“Señores emperadores, reyes, duques y marqueses, condes, hijosdalgos y burgueses y gentes que deseen conocer las diferentes generaciones humanas y las diversidades de las regiones del mundo, tomen este libro y manden que se los lean”.
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Desde la primera línea del prólogo, Marco Polo tenía grandes ambiciones para los lectores de su gran obra. Sí, esas palabras reflejaban cierta pompa y grandeza intencionalmente inflada, pero tenía motivos para apuntar alto.
Su libro trazó el viaje que hizo como comerciante desde Venecia a China y su retorno, que abarcó 24 años y decenas de miles de kilómetros, más su tiempo al servicio del líder de los mongoles, y describió lugares, culturas, costumbres y pueblos que, para los europeos, eran nuevos y tan exóticos que parecían increíbles.
No fue el primer europeo en viajar a tierras tan lejanas. Ni siquiera fue el primero de su familia.
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Sin embargo, se aseguró de que el suyo fuera el nombre escuchado a lo largo y ancho y, en consecuencia, recordado a lo largo de la historia, escribiendo sus experiencias, recuerdos y relatos.
La oportunidad de plasmarlo todo en papel surgió por pura casualidad.
Marco Polo regresó de sus viajes a finales del siglo XIII, cuando la ciudad-estado de Venecia estaba en guerra con Génova.
Los genoveses lo capturaron, pero tuvo suerte: compartiendo su celda de prisión estaba el conocido escritor de romances Rustichello da Pisa, quien quedó cautivado por las historias que Marco contaba para pasar el tiempo.
Juntos, con el viajero dictando sus aventuras y el escritor agregando el estilo de prosa embellecido que usó para las leyendas del Rey Arturo, escribieron “Le Divisement du Monde”, o “La descripción del mundo”.
Más conocido como “Los viajes de Marco Polo”, el libro causó sensación cuando se publicó y fue reproducido en numerosos idiomas en todo el continente.
Sus vívidas descripciones de Asia ampliaron los horizontes de los europeos y desafiaron sus puntos de vista sobre pueblos distantes, llamados incivilizados. De hecho, las revelaciones eran tan fantásticas que muchos pensaron que todo era una obra de ficción.
Quizás no sorprende que tanto el libro y el hombre hayan sido objeto de debate y escrutinio desde entonces. Y no ayuda que falte una gran cantidad de información sobre su vida.
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¿Quién fue Marco Polo?
Generalmente se sostiene que nació en 1254 en Venecia, aunque hasta eso es controvertido. El joven Marco probablemente recibió una educación diseñada para prepararlo para la vida como comerciante: aprender a leer y escribir, matemáticas y contabilidad.
La Venecia del siglo XIII era el centro comercial de Europa, una puerta de entrada a Medio Oriente y Asia, y quienes tenían las llaves eran los comerciantes.
Las Cruzadas habían avanzado hacia el este, mientras que el colosal imperio mongol había irrumpido en el oeste, poniendo dos mundos en contacto por primera vez, pero sólo los exploradores, misioneros y comerciantes más valientes se atrevían a cruzar la frontera.
Entre ellos, la familia Polo.
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Los Polo olvidados
Si no fuera por su padre Niccolo y su tío Maffeo, Marco Polo no habría hecho su épico viaje a China, ni habría escrito el libro que cambió para siempre la visión europea del mundo.
Los hermanos eran comerciantes exitosos, que hicieron una fortuna en joyas, sedas y especias antes de que Marco naciera.
Comenzaron en Constantinopla (ahora Estambul), pero gracias a su astuta comprensión de la política sacaron sus negocios de la ciudad antes de que los líderes cruzados fueran derrocados en 1261.
Continuaron hacia el este hasta la corte de Berke Kan, el gobernante de la Horda Dorada, los territorios occidentales de los mongoles, y luego a China.
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Es posible que hayan sido los primeros europeos honrados como invitados en la corte de Kublai Kan.
Aunque los mongoles eran considerados bárbaros e incivilizados en Europa, el imperio era relativamente pacífico en ese momento y Kublai Kan mostró un alto grado de tolerancia hacia otras razas y religiones.
