Los franceses no están dispuestos a claudicar y este martes volvieron a salir masivamente a las calles para protestar contra la reforma de pensiones impulsada por el presidente Emmanuel Macron, una propuesta que podría definir el curso de su gestión.
Si la protesta del 19 de enero aglutinó a 1,12 millones en París y varias ciudades del país, esta vez la cifra se elevó a 1,27 millones, según las propias autoridades galas, aunque para la Confederación General del Trabajo (CGT) -uno de los sindicatos más poderosos- se trató de 2,8 millones de franceses los que se manifestaron este martes.
La jornada -en la que se desplegaron más de 11 mil agentes en todo el país- también vivió diferentes huelgas en los sectores ferroviario, petrolero y educativo.
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El objetivo de las protestas es ganarle en las calles el pulso al mandatario, quien está firme en conseguir el retraso de la edad mínima de jubilación, de los 62 años actuales a 64 años, así como la exigencia de cotizar durante 43 años -y no 42 como ahora- para cobrar una pensión completa.
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Esta reforma, que Macron no ha podido aprobarla desde su primera gestión, “no es negociable”, ha dicho la primera ministra, Élisabeth Borne, y es considerada por el mandatario como absolutamente necesaria para las arcas públicas.
La edad de jubilación en Francia es una de las más bajas de Europa y debido a la baja tasa de natalidad y el envejecimiento de la población, hay cada vez menos aportantes: de los tres cotizantes por un jubilado que había en los años 70 se ha pasado actualmente a 1,7 de cotizantes por cada jubilado.
Estado de bienestar
“Francia es un país que ha sigo gobernado por partidos de derecha y centro derecha (como Macron) durante la mayor parte de su historia, y al mismo tiempo es uno de los países con más prestaciones sociales. Francia es un ejemplo claro de que las políticas sociales dependen de la movilización social, y que los sindicatos han forzado a los gobiernos de derecha a ceder”, explica a El Comercio Javier Carbonell, profesor asociado del Sciences Po de París e investigador doctoral en la Universidad de Edimburgo.
Por ello, la meta de los sindicatos es lograr que la presión social impida su puesta en marcha, tal como ocurrió en 1995 durante la presidencia del conservador Jacques Chirac, quien también quiso cambiar el sistema previsional, un hueso duro de roer en el país.
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¿Podrán lograrlo esta vez? “No podemos afirmar de modo tan tajante que la reforma se vaya a aplicar”, señala a este Diario el historiador y analista político peruano radicado en París, Rodrigo Murillo. “Se está creando, de a poquitos, una suerte de tormenta perfecta: el costo de vida está subiendo, la gasolina está muy cara y la energía, como fruto de la guerra en Ucrania, también ha aumentado de precio. Todo esto podría terminar por cansar a los franceses, más aún en este contexto de conflicto bélico”, agrega.
Para Carbonell, no será tan fácil torcerle la mano al gobierno. “Es una guerra para ver quién se cansa primero. Macron se ha acostumbrado a gobernar con un nivel de conflictividad social muy alto, y probablemente esto siga así a lo largo de su gobierno. Hasta cierto punto podría hacer algunos cambios a su reforma, pero se trata de la propuesta estrella de Macron y no va a renunciar a ella”, explica.
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Durante su primer mandato, el mandatario soportó las masivas protestas de los chalecos amarillos, que aunque lo hicieron retroceder en su intención de aumentar los impuestos al combustible, no le impidió ganar la reelección en el 2022.
Carbonell señala que, si el nivel de movilización se mantiene firme durante semanas e incluso meses, sí podrían lograr su cometido.
Todos contra Macron
Sin embargo, el tiempo corre. La propuesta ya fue aprobada por el Ejecutivo, y este lunes empezó su tramitación en una comisión de la Asamblea Nacional (Parlamento). Está previsto que el 6 de febrero empiece a ser debatido en el plenario del Legislativo, sin embargo, los opositores al proyecto han presentado unas 7 mil enmiendas, lo cual complicará la discusión.
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“Liga 1: Documentos, suspensiones, posturas, amenazas y todo lo que se sabe del inicio del torneonecesita el apoyo de Los Republicanos, el partido de derecha tradicional, porque no puede aliarse con la izquierda ni la extrema derecha. Así, la política se va a derechizar más, aunque la movilización social se mueva más hacia la izquierda”, refiere Carbonell.
Pese a que el presidente fue reelecto en abril, tras ganarle nuevamente a Marine Le Pen, su victoria no ha sido un cheque en blanco. De hecho, en campaña tuvo que matizar su primera propuesta previsional para no perder votos, además de bajarle el tono a un discurso considerado ‘snob’ por muchos franceses.
“Yo creo que la reforma de las pensiones ha servido como un catalizador de una serie de descontentos sociales, y se están manifestando contra Macron y sus propuestas neoliberales. La reforma no gusta, pero creo que es más una movilización contra el gobierno y la figura del presidente”, advierte Carbonell.
Los franceses no quieren perder sus beneficios sociales. ¿Macron resistirá la presión de las calles?
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