“Era el infierno”, fue lo primero que pensó Hirsz Litmanowicz a los 8 años, cuando le tocó estar frente a la puerta del campo de exterminio de Auschwitz, construido por los nazis al sur de Polonia como parte de su maquinaria para liquidar a judíos, gitanos, polacos, homosexuales, enfermos mentales y prisioneros de guerra.
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“Fue una negación de Dios. Fue una negación del hombre. Fue la destrucción del mundo en miniatura”, así explica el rabino Hugo Gryn lo que vio en el complejo nazi al que sobrevivió, según recoge el libro “Hitler y el Holocausto” de Robert S. Wistrich.
Su liberación, el 27 de enero de 1945, a cargo de las tropas soviéticas, marcó el final de una de las mayores barbaries en la historia de la humanidad. Durante el régimen de Adolfo Hitler en Alemania se estableció la “Solución Final”, un plan que buscaba eliminar a la población judía de Europa acusándola de ser la principal causa de todas sus desgracias.
Para ello, los nazis desarrollaron una macabra maquinaria de exterminio en el que Auschwitz jugó un papel fundamental.
El campo más grande
Construido entre 1940 y 1942, sobre unas barracas abandonadas por el ejército polaco en la ciudad de Oswiecim, cerca a la frontera con la extinta Checoslovaquia.
El primer campo -o Auschwitz I- tuvo una extensión de 40 kilómetros cuadrados y recibió a presos políticos polacos, alemanes y prisioneros de los campos de Dachau y Tarnow. Desde el inicio contó con una cámara de gas, construida en el sótano del edificio 11, y un crematorio.
Posteriormente, se construyó una cámara de gas más grande en un edificio exclusivo para ella.
En octubre de 1941 inició la construcción de la segunda parte del campo -conocido como Birkenau- que se extendió en un área de 2,5 por 2 kilómetros. Para 1942, Auschwitz-Birkenau contaba con otras dos cámaras de gas, estaba dividido en 10 secciones separadas por alambres de púas electrificados y recluía a mujeres, hombres y niños, principalmente judíos y gitanos.
Ese mismo año el campo de exterminio se amplió hasta crear Auschwitz III -o Monowitz- y en los dos años posteriores se construyeron 44 subcampos cuyos prisioneros fueron obligados a trabajar en la producción industrial y de armamento.
Cámaras de gas
En 1943 los nazis construyeron cuatro crematorios más en Birkenau, cada uno incluía una cámara de gas que estaba disfrazada de ducha para engañar a los sentenciados.
En total, 1 millón 300 mil personas estuvieron en el campo de concentración y exterminio durante sus cinco años de funcionamiento, se estima que 1,1 millón de ellos fueron asesinados, siendo el 90% de las víctimas judías.
La mayoría de las muertes se dieron en el campo de Birkenau, mediante las cámaras donde se utilizaba el compuesto químico Zyklon B en estado gaseoso. Este método de exterminio les permitía a los nazis liquidar desde 5 mil hasta 10 mil reclusos en solo 25 minutos.
Las cámaras, además, contaban con paredes que aislaban el sonido y un operador que observaba toda la ejecución desde una mirilla instalada en la parte alta.
Experimentos
“El trabajo te liberará”, dice el cartel que recibía a quienes llegaban al campo de Auschwitz a bordo de uno de los vagones de carga que no contaban con ventanas y en el que muchos morían debido a asfixia o aplastados.
Al descender de ellos, los prisioneros eran obligados a formar en largas filas donde seleccionaban a quienes morirían de inmediato y quiénes deberían cumplir trabajos forzosos.
Además, un pequeño grupo era seleccionado para los experimentos que se llevaban a cabo en la Barraca 10. El encargado de dirigir la selección y la mayoría de experimentos desde 1943 fue el médico y capitán de la SS Josef Mengele, apodado “El Ángel de la Muerte”.
Mengele experimentó principalmente con niños, gemelos, personas con enanismo, mujeres embarazadas y hombres gitanos. A las víctimas les practicó mutilaciones, inyecciones de diferentes tipos de virus, radiación sobre fetos y extirpaciones, entre otros.
Alzamiento
Luego de que un grupo de prisioneros era liquidado en las cámaras de gas, ingresaban los Sonderkommando, prisioneros obligados a limpiar el lugar y cremar los cuerpos.
El 7 de octubre de 1944, cientos de Sonderkommando se rebelaron al enterarse que iban a ser asesinados. Un grupo de ellos consiguió explosivos almacenados por los nazis y durante la revuelta mataron a 3 guardias además de volar un crematorio y una cámara de gas.
La revuelta, sin embargo, fue rápidamente controlada por los nazis, quienes capturaron a los 250 rebeldes y los ejecutaron inmediatamente. Además, establecieron la ejecución periódica de los nuevos Sonderkommando para evitar que puedan organizarse.
Liberación
El 27 de enero de 1945 las fuerzas soviéticas ingresaron al campo de Auschwitz. El ucraniano Anatoly Shapiro fue el primer oficial soviético que entró al lugar, según un artículo de la BBC.
“No teníamos la menor idea de la existencia de ese campo. Mi comandante no nos había dicho nada sobre este asunto”, contó en el 2005 el oficial al diario New York Daily News. “Vimos algunas personas vestidas con harapos. No parecían seres humanos, lucían terrible, eran puro hueso”.
El campo que encontraron los soviéticos, sin embargo, ya había sido objetivo de bombardeos de los mismos nazis en noviembre de 1944 como parte de un intento por ocultar parte de la barbarie ahí cometida.
El hedor que salía de las barracas, sin embargo, llevaron a que los soldados de Shapiro le suplicaran abandonar el lugar. “Mis soldados no lo podían soportar y me rogaban para que los dejara ir. Pero teníamos una misión que cumplir", contó el oficial.
Para los soviéticos fue imposible encontrar alguna evidencia física relacionada al genocidio cometido en Auschwitz, debido a que los nazis habían empezado la huida desde enero de ese año.
Como parte de ello tomaron a unos 10 mil prisioneros y los obligaron a participar de una de las denominadas “marchas de la muerte”, un tortuoso viaje a pie que realizaban cada vez que un campo estaba a punto de ser tomado. En este caso, ninguna persona sobrevivió al escape. La mayoría moría por agotamiento o inanición, mientras que otros eran ejecutados por los nazis debido a que retrasaban la huida.