Un bostezo atrás de otro fue la razón para que Ikram Gacem, una joven británica, decidiera ir al médico. Y no era solo eso: también se sentía sin energía.
Pero para Gacem, esos niveles de fatiga eran más extremos que los que experimentaban sus compañeros del colegio secundario, por lo que empezó a preguntarse si le estaba pasando algo más.
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Con solo 18 años, la estudiante dormía horas y horas y no paraba de bostezar. “Todos los profesores me presionaban por los exámenes. No solo era un momento estresante para todo el mundo como estudiante, sino que yo sentía que no me ponía al día con todo y siempre iba con retraso”, dijo al medio Manchester Evening News.
Ikram visitó a su médico de confianza y el primer diagnóstico fue anemia, pues sus glóbulos blancos estaban por debajo del nivel adecuado.
“Hablamos del tema del cáncer dos o tres semanas antes, cuando tenía las citas y los análisis de sangre y demás, y yo me burlaba y le decía a mi mamá: ‘Lo dudo, tengo 17-18 años. ¿Cáncer? No seas tonta”, contó la joven. Pero eso resultó siendo premonitorio. El bulto no era solo un quiste, sino un linfoma de Hodgkin, un cáncer relativamente poco frecuente que se desarrolla en el sistema linfático.
De acuerdo con el sitio Cancer.org, el tejido linfático se encuentra en muchas partes del cuerpo, de modo que el linfoma de Hodgkin puede originarse en casi todas las partes, pero las zonas más frecuentes son el tórax, el cuello o debajo de los brazos.
“Estaba muy asustada, no voy a mentir. Acababa de cumplir 18 años y mi madre aguardaba fuera de la sala de espera. Empecé a llorar inmediatamente [cuando lo dijo el médico de cabecera], creo que ni siquiera sabía cuál era el verdadero significado. Me derrumbé y luego me dijo que, obviamente, era cáncer. Me derrumbé aún más. No tenía palabras”, contó al medio citado.
Como esto sucedió en el 2020, durante los momentos más duros de la pandemia, Gacem estaba sola cuando recibió la noticia de que tenía cáncer. Ahora, con su cáncer superado y como estudiante de leyes en la universidad, envía un mensaje a los jóvenes a escuchar su cuerpo y no confiarse. “Pensamos que estamos cansados por los exámenes, pero si algo no es normal, hay que revisarlo”, apunta.