Chaikovski compuso aquí una de sus primeras sinfonías, pero las tropas rusas dejarán un recuerdo mucho más doloroso en la ciudad de Trostyanets, en el noreste de Ucrania, que salió esta semana aturdida y parcialmente destruida tras un mes de ocupación rusa.
Tras tres días de intensos bombardeos, las fuerzas ucranianas expulsaron el fin de semana a los soldados rusos de esta ciudad de casi 20.000 habitantes, conocida por una estancia estival del famoso compositor ruso en 1864, y hoy por su fábrica de chocolate, la mayor del país.
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“Fue un bombardeo desde toda partes. En la noche del 25 al 26 [de marzo], se fueron” dice Pavlo, que pasó casi un mes refugiado en su casa, cerca de la estación de Smorodino, donde se encontraba la mayor parte del contingente de Moscú.
Eran según él rusos, chechenos y ucranianos del Donbás separatista, “los más crueles, que expulsaron a la gente para instalarse en sus casas”.
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En un mes de ocupación, escondido en su sótano, Pavlo dice que vio, o más bien lo oyó, todo, los rusos entrando en Trostyanets, sus acciones en las calles, “las bombas y los Grad [cohetes] volando...”.
Chatarra para hacer munición
Tres días después del asalto, la plaza frente a la estación muestra los restos de un campo de batalla.
Una docena de tanques, camiones cisterna y otros vehículos blindados, destruidos o carbonizados, yacen alrededor de la plaza devastada.
La estación de autobuses cercana, las tiendas que albergaban a los soldados rusos y sus armas están en ruinas, y se ven cajas de madera para munición por todas partes.
“Nuestros militares tuvieron puntería, con drones o lo que sea. Es bonita toda esta chatarra quemada, vamos a hacer mucha munición para nuestro ejército”, se alegra Pavlo, que viene con su moto a ver los daños.
“Era muy peligroso caminar por aquí (...). Detenían a la gente, robaban teléfonos para llamar a casa”, recuerda. Él rara vez iba a casa de su hija, siempre “por caminos indirectos” para evitar a los soldados rusos.
Trostyanets, a 100 km al noroeste de Kharkiv, la segunda ciudad del país, está también a unos 30 km de la frontera rusa, desde donde aparecieron los tanques de la 4ª División Blindada “Kantemirov” en las primeras horas de la invasión del 24 de febrero, según los ucranianos.
“La gente tiene hambre”
No hubo resistencia rusa, se fueron sin luchar o casi sin luchar, según múltiples relatos. Su cuartel general en la estación está lleno de uniformes abandonados, raciones estampadas con la estrella rusa y comida podrida.
En este sector, que parece un vertedero, los servicios de desminado se dedican a neutralizar las municiones sin explotar y a clasificar las que aún son utilizables.
Para los militares ucranianos, es una ocasión de recuperar todo tipo de material. Muchos están inspeccionando los motores o rebuscando bajo los chasis de los camiones Kamaz abandonados.
No se ven cadáveres rusos en la ciudad. La columna de blindados dejó atrás minas y trampas explosivas en los bosques y campos circundantes, que dejaron una persona muerta el lunes, dijo un socorrista.
Para los habitantes, a los que se ve cargando bolsas llenas de provisiones, la emergencia es abastecerse. Todavía no ha reabierto ninguna tienda.
Decenas de personas mayores, con caras serias y sombreros, hacen cola ante la escuela de música Chaikovski, junto al museo del mismo nombre, para recoger algo de comida.
“La gente tiene hambre”, dice Katerina, de 18 años, que acudió con su madre a una distribución de alimentos en una iglesia baptista.
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