El brutal asesinato de tres niñas la semana pasada en la localidad de Southport, al noroeste de Inglaterra, ha provocado los mayores disturbios de los últimos 13 años en el Reino Unido. Las autoridades británicas han advertido, sin embargo, que las violentas manifestaciones en las que más de 300 personas han sido arrestadas fueron azuzadas por información tendenciosa y falsa difundida por movimientos antiinmigrantes.
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El lunes 29 de julio, un joven de 17 años acuchilló a un grupo de niños y adultos que participaban de un taller de yoga que tenía como temática principal la música de la famosa cantante estadounidense Taylor Swift. El ataque provocó la muerte de tres niñas identificadas como Bebe King (6 años), Elsie Dot Stancombe (7) y Alice Dasilva Aguilar (9), además de dejar heridos a otros ocho niños y a dos adultos.
Pocas horas después del brutal crimen, diferentes cuentas en redes sociales comenzaron a asegurar que el atacante era un migrante musulmán llamado Ali Al-Shakati, quien había llegado al país de forma ilegal un año antes navegando a través del Canal de La Mancha.
En consecuencia, se desató una ola de protestas contra la migración y el islam, registrándose incluso ataques contra una mezquita y albergues para solicitantes de asilo, y dejando a por lo menos 50 agentes policiales heridos. El gobierno del primer ministro Keir Starmer sindicó a “grupos de extrema derecha” como la Liga de Defensa Inglesa de ser azuzadores de los disturbios.
Las autoridades británicas han reportado disturbios en diferentes pueblos ingleses y en importantes ciudades como Liverpool, Rotherham, Sunderland o Londres agrupadas bajo el eslogan “Enough Is Enough” (Basta ya, en español).
Ante la seria agitación social, el último jueves el juez Menary KC decidió levantar el anonimato del acusado e informó que se trata de Axel Rudakubana, de padres ruandeses y nacido en Cardiff, Gales. La decisión del magistrado buscó evitar el riesgo de “permitir que otras personas con malas intenciones sigan difundiendo desinformación” sobre el caso.
Rudakubana, quien en estos días cumplirá 18 años, tendría un “diagnóstico de trastorno del espectro autista” y se había mostrado “poco dispuesto a salir de casa y a comunicarse con la familia durante un periodo de tiempo” antes del ataque, según diversos medios británicos.
El acusado se ha acogido a su derecho de no declarar durante la primera audiencia en su contra, donde se informó que en su contra pesan tres cargos por asesinato, diez por tentativa de homicidio y uno más por portar un arma blanca. Además, su familia ha sido trasladada por las autoridades para velar por su seguridad ante las continuas amenazas en su contra.
“Este caso encuentra su origen en una situación que lamentablemente se ha vuelto repetitiva, una persona ataca con un cuchillo en medio de una situación totalmente pacífica y causa víctimas mortales o heridos de gravedad. La reacción también responde a que ha habido muchos de estos casos últimamente en distintos países. Esto, además, se ve agitado por un rumor, una noticia falsa que sindicaba a un fundamentalista islámico como el autor. En el Reino Unido han ocurrido con cierta frecuencia estas explosiones sociales, violentas y duraderas, que cuando empiezan cuesta mucho apaciguar, pero que ahora se ven agitadas por un sentimiento antimigratorio y un nacionalismo mal entendido”, comenta a El Comercio el director del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Piura e internacionalista Enrique Banús.
- Parar los disturbios -
Esta es la primera crisis social que enfrenta el primer ministro laborista Keir Starmer desde su llegada al número 10 de Downing Street hace apenas un mes. Sin embargo, el experimentado político ya ha tenido que lidiar con crisis similares en el pasado.
La situación actual trae a la memoria lo ocurrido en el 2011 en el Reino Unido, cuando la policía mató a Mark Dugan en un presunto caso de racismo y desató un estallido social que encendió las calles británicas. “Durante las protestas del 2011, Starmer era director del Ministerio Público e impuso los juicios rápidos a modo de elemento disuasorio. Es decir, se habilitó a jueces específicamente para estos casos y se aplicó condenas rápidas con todas las garantías legales a quienes estuvieron involucrados en los hechos violentos”, explica Banús.
