El ataque a la central de Zaporizhzhia ha avivado uno de los temores más profundos de la humanidad: volver a sufrir los horrores de una catástrofe atómica. Por eso, cuando los proyectiles rusos impactaron este viernes 4 en la mayor planta nuclear de Ucrania y de Europa y algunas de sus instalaciones empezaron a arder todas las alarmas empezaron a sonar.
“Las operaciones militares alrededor de instalaciones nucleares y otras infraestructuras civiles no son solo inaceptables, sino altamente irresponsables”, afirmó la ONU. “Hemos sobrevivido a una noche que pudo poner fin a la historia. La historia de Ucrania. La historia de Europa”, dijo, por su parte, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, luego de que las tropas rusas ocuparon la planta nuclear de Zaporizhzhia, a unos 150 kilómetros al norte de la península de Crimea.
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Aunque los bomberos extinguieron el fuego y no se reportaron víctimas, lo sucedido ha puesto como prioridad el debate sobre la seguridad nuclear en la guerra iniciada por Rusia. Los temores son más fuertes debido a que la antigua república soviética invadida es un país nuclearizado. Cuenta con cuatro plantas de ese tipo que tienen a su vez 15 reactores con capacidad para producir 13.835 megavatios, los mismos que proveen más del 60% de la electricidad que produce el país.
Para Román Ortiz, analista español del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid), es claro que el objetivo del ataque ruso era controlar la planta nuclear por su capacidad de generar energía. De hecho, la central de Zaporizhzhia proporciona más de una quinta parte de la electricidad de toda Ucrania, por lo que su captura fue un gran triunfo para el presidente Vladimir Putin tras ocho días de guerra en los que otros avances rusos se ralentizaron por una feroz resistencia ucraniana.
“Parte de la estrategia de Putin para someter a Ucrania es destruir su infraestructura crítica y hacer insostenible la vida en las zonas que queden bajo control del gobierno ucraniano. Yo no creo que el objetivo fuese destruir la planta, lo que pasa es que en el proceso evidentemente se puso en riesgo la seguridad de la instalación nuclear”, dice Ortiz a El Comercio.
El experto enfatiza que no se puede perder de vista que esta guerra se está combatiendo en un entorno tecnológica y socialmente avanzado, lo que hace que el enfrentamiento involucre, por ejemplo, la destrucción de infraestructura clave, entre la que se encuentran las plantas nucleares o las plantas químicas.
“La otra característica es que una parte muy grande de los combates están teniendo lugar en los espacios urbanos y eso quiere decir que se van a afectar a muchos más civiles porque estos están concentrados en dichos espacios. Este conflicto tiene efectos potencialmente mucho más graves”, agrega.
“Herencia envenenada”
Debido a su pasado soviético Ucrania es un país nuclearizado, pero, paradójicamente, no cuenta con ninguna arma nuclear.
Ortiz recuerda que Ucrania heredó de la Unión Soviética un número importante de armas nucleares, a las que renunció a causa de las fuertes presiones por parte de Rusia y Estados Unidos, que pidieron que entregase ese poderío con miras a prevenir el riesgo de su proliferación.
Ucrania se comprometió a desarmarse en el Tratado de Budapest en 1992, que fue firmado por Ucrania, Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido. A cambio de la entrega de las armas nucleares los firmantes se comprometían a garantizar la integridad territorial de las fronteras de Ucrania.
“Y ahora uno de los firmantes del Tratado de Budapest está invadiendo Ucrania. ¿Cuál es la lección número uno que todo el mundo en todas partes va a aprender? Primero, que un arma nuclear es la mejor garantía para mantener tu integridad territorial y tu soberanía; y segundo, que si la consigues no la sueltes bajo ninguna circunstancia porque unos años después te pueden invadir”, afirma Ortiz.
Por ello, el experto considera que lo ocurrido en Ucrania afecta a todos los esfuerzos para desnuclearizar cualquier país. “Nadie va a querer soltar sus armas nucleares porque lo que se está demostrando es que si dejas esas armas te invaden y quedas a merced de otros”.
Lo que Ucrania sí mantiene de su pasado soviético son los sistemas de reactores nucleares inseguros. “Ese es el problema, esa es una herencia envenenada de la Unión Soviética. Ucrania arrastra ese pasado en términos de una estructura industrial muy anticuada, una estructura energética también bastante antigua y ese tipo de estructuras son muy inseguras”, sostiene Ortiz.
¿Otro Chernobyl?
Para el experto la prueba más grande de la inseguridad de esas instalaciones es el desastre nuclear de Chernobyl, ocurrido en abril de 1986 en la misma Ucrania, cuando este país formaba parte de la Unión Soviética.
Fue precisamente el fantasma de esa tragedia el que sobrevoló en el mundo durante el ataque a la planta de Zaporizhzhia. Pero, más allá de los temores, ¿es posible que algo así pueda volver a ocurrir?
Ortiz considera que es muy difícil porque el desastre de Chernobyl se originó por un problema de diseño y funcionamiento de la planta y no porque la central nuclear sufriese los efectos de un ataque.
“Es muy improbable que eso vuelva a ocurrir. Ahora, la posibilidad de que la campaña militar rusa termine en una clase de desastre medioambiental, incluida la contaminación nuclear o la contaminación química yo creo que es perfectamente factible. Eso sí puede pasar”, añade.
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