El juez Rosario Livatino, que tenía 38 años cuando fue asesinado por la mafia en Sicilia el 21 de septiembre de 1990, fue beatificado este domingo en la catedral siciliana de Agrigento (sur de Italia) en una misa homenaje a un “mártir” de la justicia.
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Un relicario que contenía su camisa ensangrentada fue colocado en la catedral, mientras en el Vaticano el papa Francisco rindió homenaje a “un mártir de la justicia y la fe”.
“En su servicio a la comunidad como juez recto, que nunca se dejó corromper, se esforzó por juzgar no para condenar sino para redimir”, dijo el papa tras el rezo del Regina Coeli.
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“Su trabajo lo puso siempre ‘bajo protección de Dios’, por eso se convirtió en testigo del Evangelio hasta su heroica muerte”, añadió.
El magistrado italiano, que rechazaba usar escolta armada, fue asesinado a unos kilómetros de su casa, cerca de Agrigento, cuando se disponía a tomar medidas de detención domiciliaria contra miembros de las grandes familias de la mafia siciliana (Cosa Nostra).
Cuando la policía llegó al lugar donde yacía con la cabeza destrozada, halló su agenda, con la sigla “STD” inscrita en la primera página, como en todos sus expedientes. Se trata de la antigua invocación ‘Sub tutela Dei’ (‘Bajo protección de Dios’) utilizada por los magistrados en el Medioevo antes de tomar decisiones oficiales.
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Rosario Livatino iba cada mañana a la iglesia, antes de dirigirse al tribunal. Sus notas revelaron la fuerza de su compromiso profesional inspirado por sus convicciones religiosas: pedía perdón a Dios por los riesgos a los que exponía a sus familiares. “Hacer justicia, escribía, es como orar y consagrar su vida a Dios”.
Livatino había dejado a su novia dos años antes, con su acuerdo. Un misionero de la justicia, dijo a sus padres consternados, no puede involucrar a una esposa y una familia en su aventura.
En visita a sus padres en 1993, Juan Pablo II calificó a Rosario Livatino de “mártir por la justicia e inderectamente por la fe”.
“¿Que fue lo que les hice, pequeños?”, fueron sus últimas palabras mirando a sus dos jóvenes asesinos, reveló un arrepentido. Luego Rosario Livatino recibió balas en la boca para reducirlo simbólicamente al silencio.
Fue “la queja de un hombre justo que sabía que no merecía esta muerte injusta”, comentó el papa Francisco, en un reciente prólogo a un libro consagrado al juez.
“Un ejemplo” para el papa
“Livatino es un ejemplo no solo para los magistrados, sino para todos los que trabajan en el campo del derecho”, dice el papa argentino, y señala que es “un punto de referencia” para “los jóvenes que están aun atraídos por las sirenas de la mafia en una vida de violencia, corrupción, opresión y muerte”.
Luigi Ciotti, sacerdote famoso por su lucha contra las mafias, considera que el juez siciliano murió “por su lealtad a una profesión vivida como una verdadera vocación, un servicio rendido y nunca un ejercicio de poder”.
“Veo la oscuridad en mi futuro”, escribió Rosario Livatino, recuerda el padre Ciotti.
“Fue de los primeros magistrados en Italia que aplicó medidas de decomiso e incautación de bienes de mafiosos. Comprendió que eso conduciría al debilitamiento de los clanes, a su pérdida del control y el prestigio social”, dice en el prefacio de una biografía publicada el domingo.
En la actualidad una cooperativa de jóvenes lleva aun su nombre y cultiva tierras confiscadas a la mafia siciliana.
Desde su elección, Francisco ha enfrentado frontalmente a los mafiosos, que a veces apoyan a parroquias.
En 2018, fue a Palermo para rendir homenaje al sacerdote Giuseppe Puglisi asesinado 25 años antes (y beatificado en 2013) por haber tratado de sacar de los tentáculos de la Cosa Nostra a los jóvenes de un barrio desfavorecido. “No se puede creer en Dios y ser mafioso”, dijo el papa.
Su asesinato ocurrió en un país aun traumatizado por los atentados que acababan de costar la vida a los jueces antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
En Nápoles, bastión de la Camorra, Francisco también condenó en 2015 a las organizaciones que “explotaban y corrompían a los jóvenes, los pobres y los desfavorecidos”, y agregó que “la corrupción apesta”.
En Calabria, diez meses antes, pidió a los católicos “combatir” a la ultrapoderosa ‘Ndrangheta.
“Los que en su vida escogieron esta vía del mal, como los mafiosos, no están en comunión con Dios, son excomulgados”, declaró.
La excomunión es la pena más severa contemplada por la Iglesia católica contra sus miembros.
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