(Foto: Reuters)
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Redacción EC

El grupo Estado Islámico (EI) atacó por primera vez a Irán. Dos atentados suicidas, uno en el Parlamento de Teherán y otro en el Mausoleo del ayatolá Jomeini, dejaron una cifra de al menos 12 muertos y cerca de 39 heridos.

En una semana en la que los atentados del grupo yihadista han sido una constante, como lo demuestran los ataques en Londres, París y ahora Teherán, la pregunta que muchos se hacen, en general, es la razón de esta seguidilla y, en particular, por qué ahora elige a un país, que no había atacado antes, como blanco de su terrorismo.

Las respuestas pueden ser variadas y el enfoque tiende a cambiar de acuerdo a cómo se planteen los argumentos. Irán siempre ha estado en la mira del Estado Islámico, pues lo considera un país infiel, que profesa otro tipo de islam, distinto al que está escrito y promueve el Corán, el libro sagrado para los musulmanes. Y esto precisamente tiene que ver con la vieja rencilla que ha enfrentado a las dos ramas principales de esta religión: la suní y la chií.

—Traidor—

El grupo Estado Islámico se puede enmarcar en la tradición islámica suní, aquella que surgió tras la muerte del profeta Mahoma y que consideró que su sucesor no debía, necesariamente, ser alguien de su familia, es decir, no era necesario que llevara su sangre. La corriente chií consideró lo contrario.

Además de ello, el Estado Islámico practica una corriente del islam suní conocida como Wahabismo, que es la más sectaria y radical y que tiene sus orígenes en Arabia Saudí, la potencia suní y el gran rival de Irán en Oriente Próximo.

El país persa, por su parte, es la potencia regional del islam chií. Tanto saudíes como iraníes han buscado expandir su base hegemónica en los países vecinos por medio de terceros.

A Irán se le ha considerado como patrocinador de grupos extremistas como el libanés Hezbolá y el palestino Hamas. Y de Arabia Saudí se ha llegado a decir que patrocinó en algún momento al grupo Estado Islámico, cuando apenas era una organización conocida como al-Qaeda en Iraq y luchaba contra el gobierno chií de Nuri al Maliki.

Bajo esta perspectiva las razones que tendría el EI para atacar Irán serían numerosas, considerando que se enmarca en la confrontación entre suníes y chiíes. De hecho, el grupo yihadista ha tildado a Irán, en varias ocasiones, y mediante propaganda en la web, de traidor y lo ha amenazado con ataques directos, como los de este miércoles.

—Siria e Iraq—

La situación en Siria e Iraq explican aún más esta animadversión. Irán es uno de los patrocinadores del régimen de Bashar al Assad en Siria. En efecto, desde que inició la guerra civil en el país, Teherán se metió de lleno a respaldar a Al Assad con el envío de algunas tropas por parte de la Guardia Revolucionaria y también con la financiación del grupo libanés Hezbolá, que lucha contra los rebeldes suníes en las regiones del sur de Siria.

Teherán patrocina al régimen de Damasco, entre otras cosas, porque Al Asad hace parte de la etnia Alawita asociada con el islam chií, lo que le da al país persa la oportunidad de tener una gran influencia en este país, clave por sus rutas marítimas que tienen salida al Mediterráneo.

Cuando el EI se tomó gran parte del territorio sirio y anunció su califato en 2014, mostró su intención clara de sacar a Al Asad del poder. Esto lo ha llevado a enfrentarse, entre otros, con las milicias chiíes patrocinadas por Irán y con las tropas leales al gobierno de Al Asad, además de los kurdos y los bombardeos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos.

Por el lado iraquí, la situación es similar, pues después del gobierno chií de Al Maliki, llegó el también chií de Haider al Abadi. Irán es defensor de este régimen y patrocinador de las milicias chiíes que lo resguardan y Estado Islámico, al igual que en Siria, busca tumbarlo.

—El asalto final—

Estado Islámico se encuentra en una situación decadente, pues ha perdido más del 70 por ciento de su territorio. Actualmente, sus dos bastiones más importantes, uno en Siria y el otro en Iraq, son asediados por las fuerzas gubernamentales, las milicias chiíes, los kurdos y la colación internacional. Hablamos de Al Raqa en Siria, considerada la capital del califato, y Mosul, la segunda ciudad más importante en Iraq, por población y reservas petroleras.

Ya la parte oriental de Mosul fue liberada y la parte occidental está a punto de caer, en una batalla que ha durado más de siete meses y que ha dejado miles de víctimas civiles. Estado Islámico resiste con lo poco que le queda, pero su caída es inminente.

Al Raqa vive una situación similar, aunque hasta ahora empieza. De hecho, no es de extrañar que el ataque en Teherán haya ocurrido justo un día después de que la alianza árabe-kurda haya anunciado que entró a esta ciudad para dar inicio al asalto final para tomarse este bastión del grupo yihadista.

El califato se acaba y su recurso es perpetrar más ataques terroristas en otros países para que no lo den por muerto. E Irán, uno de sus grandes enemigos, siempre será un blanco predilecto.

Fuente: El Tiempo, GDA
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