Quienes dicen defender los derechos morales, la familia y los valores tradicionales parecen dispuestos a rechazar a quienes no se alinean. En Polonia son los ultraconservadores los que rechazan a la comunidad LGTB.
A esa minoría se la acusa de no querer encajar y hasta los políticos sueñan con que se dejé de hablar de la homosexualidad como un camino válido. Ni banderas ni que dos hombres o mujeres vayan agarrados de la mano. Todo eso es parte del paisaje que algunas ciudades de Polonia quieren crear, lugares que han sido llamados “zonas libres de LGTB”.
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Y lo han venido logrando, por lo menos legalmente.
Los políticos han sido fundamentales en esta tarea que, disfrazada de defensa, termina por desproteger a las minorías.
La BBC recuerda que, en la campaña de reelección, el todavía presidente polaco Andrzej Duda firmó la Carta de la Familia. Allí se incluían “compromisos para evitar que las parejas homosexuales se casaran”, adoptaran, etc.
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Además, también apoyaba la prohibición de “la enseñanza sobre temas LGTB en las escuelas”.
¿Por qué? Lo que se busca es dejar de lado la “ideología LGTB” para que los niños y niñas crezcan rodeados de “familias normales”.
Duda considera que “la promoción de derechos LGTB” es una ideología “más destructiva” que el comunismo; mientras que el arzobispo de Cracovia ya ha hablado de los peligros de esta “plaga neomarxista”.
En ciertos lugares de Polonia, en estas zonas “liberadas” los ultraconservadores han ganado la batalla en contra de las tendencias mundiales que buscan ser más inclusivas.
Allí ya na hay debates como los que se suelen dar en otros países, donde los grupos conservadores rechazan el enfoque de género, que según sus defensores busca la “paridad de oportunidades, derechos y responsabilidades”.
Eso también lo recogió la BBC. En una entrevista con Tomasz Sakiewicz, editor de revistas, este aceptó que “la gente debería tener sexo con quien quiera”, pero que “la lucha por los derechos” LGTB es un “concepto extranjero”. Y añadió que lo que se importa hay que rechazarlo porque “amenaza a la familia heterosexual tradicional polaca”.
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La reacción de la Unión Europea
Causas discriminadoras como las que se viven en estas zonas libres de LGTB en Polonia (como la ciudad de Tuchow), han sido denunciadas y castigadas.
Ya en agosto del año pasado, “el Comisionado de Igualdad de la Unión Europea dictaminó que iba en contra de los valores de la UE y los derechos humanos fundamentales”.
En consecuencia, Tuchow y “otras cinco ciudades fueron despojadas de los fondos para sus programas de hermanamiento de ciudades europeas”.
En esa línea, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró ante el Parlamento Europeo:
“Ser uno mismo no es ideología. Es tu identidad. Así que quiero ser muy clara: las zonas libres de LGTBIQ son zonas libres de humanidad, y no tienen lugar en nuestra Unión”.
Entonces, la alcaldesa de Tuchow alegó que la Unión Europea estaba usando a su ciudad para “perseguir sus propios intereses”.
El castio en cifras
El año pasado, Ine Eriksen, la ministra noruega de Asuntos Exteriores, sostuvo que ya no le enviarían más “ayudas económicas” a estos municipios polacos discriminadores.
Los bolsillos de las “zonas libres de LGTB” empezaron a sufrir.
A la ciudad de Krasnik, por ejemplo, se le cortó el estipendio de cerca de 8 millones de euros anuales.
De igual forma, según EFE, Swidnik -que sigue en sus trece- ha dejado de ganar más de 10 millones de dólares.
Y a esto se le ha sumado que, recientemente, el Tribunal de Justicia Europeo “inició un expediente sancionador contra Varsovia por violar los derechos fundamentales de la comunidad LGTB+”.
De esta manera, según la ong Rainbow Europe, Polonia vuelve a ser el “peor país para los LGTB por segundo año consecutivo”.
El Confidencial agrega:
“Poco importa que el alcalde de Varsovia se deje ver desfilando el Día del Orgullo, que haya un partido político con representación parlamentaria cuyo líder es abiertamente gay o que sea frecuente ver a gente portando una bolsa con los colores del arcoíris en cualquier ciudad polaca”.
Y agrega: “Cuando las instituciones de un Estado que se asoma al autoritarismo como el polaco eligen a un enemigo, hay poco que hacer”.
Tendencia que se expande
Polonia no es el único país en el que se ha confundido el deseo de las mayorías con el olvido de los derechos de las minorías.
Uno de ellos es Hungría, liderada por el primer ministro ultraconservador Viktor Orbán, quien en lo que parece una jugada para asegurar su reelección, promueve un referéndum para ver si los ciudadanos están de acuerdo con una polémica ley.
El portal El Periódico lo explica: “La controvertida ley, que entró en vigor este mes, prohíbe el uso de materiales que se consideren que promueven la homosexualidad y el cambio de género en las escuelas”.
Entonces, lo que Orbán preguntará es si los húngaros apoyan “las celebraciones de talleres de orientación sexual en las escuelas sin su consentimiento, o si creen que deben promoverse los procedimientos de reasignación de género entre los niños”.
En respuesta, la Comisión Europea “dice no estar en contra de que Hungría organice un referéndum sobre la ley que prohíbe mostrar contenido LGBT a los niños”.
Según Euronews, el organismo entiende que se trata de un procedimiento interno, “pero sigue defendiendo el procedimiento de infracción iniciado”.
Sobre esta propuesta, Milos Zeman, presidente de República Checa, ha manifestado su apoyo, y ha declarado que considera “repugnantes” a las personas transgénero.
“Toda operación es un riesgo y estas personas transexuales son, realmente, intrínsecamente repugnantes para mí”, sostuvo.
En esa línea, Zeman dijo que no hay razones para “no estar de acuerdo” con lo que busca Orbán, puesto que así se podría evitar que los padres e hijos “sean manipulados”.
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