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Ismael Monzón

El cuerpo de Totò Riina ya está en el célebre municipio siciliano de Corleone, donde compartirá descanso eterno con otros capos de la Cosa Nostra como Michele Navarra o Bernardo Provenzano.

La figura del mafioso italiano más sanguinario, al que se le atribuyen unos 150 asesinatos, marcó la historia de la organización criminal. Entre los años 80 y principios de los 90, desató una carnicería entre clanes y le declaró la guerra al Estado, con la ejecución de políticos, policías, periodistas y sobre todo de los dos jueces que pusieron contra las cuerdas a la estructura mafiosa: Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.

Ambos fueron asesinados en 1992, el mismo año que se puso en funcionamiento la Dirección Nacional Antimafia, un órgano ideado por Falcone para investigar los delitos mafiosos. Hoy la institución está en pleno proceso de cambio, ya que su fiscal jefe, Franco Roberti, acaba de cesar en el cargo. Ocupa temporalmente su puesto el fiscal nacional adjunto, Giovanni Russo, quien se curtió durante años en los tribunales de Nápoles –bastión de la Camorra– y en estos momentos se sitúa al frente de la lucha del Estado contra la mafia.

—¿Qué representó para la mafia Totò Riina?

Pienso que ante la muerte de Riina se debe recordar antes a las víctimas que dejó a través de una violencia atroz. Representó la peor mafia posible, una mafia terrorista que eligió atacar al Estado desde la violencia. Pensó de forma utópica que podría derrotarlo asesinando a sus mejores hombres. Sin embargo, esta forma de forzar la mano provocó su propio fin. El Estado reaccionó desde un punto de vista militar y legislativo, sin acceder a leyes extraordinarias.

Riina, el jefe más poderoso de la mafia siciliana del siglo XX. (AP)
Riina, el jefe más poderoso de la mafia siciliana del siglo XX. (AP)

—Riina fue detenido, pero la mafia continúa. ¿Cómo es ahora, más blanda?

Es una mafia no terrorista. Es una organización que ha vuelto a sus orígenes y que se asimila más a otras organizaciones internacionales. Se dirige a la economía, a condicionar el poder político, a infiltrarse donde se puede hacer dinero. Se centra en el tráfico de negocios internacionales. Sigue rigiendo la ‘omertá’ [ley del silencio] o la supervivencia en el territorio, pero busca nuevos mercados.

—¿En qué modo cambió el Estado?

Tomamos la herencia de Falcone, bajo el lema de “Follow the money”. Es decir, seguir la pista del dinero. Cuando nos dimos cuenta de que las inversiones eran su verdadero talón de Aquiles, aprobamos leyes para combatir el reciclaje y rastrear las transacciones sospechosas. Solo el año pasado hubo 110.000 advertencias en este sentido. Para frenar su implicación en política, se impusieron leyes para intervenir las administraciones en las que hubiera infiltración mafiosa.

Riina, el jefe más poderoso de la mafia siciliana del siglo XX.
Riina, el jefe más poderoso de la mafia siciliana del siglo XX.

—Desde hace años se habla de un nuevo capo, Matteo Messina Denaro. ¿Es el heredero?

Messina Denaro se encuentra fugado desde hace años, pero tiene las horas contadas. Su naturaleza es distinta. Si comenzaran a matar, diríamos que hay nerviosismo en el seno de la Cosa Nostra, pero si lo que quiere la mafia es controlar los negocios, es necesaria una llamada paz mafiosa.

—¿La mafia es ahora más débil que en los 90?

No, es erróneo medir la fuerza de la mafia desde un punto de vista militar. Hoy las mafias son fuertes porque han mudado la piel. Han cambiado su dirección y la modalidad de su actividad. Lo que sí puedo decir es que el Estado es más fuerte. Tenemos un aparato de magistrados antimafia, expertos en terrorismo y policías especializados que dan formación a cuerpos de todo el mundo.

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