Además de ser el nuevo rey del Reino Unido, Carlos III será “Defensor de la Fe” y “Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra”, una confesión cristiana con 85 millones de fieles en todo el mundo. Su madre, la reina Isabel II, tomó muy seriamente esa responsabilidad e incluso en los últimos años le dio un sentido espiritual muy profundo cuando comenzó a hablar abiertamente de su fe personal y su devoción religiosa por Jesucristo.
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¿Seguirá Carlos III sus pasos?
Las dudas sobre el giro que podría imprimirle el nuevo rey a su liderazgo religioso comenzaron a surgir hace algunos años cuando dijo una frase que tiene algunas particularidades en el idioma inglés. Durante una entrevista de 1994 señaló que cuando se convirtiera en rey sería un Defensor de fe (“defender of faith”) -en el sentido de cuidar todas las creencias-, en lugar de Defensor de la fe (“defender of the faith”), y agregó que era necesario reconocer que había cambiado la naturaleza religiosa de Gran Bretaña. Incluso hubo sugerencias de que esta pequeña modificación lingüística podría incluirse en el juramento de coronación que tendrá lugar en algún momento del año próximo.
Dos décadas después, en 2015, aclaró su expresión en una entrevista con BBC Radio 2 y dijo que había sido malinterpretado. “Lo que quise decir es que me importa la inclusión de las religiones de otras personas y su libertad de culto en este país. Siempre me pareció que, al mismo tiempo que uno es Defensor de la Fe, también puede ser protector de las religiones”.
Y como ejemplo citó que su propia madre había dicho que su tarea no era “defender el anglicanismo con exclusión de otras religiones. En cambio, la Iglesia [de Inglaterra] tiene el deber de proteger la libre práctica de todas las religiones en este país”. Agregó que su madre estaba confirmando “lo que realmente yo estaba tratando de decir, quizás no muy bien, hace algunos años”.
Al igual que en su rol de jefe de Estado, el papel del monarca británico en la iglesia anglicana es en gran parte simbólico. Por ejemplo, es quien nombra al Arzobispo de Canterbury y otros altos funcionarios, pero lo hace bajo el consejo del Primer Ministro, quien a su vez es asesorado por la propia Iglesia a través de comités designados.
Aunque la iglesia anglicana es liderada por el arzobispo de Canterbury, actualmente Justin Welby, solo es un primus inter pares de los otros primados.
La fe de Isabel II
La primera mención significativa de su camino de fe personal lo hizo Isabel II en 1947, cuando tenía 21 años y faltaban seis años para convertirse en reina. En aquel momento transmitió un compromiso público, diciendo: “Declaro ante todos ustedes que toda mi vida, ya sea larga o corta, la dedicaré a su servicio… Dios, ayúdame a hacer bueno mi voto”.
La cuestión de sus creencias personales no apareció luego muy seguido en sus discursos.
Pero en sus últimos años, Isabel II fue cada vez más explícita en su profesión de fe religiosa, principalmente a través de sus mensajes anuales de Navidad, una tradición iniciada por su abuelo, Jorge V, en 1932, y continuada por su padre, Jorge VI.
En las primeras décadas apenas mencionaba la celebración cristiana como una ocasión para el encuentro familiar en vacaciones. Pero en el año 2000 ya habló explícitamente del nuevo milenio como el aniversario de 2000 años del nacimiento de Jesucristo, “quien estaba destinado a cambiar el curso de nuestra historia”.
Y habló de una manera muy personal y franca sobre su fe: “Para mí, las enseñanzas de Cristo y mi propia responsabilidad personal ante Dios proporcionan un marco en el que trato de llevar mi vida. Yo, como muchos de ustedes, he obtenido un gran consuelo en tiempos difíciles de las palabras y el ejemplo de Cristo”.
Una iglesia extendida por todo el mundo
La iglesia anglicana se encuentra extendida por todo el mundo y, llamativamente, el mayor número de creyentes no se encuentra en el Reino Unido sino en Nigeria, con más de 17 millones de fieles. Solo en el segundo lugar está Gran Bretaña, con 13 millones. En cantidad de seguidores siguen Uganda, Sudán, Australia, Kenia, Estados Unidos, Tanzania, países caribeños, Canadá y Nueva Zelanda.
El anglicanismo surgió en tras la Reforma Inglesa que tuvo lugar en Inglaterra en el siglo XVI luego que el rey Enrique VIII solicitó al Papa de aquel momento la anulación de su matrimonio pero el pontífice se lo negó. El Parlamento aprobó entonces en 1534 las leyes que abolían la autoridad papal en Inglaterra y declaró a Enrique VIII como cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
En cuestiones dogmáticas, el anglicanismo no tiene demasiadas diferencias con el catolicismo. Tanto los católicos como los anglicanos veneran a la Virgen María como la Madre de Dios, pero los anglicanos no adhieren al dogma de la Inmaculada Concepción ni al de la Asunción.
Pero en la iglesia anglicana se ordenan sacerdotes hombres y mujeres, no existe el celibato sacerdotal, e incluso hay mujeres obispos.
El anglicanismo también permite el divorcio y el matrimonio entre personas del mismo sexo, sin necesidad de estar bautizado en su iglesia.
Por Rubén Guillemí