Le pidió a los hermanos Polo que le entregaran un mensaje al Papa y regresaran con 100 sacerdotes cristianos (o eruditos capaces de explicarle el cristianismo) y aceite del Santo Sepulcro en Jerusalén.
Ese fue el motivo de su segunda expedición, en la que los acompañó Marco, el hijo adolescente que Niccolo sólo conoció a su regreso en 1269, cuando se enteró además de que su esposa había muerto.
Niccolo y Maffeo esperaron la conclusión de las elecciones papales en curso para poder entregarle la carta de Kublai Kan al nuevo Papa.
Pasaron dos años sin resultado, por lo que, en 1271, decidieron emprender su segundo viaje, llevándose a Marco con ellos.
Por pura coincidencia, lograron entregar su carta.
En Acre conocieron a Teobaldo Visconti, el archidiácono de Lèige, que estaba en cruzada con el futuro Eduardo I de Inglaterra. Unos días después, Visconti fue nombrado nuevo Papa, convirtiéndose en Gregorio X.
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Arduo periplo
El viaje fue peligroso, por lo que los Polo mantuvieron a salvo sus valiosas joyas cosiéndolas dentro de sus abrigos.
Tuvieron que detenerse en Jerusalén para cumplir con el otro pedido de Kublai Kan, la muestra del aceite que ardía en la lámpara del Santo Sepulcro, lo que significaba caminar por desiertos áridos.
Luego, cuando sus esperanzas de encontrar un barco en condiciones de navegar a India se desvanecieron, tuvieron que viajar en caravanas a través de la implacable y lenta ruta terrestre.
“Dicen que este desierto es tan largo que se necesitaría un año para recorrerlo de un extremo a otro”, dijo Marco del Desierto de Gobi. “Consiste enteramente en montañas, arenas y valles. No hay nada para comer”.
Lentamente se abrieron paso hacia y a través de la tierra de los mongoles utilizando la Ruta de la Seda, y tuvieron que detenerse en Afganistán cuando Marco se enfermó, posiblemente de malaria.
En la corte de Kublai Kan
Les tomó más de tres años llegar a la corte de Kublai Khan en su palacio de verano de Shangdu (o Xanadú).
Su lujo y tamaño dejaron una impresión imborrable en Marco: “Kublai Khan tiene un vasto palacio construido con mármol y otras piedras ornamentales”.
“Sus pasillos y habitaciones están cubiertos con imágenes doradas de pájaros y animales, árboles y flores y muchas otras cosas, tan hábil e ingeniosamente trabajadas que es un placer y una maravilla verlas”.
En cuanto al propio Kublai Kan, Marco lo describiría diciendo: “Su cuerpo está bellamente desarrollado y todas sus extremidades están admirablemente formadas. Su rostro es blanco y rojo como una rosa, los ojos son negros y hermosos, la nariz bien formada y bien asentada”.
Nieto de Gengis Kan, en 1260 conquistó toda China, y formó la dinastía Yuan. Marco estaba fascinado con él.
El joven Marco también impresionó al emperador, y pronto fue empleado por el Estado.
Era una práctica común que los gobernantes mongoles nombraran extranjeros, prefiriendo confiar en su visión y conocimiento de forasteros en lugar de en la inestable lealtad de sus súbditos chinos.
Por sus habilidades para aprender idiomas rápidamente (supuestamente dominaba cuatro) y como narrador, Marco pronto recibió trabajo como emisario y posiblemente como recaudador de impuestos.
Durante años, viajó por los dominios de Kublai Kan, desde toda China hasta Myanmar e India, reuniendo información que le relataba con la corte, observando pueblos y sociedades que ningún europeo había visto antes.
En todo momento, Marco llevaba una ‘paiza’, una tableta utilizada por los funcionarios como forma de pasaporte en el Imperio mongol para asegurarse de que no se les hiciera daño y que siempre se les dieran alimentos y servicios.
Por la información que Marco proporcionó fue un miembro respetado y honrado de la corte.
