Aunque a partir de esta semana la vacunación en Austria será obligatoria por ley, Katharina Teufel-Lieli no piensa ceder a la presión para inocularse. “Tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo (...) a decir simplemente ‘no’”, asegura esta arpista de 49 años a AFP, acusando al Estado de “totalitarismo”, de “rebasar los límites” y “atacar a la gente”.
La ley, que entra en vigor el próximo viernes, convierte a Austria en el primer país de la Unión Europea (UE) en el que la vacunación contra el covid-19 será obligatoria, con multas de entre 600 y 3.600 euros (700-4.000 dólares) desde mediados de marzo.
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Pero Teufel-Lieli, desde su casa en Neumarkt-am-Wallersee, no lejos de la ciudad de Salzburgo, defiende que la amenaza de multa no la hará cambiar de opinión, asegurando que su salud “no tiene precio”.
“Sociedad paralela”
Un 60% de los austriacos son favorables a esta nueva ley, que genera un rechazo total en otra parte importante de la población.
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Teufel-Lieli es una de las miles de personas que se han manifestado en este país alpino contra la ley y otras medidas que el gobierno ha introducido desde el año anterior para combatir la pandemia.
Bajo estas restricciones, solo las personas vacunadas o recientemente curadas pueden acceder a servicios, restaurantes, hoteles o recintos culturales y deportivos, lo que ha multiplicado las acusaciones de que el gobierno está creando una “sociedad paralela”.
Teufel-Lieli asegura que no le importa perderse el ir de restaurantes porque “no sería capaz de disfrutar el café” sabiendo que a otros les niegan el acceso.
Además, indica que ya hay peluqueros dispuestos a atender a los no vacunados o curados y que empiezan a aparecer encuentros privados para tomar un café, organizados especialmente en redes sociales.
“De hecho, ya existe esta comunidad paralela. Ya se está construyendo. Ya está todo”, afirma.
Teufel-Lieli, que se define como “apolítica”, asegura que se ha encontrado con dificultades desde el mismo comienzo de la pandemia: debido a una alergia, tenía una exención médica para no llevar mascarilla, aunque eso hacía que recibiera insultos al ir a hacer la compra.
“Es increíble cuánta gente me atacaba”, afirma. “Ahora hay más comprensión (...) Algunos incluso se disculparon por sus reacciones iniciales”.
En casa, muchas discusiones “estresantes” terminaron finalmente por empujar a la familia hacia quienes tenían su posición. Tres de sus seis hijos están vacunados. Dos de ellos tuvieron que “doblarse ante la presión” de sus universidades.
“Estigma”
El gobierno defiende que la ley es necesaria para aumentar el porcentaje de vacunados: 72% de los nueve millones de austriacos están totalmente vacunados al día de hoy. Las autoridades también consideran que las restricciones en vigor sirven para combatir el creciente número de contagios.
“Nuestra prioridad principal es mantener las restricciones mínimas y solo por el tiempo absolutamente necesario”, dijo recientemente el canciller conservador Karl Nehammer.
Pero la frustración ha llevado a los opositores a crear un nuevo partido el año anterior conocido por su acrónimo MFG, que corresponde a “Pueblo, Libertad, Derechos Fundamentales”.
Según un sondeo realizado el pasado diciembre, un 6% de austriacos se inclina por votar este partido, que tiene 23.000 miembros en el país y obtuvo en septiembre tres representantes en el parlamento regional de Alta Austria, de 56 escaños.
“Nos critican por oponernos a la vacunación” pero “queremos tener elección, eso es todo. Y no enfrentarnos a restricciones si la rechazamos”, dice a AFP su cofundador Gerhard Poettler, antiguo directivo en el sector sanitario.
Este hombre se preocupa ante “la preocupante evolución” de los últimos tiempos, en que incluso los negocios son llamados a controlar si la gente están vacunada o curada, a veces entregando pulseras para mostrar quién puede entrar a algunos recintos. A veces son otros clientes quienes “delatan” a una persona que no cumple ese requisito ante los responsables del establecimiento.
“Estamos estigmatizando a parte de la población”, asegura.
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