Vladimir Putin y Rusia parece tener dos objetivos claros: que las fuerzas occidentales -EE.UU., la Unión Europea y la OTAN- no pongan en tela de juicio la soberanía rusa; y que es tiempo de que su país retome la vieja gloria de la Unión Soviética.
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Con eso en cuenta, la idea de que los países colindantes se alejen de su influencia le resulta intolerable a sus líderes. Así se entiende que haya decidido tomar las armas en contra de Ucrania, antigua república soviética que coquetea con pasarse a la otra acera desde hace más de ocho años.
En el 2008 Rusia hizo lo mismo con Georgia y en el 2014 también con Ucrania, y basta con observar los pasos del Kremlin para entender que sigue un mismo patrón: apoyar a los separatistas prorrusos de países que no les son afines para, luego y con la justificación de respetar la voluntad popular, reconocer sus lugares de operación como naciones independientes y ayudarlos a luchar contra quienes se les oponen.
Donetsk y Lugansk son el mejor ejemplo de ello: ahora que Putin los reconoce como independientes, responde a su llamado de ayuda enviando tropas y enfrentándose militarmente a Ucrania.
Por ello, en esta nota, recordamos estas crisis y los saldos que dejaron los enfrentamientos.
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Georgia, 2008
Cerca de 1.700 personas murieron, en tanto que miles se vieron forzados a abandonar la región de Osetia del Sur como consecuencia de la invasión de Rusia. Se trataba de un primer golpe orquestado por Vladimir Putin para “dejar atrás años de humillación moral tras la caída” de la URSS.
En el 2008, dicho territorio -así como la vecina Abjasia- pidió a las Naciones Unidas que se le reconociera como una nación independiente.
En respuesta, Georgia, que consideraba dicha región como propia, tomó las armas. El 7 de agosto de ese año atacó a los separatistas. Pero no midió la posibilidad de que Rusia se aliara con los rebeldes.
En cuestión de 5 días, los rusos repelieron el ataque y reconocieron a Osetia del Sur y Abjasia como independientes.
En una entrevista de la BBC al analista del instituto Chatham House, John Lough, sostuvo:
“Rusia demostró que tenía una estrategia para cuidar sus fronteras muy distinta a los países occidentales: que tomaría partido en conflictos internos de otras naciones donde Moscú tuviera algún interés”
“Esa misma estrategia fue la que utilizó en Crimea en el 2014. En el 2008 no quería invadir Georgia, como con Crimea no quiso entrar en Ucrania. Solo fue por lo que le interesaba”.
El saldo de la guerra, anota Euronews, incluyó la destrucción “deliberada” y sistemática de “aldeas de etnia georgiana” a manos de “las fuerzas de Osetia del Sur”.
Ese mismo medio anota:
“El conflicto también alejó a Georgia de Rusia y la orientó hacia la Unión Europea, con la que firmó un acuerdo de asociación en el 2014″.
Esto último, sin embargo, todavía no se ha materializado.
Crimea, 2014
La adhesión de Ucrania a la Unión Europea -y en paralelo a la OTAN- es un tema que se discute desde hace mucho y es lo que, justamente, derivó en este conflicto.
“El País” recuerda las protestas “proeuropeas y contra la corrupción en Kiev de miles de ciudadanos contra el presidente prorruso Víctor Yanukóvich” y cómo fueron reprimidas con violencia.
Dicho contexto fue aprovechado por Putin, quien en el 2014 ordenó invadir la península de Crimea, ubicada al sur de Ucrania. “En el mapa se aprecia que Crimea es un lugar estratégico porque ofrece una importante salida al Mar Negro. Putin aspiraba a su control”.
Por eso, desde antes, apoyaba “política y militarmente a los separatistas prorrusos en el este de Ucrania en la guerra que libran contra el ejército ucraniano”.
A pesar de los intentos de Estados Unidos por detenerlo -le ofreció a Kiev 730 millones de euros y ordenó misiones de vigilancia junto con la OTAN-, Putin ganó la partida con astucia.
El 6 de marzo, el Parlamento de Crimea le pidió ser incorporada a Rusia, ordenando la realización de un referéndum. En paralelo, se declaró como una nación independiente.
Para evitar contratiempos, Rusia desplegó a su ejército en la frontera para hacer ejercicios militares.
El 16 de marzo, el 96,77% elige integrarse a Rusia. Al día siguiente, Crimea adopta el rublo, sus fondos son congelados por la Unión Europea y EE.UU. sanciona a altos funcionarios rusos.
El 18, anota “El País”, “el Kremlin anuncia que Crimea ya forma parte de Rusia. Putin pide a la Duma que promulgue una ley para anexionar el territorio”.
El saldo: “Miles de muertos, decenas de miles de heridos y centenares de desplazados” en Donetsk y Donbás. Para noviembre de ese año, y si se incluye al territorio de Lugansk, “más de 10.000 personas habían sido heridas y casi 4.400 habían muerto, según datos de la ONU”.
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