Como no pueden dar con su paradero, lo han condenado en ausencia: deberá pasar el resto de su vida en prisión por matar, en un atentado sucedido en 1992, a dos jueces que le seguían el rastro.
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Nadie se mete con Matteo Messina Denaro y la Cosa Nostra sin arriesgar la salud. Más vale estar dispuestos a desaparecer con tal de hacer pagar al criminal.
Tiene 59 años y, en la actualidad, se desconoce si “sigue ostentando cargo alguno de relevancia en la organización”, pero continúa siendo el objetivo más preciado de las agencias policiales del mundo.
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Por eso es que, cada vez que se puede, las autoridades celebran la captura de miembros de su mafia y anotan que su camino se sigue estrechando.
Hasta ahora, sin embargo, nadie ha podido dar con Messina Denaro (Castelvetrano, 1962), quien es fugitivo desde 1993, y a quien se acusa de ejecutar al púber Giuseppe Di Matteo luego de secuestrarlo para que su padre no “cantará” a las autoridades.
Así lo recuerda El Español:
“Tras más de dos años de agonía, Messina Denaro fue uno de los responsables de la muerte del niño, que fue disuelto en ácido”.
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UN FANTASMA
Hay quienes dicen que se operó el rostro. Otros anotan que el manto de la mafia calabresa Ndrangheta lo protege. También están los que afirman que vive en Sicilia, en constante movimiento.
Al hombre que se le acusa de “asociación mafiosa, homicidio, posesión de material explosivo, robo y muchos otros delitos menores” no se le ha visto el rostro desde que tuvo 30 años.
Seguramente, a Matteo Messina Denaro lo encontrarán cuando haya pasado a mejor vida, una lección que bien podría haber aprendido de su padre.
“El País” recuerda a Don Ciccio, “el patriarca”, el “capo mafioso que vivió y murió huido de la justicia”. Según el medio, él “comandó con mano de hierro cuando fue invisible y la policía solo pudo encontrarlo cuando ya había muerto”.
“Una inspiración perfecta para lo que habría de vivir su hijo, Matteo Messina Denaro, autor de una cincuentena de homicidios —incluidos niños y mujeres embarazadas— y de los atentados más sangrientos de la Cosa Nostra en los años noventa del siglo pasado”, agrega el medio.
Pero no habría que confundirse: la mafia es muy querida en Castelvetrano, Sicilia. Sino que hable la familia de Lorenzo Cimarosa.
Este hombre primero trabajó con la Cosa Nostra, pero luego fue olvidado al caer apresado. Para evitar pagar por los platos rotos que no le pertenecían, decidió colaborar con la justicia.
Lo que siguió fue que las familias de los mafiosos empezaron a ser arrestados y, en vez de encontrarse con la gratitud de los vecinos, los Cimarosa se volvieron unos apestados.
¿Por qué? La Cosa Nostra habría financiado el centro comercial, y quién sabe otros negocios de la ciudad. Además, al fugarse habría ordenado que “no se extorsione a [los] comerciantes” del lugar.
SIN RASTRO
Mientras que el segundo mafioso más buscado del mundo -Rocco Morabito, capo de la ‘Ndrangheta- acaba de ser capturado en Brasil, el último gran jefe de la Cosa Nostra sigue prófugo.
Y es inevitable preguntarse quién es realmente Messina Denaro.
Según “El País”, uno de los investigadores que le sigue la pista al mafioso lo describe como una persona que disfruta de la literatura clásica, así como el latín y el griego.
“Pero también los videojuegos [en una de las redadas se encontró una PlayStation a través de la que también se comunicaba con sus colaboradores]”, agrega.
Le gusta el “perfume, la ropa cara”, los carros de alta gama, fumar cigarros Merit, y parece no estar interesados en “gobernar la organización”.
El Español agrega: “Es un hombre al que le gusta el lujo, experto en gestión de capitales criminales que ha acumulado miles de millones de euros y que, en buena parte, el Estado italiano ha logrado recuperar a través de secuestros de edificios, almacenes, terrenos y cuentas corrientes a su nombre”.
Aun así, nadie ha dado con él.
Lo que es más sorprendente es que, en un par de ocasiones, las pistas estuvieron muy cerca de dar con su paradero.
En 1994, por ejemplo, estuvo de paso en Barcelona para operar su estrabismo en la clínica Barraquer.
En 1998, se acercó a una comisaría, presentándose como un agricultor. Después de ser interrogado, salió por la puerta principal.
No hay fotos ni huellas suyas. Ni siquiera se sabe cómo suena su voz.
Por eso es que no deja de llamar la atención que exista una persona que lo siga buscando, solo que desde las sombras de las fuerzas del orden italianas.
“El País” describe a esta persona como una que viste un traje de rayas azules y grises. Él ha declarado sin dar su nombre:
“Claro que está vivo. No hay nada que nos haga pensar lo contrario. Se habrá enfermado y se habrá tratado, por supuesto. Como lo hizo Provenzano, que se fue dos veces a la Costa Azul a curarse un cáncer. No con su nombre, claro”.
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