Cigarrillos, tequila, flores, pasteles o manzanas son cosas que llevan a los altares de la Santa Muerte. “Hay quienes dejan drogas y alguna vez sangre humana. Se ve todo lo que puedas imaginar”, explica Regnar. (AFP)
Cigarrillos, tequila, flores, pasteles o manzanas son cosas que llevan a los altares de la Santa Muerte. “Hay quienes dejan drogas y alguna vez sangre humana. Se ve todo lo que puedas imaginar”, explica Regnar. (AFP)
Renzo Giner Vásquez

En el 2001 un altar ubicado en Tepito, uno de los barrios más peligrosos de Ciudad de México (CDMX), mostraba a una calavera ataviada con mantos propios de un santo. Diecisiete años después, el altar de Enriqueta Romero –o doña Queta– se ha convertido en el pilar de la Santa Muerte, que cuenta con un número indeterminado de seguidores en CDMX, Monterrey, Puebla y EE.UU. Entre el 2002 y el 2008, el antropólogo Regnar Kristensen fue testigo directo del crecimiento de la curiosa veneración.

—¿Cómo un danés termina estudiando a la Santa Muerte en México?
Fue al azar. Trabajaba en México y un día paseando con mi novia –quien ahora es mi esposa– nos cruzamos con un altar de la Santa Muerte. Era el 2002 y era uno de los primeros altares que había en las calles. Si bien en México había un montón de altares, nunca había visto uno con un esqueleto. Nos llenó de curiosidad, preguntamos a quienes lo instalaron qué significaba, y nos contaron un poco, pero en realidad no sabían mucho. Así que nos mandaron al que ahora es el altar mayor, el de doña Queta, en el barrio de Tepito.

—Uno de los barrios más antiguos de CDMX.
Exactamente. Pero también complicado, es como el Bronx de CDMX. Fuimos de los primeros que no eran del barrio y preguntaban por la Santa Muerte. Así conocimos a doña Queta. Ella nos invitó a pasar y poco a poco nos hicimos amigos, vivimos viendo cómo ese culto creció muchísimo. Con ella visitamos todos los altares que se iban levantando. Puedo decir que vi los inicios del culto.

—¿Cuán importante es la figura de doña Queta en Tepito?
Es un pilar muy importante, pero en realidad la estructura está un poco desorganizada. No hay un obispo o similar. Aunque hubo un sacerdote [David Romo] que quiso aprovecharse del culto y se autonombró arzobispo de la Santa Muerte, pero nunca tuvo la misma convocatoria que doña Queta. Él terminó preso [acusado de pertenecer a una banda de secuestradores] y su iglesia ya casi no existe. Aunque sí tuvo algo de importancia, le dio un toque más católico.

—Pero la Iglesia Católica rechaza a la Santa Muerte.
Debemos separar a los líderes de la Iglesia, que la han tildado de satánica, de los sacerdotes en la calle. Yo he encontrado a un montón de sacerdotes que no están en contra. Algunos lamentan que hayan preferido a la Santa Muerte antes que a San Judas Tadeo, pero entienden. En todo caso, quienes sí se muestran mucho más en contra son los protestantes. Ven un conflicto en llamarla santa porque no es una persona. La gente de Tepito le reza a la muerte, pero buscando que los ayude, que les haga bien, aunque muchos de ellos sean criminales.

—Los críticos dicen que es la santa de los narcotraficantes y delincuentes .
Lo que más le piden es salir de la cárcel. Así creció su popularidad. Pero a San Judas Tadeo también le rezan los presos. Los santos son ambiguos en la creencia popular.

—¿Ocupa un lugar que la Iglesia no pudo llenar?
La gente la busca porque no es tan pura. Es más humana, aunque nunca fue humana. Los santos llevaron una vida ejemplar, la Santa Muerte no. La reconocen como uno de ellos. Por eso la llaman Flaquita, Nenita, Mamita. Hay un vocabulario muy rico en torno a ella, le celebran cumpleaños y la regañan si no les concede un milagro.

—¿En serio?
[Risas] Sí, algunos le reclaman por qué no les cumple nada si siempre le regalan flores. Es como si la muerte fuera un familiar para ellos.
—En la cultura occidental crecemos temiéndole a la muerte. ¿Por qué allá no?

Todas las culturas saben que la muerte está presente, pero los mexicanos tuvieron la habilidad de incorporarla en su vida cotidiana. Yo ahora vivo en Dinamarca y se discute mucho la visión que tenemos sobre el momento de morir. Tomamos como ejemplo a México para cambiar eso.

—¿Cómo empezó la veneración a la Santa Muerte?
En los años 50 la Santa Muerte tenía una visión más diabólica, estaba más ligada a la brujería. Óscar Lewis escribe al respecto en “Los hijos de Sánchez”. Pero algo pasó a fines de los 90 que convirtió a esa figura maligna, de repente le bajaron el poder. Con esa nueva imagen muchas mujeres pedían que sacara a sus hijos de las cárceles. El sistema judicial en México deja mucho que desear, por lo que muchos jóvenes salían después de medio año, culpables o no. Entonces, estas personas lo veían como milagros. Así comenzaron a crecer las historias y el mito.

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