes empresarios sólo deben dedicarse a los negocios”.
Jodorkovski desafió a Putin, y este, a través de la fiscalía, le respondió incautando la mayoría de sus acciones.
También vale la pena mencionar el caso de Boris Berezovsky. Según la BBC, mantuvo una relación tensa con Putin por lo que se exilió al Reino Unido desde el 2000. Berezovsky sobrevivió a varios atentados contra su vida, hasta que, en el 2013 fue hallado muerto en su casa.
Y, a finales del último febrero, otro par de oligarcas también rompieron con Putin. Mikhail Fridman y Oleg Deripaska pidieron el fin de la guerra para evitar el “caos económico” y terminar las sanciones de Occidente en contra suya. Actualmente, Fridman -quien vive en Londres- no tiene acceso a su dinero.
Por eso es que lo de Abramovich llama la atención. Ahora que los paquetes de sanciones económicas le arrebataron la propiedad del Chelsea, aparece como negociador entre Rusia y Ucrania, y viaja a Moscú, Kiev, Estambul y Varsovia, siguiendo de cerca las conversaciones.
“¿Por qué lo hace? No lo sabemos. Quizás se dio cuenta de que la guerra es una locura, o quizás sea una forma de evitar las sanciones y ser aceptado por la comunidad”, dice Banús.
“Es posible que estos oligarcas vayan cambiando su posición, algo no menor. Ellos representan gran parte del PBI ruso y, si giran hacia Occidente, Putin tendría que empezar a ver qué hacer”.
¿Y el supuesto envenenamiento? Consultado por CNN, el vocero de Abramovich evitó los comentarios. Lo que sí se sabe es que el oligarca no es un interlocutor oficial del Kremlin, pero sí se le reconoce como un facilitador entre las partes.