Durante el fin de semana Starmer calificó como “matones de ultraderecha” a los responsables de los disturbios y convocó para este lunes 5 a su gabinete de emergencia. Tras dicha reunión, el premier anunció la creación de una unidad permanente de 400 agentes de policía especializados para lidiar con disturbios violentos.
Según el Consejo de Jefes de Policía británico, al cierre de este artículo se han realizado 378 detenciones en medio de las protestas.
Esto, además, crea un nuevo problema para el gobierno de Starmer en un país donde de por sí ya lidian con una creciente sobrepoblación carcelaria. Pese a ello, el premier afirmó que se asegurarán de tener “los lugares que se necesitan (por las cárceles) para llevar rápidamente a los responsables ante la justicia”.
Durante el fin de semana, además, el gobierno británico ordenó aumentar la protección de las mezquitas en el país para evitar nuevos ataques, una medida que fue agradecida por diferentes organizaciones musulmanas del Reino Unido.
Pese a estas medidas iniciales, países como Australia, Nigeria, Indonesia o Malasia recomendaron a sus ciudadanos extremar las precauciones al viajar al Reino Unido y evitar las zonas conflictivas. El gobierno australiano incluso consideró que el suelo británico se encuentra bajo “amenaza terrorista” a causa de estos grupos violentos.
- Problema de fondo -
“La solución pasa por distintos planos. El primero es atacar este problema de orden público con medidas como las que ya anunció el gobierno. Pero después se deben considerar otras acciones a mediano y largo plazo”, opina Banús.
Según el experto, lo que revelan estos violentos disturbios es el creciente sentimiento antimigrante y racista que existe en partes de la sociedad británica y que estos grupos radicales buscan capitalizar. “Hay gente que comparte el sentimiento de inseguridad, de incertidumbre, pero que no se manifiesta de manera radical, sino que lo analiza de manera civilizada y democrática. Lo innegable es que el sentimiento está ahí y no es culpa de quien está ahora (en el Gobierno) sino de todos los anteriores, porque el tema migratorio no está resuelto y es un problema real en el que cualquier solución es mala”, reflexiona.
Como prueba de lo que señala Banús hace falta tan solo revisar los últimos cuatro años en el Reino Unido. En el 2020, por ejemplo, se concibió un plan que sería anunciado dos años más tarde por el entonces premier Boris Johnson, y en el que se planteaba como solución a los crecientes cruces por el Canal de la Mancha la deportación de los solicitantes de asilo hacia Ruanda.
Luego de años de debates en las distintas cámaras legislativas y bloqueos judiciales, en abril de este año el Parlamento británico aprobó el plan impulsado por el entonces jefe de gobierno Rishi Sunak. La llegada de Starmer al gobierno puso fin al polémico Plan Ruanda, pero el rechazo a la migración irregular había quedado retratado en un país que buscaba poner solución a este problema con medidas tan drásticas como el Brexit.
“La promesa era que con el Brexit esto iba a disminuir pero ha empeorado. La crisis migratoria es uno de los problemas más graves y más difíciles en Europa. No se pueden cerrar las fronteras a cal y canto, porque los países civilizados deben seguir siendo países de acogida y no solo para la migración que les interesa. Esto último, por ejemplo, es el gran debate en Alemania. Se necesitan migrantes calificados para el mercado laboral, pero también hay gente que huye de situaciones de persecución, hambrunas y mucha necesidad. Es un problema de muchas capas donde han fracasado gobiernos de izquierda, de derecha y de centro”, agrega Banús.
El internacionalista recalca, además, que lo sucedido en el Reino Unido es una alerta de los riesgos que enfrentan las sociedades a causa de las noticias falsas y las herramientas de desinformación. “Para eso la única solución, pero es realmente complicada, es la formación cívica. Es decir, enseñar a distinguir y a no dejarse llevar por reacciones puramente viscerales. Pero, claro, eso tiene que ver con el sistema de educación y con la consolidación de la educación informal; es decir, con la que se da en la familia, en los grupos sociales y demás. Siempre estamos hablando del pensamiento crítico pero de nada sirve si la gente está luego en unos círculos muy viscerales y eso compensa enseguida cualquier atisbo de formación crítica”, comenta al respecto.