Matteo Messina Denaro evadió a la justicia por tres décadas. Pero este lunes 16 el apodado ‘Diabolik’ -quien fuera el líder de la Cosa Nostra y considerado como uno de los mafiosos más temidos de Italia- fue arrestado en una clínica privada de Palermo mientras esperaba su turno para recibir su tratamiento oncológico. A él se le atribuye la frase: “Con la gente que he matado, podría llenar todo un cementerio”.
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A pesar de que utilizaba su seudónimo Andrea Bonafede, al verse acorralado por la policía, el capo nacido en 1963 no se molestó en defenderse y se autoidentificó con su verdadera identidad. “Se trata de un arresto de alto valor -dice Francesco Tucci, internacionalista italiano y coautor del libro “Pídelo con respeto”, en el que reflexiona sobre mafia, migración y cine-. Sin embargo, hay que considerar que él se quedó en el mismo lugar, que se escondió en las narices de la policía”.
—¿Por qué cree que recién lo pudieron capturar?
Son varias razones. Primero: él está enfermo, tiene cáncer. Segundo: en estos años fallecieron muchos de sus familiares, así que la red que lo protegía se redujo. Tercero: cuando cae un jefe es porque ya hay otro jefe. Se podría decir que, a sus 60 años, la Cosa Nostra lo abandonó, se quedó sin respaldo y lo encontraron fácilmente. Él ya no es el jefazo, así que esta es una victoria agridulce.
—¿Cuál es la trascendencia de su captura?
Hay que ser cuidadosos. Es verdad que, por fin, uno de los jefes más sangrientos de la Cosa Nostra fue arrestado. Pero esto se sucede cuando está enfermo y está de capa caída. También hay que considerar que él no va a dar información a la policía, así que no sé qué tanto sirva su captura. Lo van a enjuiciar y es muy probable que nunca salga de la cárcel, pero no va a traicionar a nadie. Por lo que sabemos, no está arrepentido, sino se hubiera entregado.
—Se habla de Messina como una de las personas que más contribuyó a la formación de la idea de la Cosa Nostra. ¿Coincide usted?
Él fue el delfín de Salvatore Riina [del clan Corleone, capturado en 1993]. Pero la imagen que dio no tiene que ver con el honor u otro tipo de valores, sino la de una mafia sangrienta. No es la organización que se vio en “El padrino”, sino aquella que mata niños, planta bombas, recurre al terrorismo, asesina inocentes. No tiene nada que ver el personaje de Vito Corleone.
—¿Cómo explica esa romantización?
La generación de los capos Salvatore Riina y Bernardo Provenzano es la de los líderes violentos, sanguinarios, pero desde antes la mafia mataba casi a diario a policías y magistrados. Con eso en mente hay que considerar que la migración italiana a Estados Unidos acentuó la formación de estereotipos. Basta con ver “Los Soprano” o “Peaky Blinders” para notar la diferencia: el honor y el respeto por la familia siempre estuvieron fuera de la ecuación, sobre todo en los años 80 y 90. Décadas atrás, las venganzas eran cruzadas: mataban a familiares del otro clan aunque no tuvieran nada que ver. Así operaban las cuatro mafias históricas, la Camorra, Cosa Nostra, Ndrangheta y Sacra Corona Unita, aunque la romantización solo se aplicó a las tres primeras.
¿Qué tan distinta es la forma de operar de la mafia italiana actual a la de la época de Messina?
Ha cambiado mucho. Tomemos a Pablo Escobar como ejemplo: él mataba a todos los que se le oponían. Así eran Riina, Provenzano y Messina, quienes mostraban el músculo al enfrentarse al Estado. Messina ordenó el secuestro, tortura y asesinato de un adolescente de 11 años, hijo de un mafioso confeso, y la disolución de su cuerpo en ácido. Tampoco dudó en destruir una autopista para asesinar al fiscal antimafia Giovanni Falcone o poner una bomba en el carro del fiscal Paolo Borsellino. Pero desde entonces, la mafia evolucionó y se introdujo en el mercado financiero. Mira cómo funciona el Cártel de Cali: ahora son empresarios de cuello blanco. Por supuesto, las necesidades de controlar su territorio siguen vigentes: continúa el negocio de la extorsión, el tráfico de drogas y de armas. Eso nunca se va a acabar. Pero su trabajo es menos violento. Después de Riina, se dieron cuenta que un hombre con miedo era más útil que uno muerto.
—La captura se sucede en la gestión de la polémica primera ministra, Giorgia Meloni, ¿qué tanto crédito político le suma?
Ella podría ostentar que durante su gestión se arrestó a uno de los grandes jefes de las peores temporadas de la lucha Estado-mafia. Pero ella no lo capturó. Las investigaciones tienen 30 años o más. Todavía se sabe poco sobre los detalles del arresto, pero en mi opinión él ya es un jefe debilitado, aparentemente aislado. Aun así, logró eludir a la policía sin esconderse. Se operó los ojos, fue a un partido de fútbol. Se expuso, así que algo pasó en los últimos tiempos. Cuando un jefe está en el apogeo de su poder, es muy difícil dar con él porque, además, la mafia es capaz de infiltrarse en el sistema judicial. Por eso es que esta victoria es agridulce. Hubiera sido mejor capturarlo en los 90, el golpe contra el crimen organizado hubiera sido duro. A pesar de ello, el arresto de Messina deja un mensaje importante: la justicia sigue su curso y llegará, sin importar la edad de los mafiosos.