Este jueves 6 la Unión Europea adoptó un nuevo paquete de sanciones contra Rusia en respuesta a la anexión de las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Khersón y Zaporiyia mediante una serie de referéndums que han sido calificados como una “farsa” por Occidente.
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Según comunicó la Comisión Europea, esta nueva tanda de restricciones buscará mellar la capacidad militar del Kremlin con la intención de frenar la invasión lanzada por Vladimir Putin el 24 de febrero.
Se trata del octavo paquete de sanciones occidentales contra Rusia desde que empezó la guerra en Ucrania. Las nuevas medidas anunciadas consisten, en resumen, en lo siguiente:
- Prohibir las importaciones de diferentes productos rusos al territorio europeo.
- Restringir las exportaciones de tecnología utilizada en los sectores de aviación, electrónica y de sustancias químicas.
- Ampliar la lista negra de responsables de la guerra, incluyendo a militares de alto rango, instituciones, empresas (como la fabricantes de armas Kalashnikov Concern o la compañía que imprime los pasaportes en los territorios anexados JSC Goznak) y otras personas vinculadas a las anexiones.
- Prohibir a los ciudadanos europeos formar parte de los consejos de administración de empresas públicas rusas.
- Fijar junto al G7 un tope al precio del petróleo ruso, prohibiendo el transporte del mismo a países no pertenecientes a la Unión Europea si supera el límite fijado.
La decisión europea se informó y entró en vigencia este mismo jueves luego de que 44 líderes del Viejo Continente se dieran cita en el foro de la naciente Comunidad Política Europea en Praga (República Checa).
Pese a haber votado a favor de la medida, sin embargo, el Gobierno Húngaro aseguró posteriormente que las sanciones contra Rusia deben ser repensadas.
La postura húngara
“Hay que repensar las erróneas políticas de sanciones de Bruselas ya que no han cumplido con las esperanzas”, señaló el primer ministro húngaro Viktor Orban al expresidente checo Vaclav Klaus en una reunión al margen de la cumbre de líderes europeos, reportó la agencia EFE.
Las razones expuestas por Orban apuntan a que “la guerra no ha terminado aún, pero los precios en Europa se han disparado, mientras que Rusia gana mucho dinero con esta situación”.
Hungría ocupa una compleja posición dentro del mapa europeo durante la situación actual. Marcando prácticamente la frontera entre la Unión Europea y Rusia, el Gobierno Húngaro ha buscado equilibrar un discurso que mantenga felices a ambos lados.
“Aquellos que son más grandes y fuertes que nosotros, y que están mucho más lejos de Rusia, definitivamente no entienden nuestra situación. En nuestro caso, en Europa Central, Rusia es una realidad. Nosotros no somos una potencia nuclear a un océano de distancia. Si lo fuésemos tendríamos una posición diferente, pero estamos en el mismo vecindario. Eso determina nuestra situación política”, explicaba el canciller húngaro Péter Szijjártó a El Comercio durante una entrevista realizada a mediados de setiembre.
En el caso húngaro, tanto la guerra como las sanciones han provocado serias consecuencias tanto sociales como económicas. Por un lado, el conflicto provocó el éxodo de más de un millón de refugiados ucranianos hacia el lado húngaro, sobrepasando la capacidad de acogida en dicho país.
Por otro lado, las medidas económicas europeas han repercutido en la economía húngara debilitando el valor del forinto y llevando a la inflación por encima del 15% interanual en agosto.
¿Están sirviendo o no?
Desde el anuncio del primer paquete de sanciones contra Rusia —histórico por su misma naturaleza— una gran pregunta comenzó a girar en torno: ¿funcionará realmente?
Para elaborar una respuesta precisa hace falta analizar la situación desde diferentes ángulos.
Por un lado, podríamos decir que las sanciones no han detenido el conflicto, que el 24 de octubre cumplirá ya ocho meses.
Tampoco se puede decir que la economía rusa se ha desplomado por completo, por lo contrario el rublo se ha conseguido posicionar como la divisa con mejor rendimiento a nivel global y las empresas locales han visto al mercado nacional abrirse ante la salida de corporaciones internacionales.
Además, Moscú ya negocia con China la construcción de un nuevo gasoducto que convertiría al gigante asiático en su principal cliente de gas en reemplazo de la Unión Europea.
Sin embargo, esta supuesta resistencia rusa también podría resultar una breve ilusión a puertas de cambiar. Según proyecciones del Banco Mundial, el PBI ruso caerá en un 11,2% este año. Incluso cálculos más optimistas como los del Fondo Monetario Internacional calculan la misma caída entre un 6% y 8,5%.
El Consejo Europeo, por otro lado, cita cifras del Banco Mundial para indicar que las importaciones y las exportaciones rusas caerán en un 35,2% y 30,9% hacia fines de año; mientras que la inflación se calculará en un 22%.
Por otro lado, queda evaluar cuál será el efecto que tendrá el tope impuesto al precio del petróleo ruso, una de las principales fuentes de financiamiento para el Kremlin.
El Comercio consultó con dos analistas internacionales su opinión sobre la efectividad de las sanciones impuestas contra Rusia en el marco de la guerra, y estos fueron sus comentarios.
“Van a tener efecto a mediano plazo. Si el objetivo era impedir que Rusia continuara con la guerra evidentemente no han tenido impacto, pero sí están debilitando fuertemente a Rusia, que ya está teniendo problemas para la producción de armamento, debido a que no pueden importar chips desde Occidente. Los autos, por ejemplo, ahora se producen sin ‘air bags’ por falta de piezas. Es verdad que Rusia ha recibido mucho dinero por la exportación de petróleo y gas, la economía aún no se ha desplomado pero está en serios problemas porque el valor del rublo se está manteniendo a un costo muy alto. Otro problema es que el país está perdiendo a mucha gente valiosa, no solo ahora sino desde que empezó la guerra, pues partieron personas muy capacitadas. Las sanciones sí están afectando a Rusia, aunque eso no haya impedido a Putin continuar con la guerra”, opina el analista Francisco Belaúnde Matossian.
“Podemos medir el impacto si revisamos cómo era la geografía energética que se avizoraba antes de la guerra, con Rusia como productor de energía y exportador de hidrocarburos. Ahora, por lo contrario, vemos a Rusia redireccionando su mercado hacia China principalmente. Las sanciones han afectado, pero ojo, no solo a Rusia sino también a la Unión Europea con el incremento en el precio del gas, por ejemplo. Es el efecto colateral de las sanciones. Creo que a eso se refería el primer ministro húngaro, quien ciertamente ha mostrado una política un poco ambigua con relación a Rusia“, señala por su parte el internacionalista Francesco Tucci.
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