Luego del lanzamiento de misiles por parte de Irán contra Israel del martes último, el mundo contiene el aliento a la espera de la respuesta que vendrá desde el estado hebreo. El ataque iraní se produjo el mismo día en que Israel anunció operaciones militares terrestres “focalizadas y selectivas” contra Hezbolá en el sur del Líbano.
Si bien los llamados internacionales a la desescalada se han multiplicado para evitar una guerra regional, el portavoz de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel), Daniel Hagari, ha advertido que habrá consecuencias: “Estamos en alerta máxima, tanto defensiva como ofensivamente. Defenderemos a nuestros ciudadanos. Tenemos planes y actuaremos en el lugar y el momento que decidamos”.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tampoco dejó pasar mucho tiempo para sentar una postura muy clara, diciendo que Irán “no comprende” la determinación de su país para tomar represalias contra sus enemigos. “Ellos lo entenderán, respetaremos la regla que hemos establecido: a quien nos ataque, nosotros lo atacaremos”.
El cruce de amenazas se completó de inmediato con la declaración de los Guardianes de la Revolución, el ejército de élite del estado persa, en un comunicado divulgado por la agencia de noticias Fars: “Si el régimen sionista reacciona a las operaciones iraníes, enfrentará ataques demoledores y más contundentes”.
Hay una variedad de opciones que estaría sopesando Israel para responder al ataque iraní. El escenario más extremo es que el estado hebreo bombardee las instalaciones nucleares que posee la república islámica. En abril, cuando ocurrió el último intercambio de fuego entre ambos enemigos, Israel disparó contra una base aérea de Isfahan, una ciudad rodeada de plantas atómicas y el mensaje al régimen de los ayatolas pareció bastante claro: “Estamos cerca de lo que más cuidan y protegen”.
El exprimer ministro israelí Naftali Bennett (2021-2022) no tiene dudas: es hora de destruir el programa nuclear iraní: “Tenemos la justificación y tenemos las herramientas. Ahora que Hezbolá y Hamas están paralizados, Irán está expuesto”, anima a dar el paso. En cambio, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, reconoce el derecho de réplica israelí, pero advierte que las represalias no deben dirigirse contra las centrales nucleares sino, en todo caso, contra las instalaciones petroleras.
Irán no posee supuestamente bombas atómicas y sus autoridades niegan estar utilizando su programa nuclear civil para desarrollarlas, pero las dudas en Occidente persisten. Lo cierto es que el año pasado la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) encontró partículas de uranio enriquecidas hasta un 83% de pureza, muy cerca del 90% de calidad requerida para fabricar bombas nucleares.
El país persa tiene varias plantas nucleares. Las principales son Natanz y Fordo, la primera a 100 metros de profundidad y la segunda al interior de una montaña, contando ambas con sofisticadas defensas antiaéreas y dedicándose las dos al enriquecimiento de uranio. EE.UU. tiene una bomba llamada GBU-57 que puede destruir instalaciones subterráneas, pero según expertos militares, al ser Natanz y Fordo bases estilo búnker tan profundas, un ataque contra ellas podría dañarlas, pero no destruirlas.