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Contando la historia
La fascinación de Marco por las diferentes culturas y prácticas, sin el juicio moral que a menudo se ve en los primeros exploradores de la Europa cristiana, fue igualada sólo por su asombro ante el nivel del avance de las civilizaciones.
En “Los viajes”, brinda detalles extraordinarios sobre la arquitectura, la infraestructura como el saneamiento y la calefacción, y el tamaño de los lugares que vio. Visitó ciudades con una población diez veces mayor que la de Venecia.
Pero, tras unos 16 años, los tres Polo quisieron regresar a casa, quizás temiendo lo que les sucedería con un sucesor menos acogedor que el anciano Kublai Kan. Si bien el emperador inicialmente rechazó su solicitud, cambió de opinión en 1292 siempre que escoltaran a la princesa mongol Kokechin a Persia para casarse.
Los Polo dejaron China definitivamente con una flota de 14 barcos. Las tormentas y las enfermedades diezmaron a las tripulaciones, al punto de que Marco afirmó que sólo sobrevivieron 18 de los 600 a bordo, y cuando llegaron a Jorasán (el actual Irán), el prometido de Kokechin había muerto, así que se casó con su hijo.
La fortuna de los Polo no mejoró. Sin la protección de Kublai Kan, los funcionarios les quitaron gran parte de su riqueza, aunque lograron llevarse las joyas en sus abrigos.
Cuando finalmente llegaron a casa en 1295, apenas podían hablar su idioma nativo y no lucían como venecianos; tanto, escribió Marco, que sus propios parientes no los reconocieron.
Ese libro no se hizo realidad hasta el encuentro casual de Marco con el escritor Rustichello varios años después.
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Inverosímil
Con Venecia en guerra, el experimentado viajero armó y comandó una galera, antes de ser capturado por los genoveses en 1298 y pasar un año tras las rejas.
Durante su cautiverio, trabajó con Rustichello en lo que se convirtió en un éxito de ventas, toda una hazaña antes de la impresión, transcrito a mano a la mayoría de los idiomas europeos.
Y aunque la demanda significó que el texto original se perdió en medio de las enmiendas y abreviaturas de cada nueva transcripción, el nombre de Marco Polo se volvió internacionalmente reconocido.
Muchos lectores simplemente no podían creer que lo que relataba fuera cierto, asumiendo que era una fábula. Tanto el hombre como el libro se ganaron el apodo de “Il Milione” (El millón) en referencia burlona al uso de números enormes y aparentemente inverosímiles en el texto.
Lo que más le impactó a los europeos no eran los elementos fantásticos basados en milagros o leyendas, sino las descripciones de “sociedades bárbaras” más avanzadas que la suya.
Marco describió, en detalle, los servicios de mensajería de alta velocidad, el papel moneda y la construcción de ciudades y canales colosales. Creerle era dudar de la superioridad de la civilización europea.
¿La verdad y toda la verdad?
Hay razones para cuestionar la veracidad del relato de Marco Polo.
No aparece en ningún documento chino de la época, aunque puede que le hayan dado otro nombre, y se han desmentido varias de sus afirmaciones.
Él mismo admitió que no vio todo lo que relató y que contó historias de “hombres dignos de confianza”.
Dicho esto, durante mucho tiempo ha sido aceptado ampliamente que Marco Polo viajó a China y vivió en la corte de Kublai Kan.
Ningún viajero anterior cubrió tanto terreno como él, y mucho menos hizo un registro completo de lo que vio.
Su libro pasó de ser una sensación literaria a un tomo inspirador para futuros exploradores. Y, con el declive del Imperio mongol que volvió a separar el este del oeste, su viaje a China se volvió aún más especial. Representaba tanto algo perdido como algo ganado.
Marco Polo pasó el resto de su vida tranquilamente tras casarse y tener tres hijas, y nunca vaciló en que su obra maestra se basaba en la verdad.
Mientras yacía en su lecho de muerte en enero de 1324, a la edad aproximada de 70 años, los reunidos le imploraron que confesara que su obra era ficción. Su respuesta: “No escribí ni la mitad de lo que vi, porque sabía que no me creerían”.
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