Londres. Frank Maloney era un tipo de barrio de origen irlandés, bajo y recio, que hizo fortuna representando a Lennox Lewis, el mejor boxeador británico de su época. Un día decidió hacerse mujer y ahora es Kelley Maloney.
Menos de un año después de su cambio de sexo, que le llevó a alejarse del mundo del boxeo, Maloney anunció ayer que vuelve a la promoción de púgiles.
En una conferencia de prensa en el barrio londinense del Soho, Maloney presentó a sus dos nuevos talentos, Tony Jones y Gary Cornish, a los que aspira a encontrarles buenas peleas en el lucrativo mercado de Estados Unidos.
"Me siento completo dentro de mí, me siento feliz dentro de mí, lo único que faltaba en mi vida era algo que disfruté mucho, y es el boxeo", dijo Maloney, que tiene tres hijas y llevó a Lennox Lewis a ganar el campeonato del mundo de los pesos pesados en los años 1990.
"Parece haber mucho interés en trabajar conmigo" pese al cambio de sexo, algo que parecer haber cambiado más su percepción sobre sí misma que la que los demás tienen de ella.
"Lo que no ha cambiado son los 30 años de experiencia en mi cabeza", explicó Maloney, que habló en todo momento de Frank como de una tercera persona que ya no existe.
"No quiero ponerme la misma presión que tenía Frank", afirmó en una ocasión, viendo su regreso al mundo del pugilismo más como el intento de una mujer por abrirse paso en un mundo eminentemente masculino.
"Es un desafío mayor para mí como mujer de lo que fue siendo hombre", explicó, expresando su esperanza de "abrir la puerta a más mujeres en el boxeo".
"Fui el entrenador del Manchester United y ahora soy el entrenador del Nuneaton", dijo, comparando los tiempos de Lewis con los de los dos muchachos que espera llevar a la gloria.
Maloney nació en 1953 en el barrio obrero de Peckham, en el sudeste de Londres, de padres irlandeses, y empezó a boxear en la escuela, embarcándose pronto en la organización de campeonatos de aficionados.
Su gran salto lo dio con Lennox Lewis, al que convirtió en el primer campeón del mundo británico invicto en más de un siglo, al colocarlo en la élite de los pesos pesados, que compartió con púgiles de la talla de Mike Tyson y Evander Holyfield, protagonistas de grandes veladas millonarias en Las Vegas.
Maloney era un promotor respetado, de la vieja escuela, con unas pocas extravagancias, como sus trajes con la Union Jack, la bandera británica.
Hace un año la noticia de su cambio de sexo fue recibida con sorpresa pero sin críticas, al menos en voz alta. Su antiguo pupilo, Lennox Lewis, le expresó todo su apoyo: "viniendo de la fraternidad del boxeo, imagino lo difícil que le ha resultado tomar esta decisión".
Tampoco se quejaron sus colegas del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), una formación a la que no se le suponen muchas simpatías hacia los homosexuales y los transexuales.
De hecho, el propio Maloney se disculpó tras su cambio de sexo por unos comentarios que hizo como Frank, cuando era candidato del UKIP a la alcaldía de Londres, y dijo que no pensaba ir a hacer campaña a un barrio porque había "demasiados homosexuales".
Pero el cambio de sexo fue un infierno. En la operación de su rostro reaccionó mal y acabó muy hinchado y sangrando por los ojos.
Ayer, cuando le preguntaron si la operación no respondió a un intento de reflotar una carrera de promotor en horas bajas, torció el gesto y respondió irritado.
"Dile a la gente que piensa eso", le espetó al periodista, "todo lo que he pasado. Diles que se pongan en mi lugar por un minuto".
Fuente: AFP