En 48 horas habrá cambio de inquilino en la Casa Rosada. Mauricio Macri le cederá las llaves del poder a Alberto Fernández. No será solo la vuelta del peronismo al Ejecutivo, sino también el regreso de Cristina Fernández de Kirchner, aunque muchos no terminen de creer en su rol de vicepresidenta.
El analista político Joaquín Morales Solá, cuyas columnas en “La Nación” están entre lo más leído de ese diario, conversó con El Comercio lo que se viene en Argentina.
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—Se temía una transición agitada tras las elecciones del 27 de octubre, pero ello no ha ocurrido...
Absolutamente, hemos vivido una transición sueca. Por primera vez desde 1928 un presidente no peronista va a concluir su mandato en tiempo y forma, el último fue Marcelo Torcuato de Alvear, pasó casi un siglo de eso.
—¿No llama la atención esta tranquilidad con el contexto económico difícil que vive Argentina y con tanta convulsión en la región?
Yo encuentro un par de explicaciones. En primer lugar, hubo elecciones, así que la insatisfacción social se manifestó a través del voto. Y segundo, ganó el peronismo. No sé si esto hubiera sido tan pacífico si Macri se imponía en las urnas.
—¿Hay más paciencia y tolerancia con el peronismo?
Claro que sí. El peronismo ha hecho cosas que ningún político que no sea peronista hubiera podido siquiera proponer: recuerde lo que hizo Menem en materia de jubilaciones y de privatización de empresas públicas, por ejemplo. Todos los que hacen lío y protestan en las calles se identifican con el peronismo.
—¿Se avizora entonces una luna de miel en los primeros meses del nuevo gobierno a pesar de la severa crisis económica?
Quizá será un primer tiempo corto. La crisis económica argentina es muy complicada. Tres de nuestros últimos presidentes tuvieron situaciones a favor: Menem, las privatizaciones; Kirchner, los precios excepcionales de los ‘commodities’; y Macri, el crédito que se había perdido con el ‘default’ de principios de siglo. Fernández no tendrá ninguno de esos tres elementos: no tiene nada para vender, los precios de los ‘commodities’ se cayeron y los créditos que le quitaron a Macri se los quitarán también a él. Pero lo ayuda esta mayor flexibilidad de la calle con el peronismo.
—¿Cuán fuerte será la presencia o influencia de Cristina en el poder?
Acá ha habido dos períodos, uno previo a la elección donde ella lo elige a él. Desde el sector cristinista, se dejó trascender que ella estaba cansada, que era una mujer de 66 años, que había pasado mucho estrés en el poder, que había sufrido mucho en los últimos años por lo que ella llama la persecución judicial y que buscaba cierta tranquilidad como vicepresidenta y que quien iba a gobernar era Alberto. Eso llevó a votar por él porque no es un hombre que provoca la irritación que sí desata Cristina en muchos sectores.
—¿Y el segundo período?
Lo estamos viendo desde que volvió de Cuba hace dos semanas. Cristina no está cansada ni quiere tranquilidad ni alejarse del poder. El nuevo Congreso lo diseñó a su medida, su hijo es el presidente del bloque de diputados peronistas, vetó algunos nombres para el Gabinete Ministerial y colocó a otros. Está teniendo una importancia inédita en la política argentina en cuanto a la participación de un vicepresidente en la gestión efectiva de un gobierno. Eso nunca había pasado en nuestra historia.
—¿Los ímpetus renovados de Cristina hacen temer una convivencia difícil con el mandatario?
Es prematuro saberlo, pero conozco a Alberto Fernández, es un hombre de mucho carácter, no va a permitir que luzca como simple títere de ella. A esto se agrega el dato histórico de que el peronismo nunca aceptó una conducción bicéfala.
—¿Se podría llegar a la confrontación abierta?
Si así fuera, estaríamos ante un escenario de crisis institucional, ya que se trata del presidente y la vicepresidenta. Sí creo que puede haber una clara toma de distancia de Alberto en cuanto a la política y las formas de Cristina.
—Ya una vez se alejó Alberto de ella, cuando era jefe de Gabinete.
Así es, fue el único funcionario que le renunció a Cristina. Durante sus ocho años al mando, ella aplicó la tesis de que de su gobierno se iban los que ella quería que se fueran, nadie podía renunciar. La única excepción fue Alberto, que le tiró la renuncia en julio del 2008 y se fue. Nunca más se hablaron hasta diciembre del año pasado.
—¿Y los líos judiciales en que está envuelta la vicepresidenta electa?
Alberto señala que Cristina es inocente, pero lo dice porque de otra manera no podría justificar el lugar donde está, no puede ser el ungido por una corrupta. Forzosamente, no puede decir otra cosa, pero en los últimos días ha cambiado un poco y ha dicho que puede haber habido faltas éticas de Cristina, pero que no son delitos.
—¿El giro más drástico en política exterior va a ser la postura frente a Venezuela?
No me imagino a Alberto con una política de respaldo a Maduro, él comparte la postura de México y Uruguay de tratar de encauzar una negociación directa y no incentivar más protestas que lo único que va a provocar es más muertos.
—¿Se alejará del Grupo de Lima?
No se va a ir porque el Departamento de Estado de EE.UU. le ha pedido que no se vaya, así no comulgue del todo con ese grupo de países con respecto a Venezuela.
—¿Se llevará bien con Trump?
Él dice que quiere llevarse bien con él, que lo único que pide es respeto. Ha tenido muy buenas relaciones con Washington estando dentro del gobierno de los Kirchner.
—Pero una cosa es Bush u Obama, y otra es Trump...
Bueno sí, Trump dificulta las relaciones con todo el mundo, así que si Alberto quiere llevarse bien con Washington tendrá que obviar algunos tuits, omitir algunas decisiones y seguir adelante en lo que puedan coincidir.
—Brasil y Uruguay, con su gobierno electo, no van a tener afinidad ideológica con Fernández...
Y tampoco Chile con Piñera, ni Bolivia ahora que no está Evo. Argentina está ahora rodeada por gobiernos de derecha o centroderecha. Pero eso solo quedará en la etiqueta si Alberto se conduce con pragmatismo. Además, él tampoco es Cristina, que se va a abrazar con Maduro, Ortega o Raúl Castro.
—¿El intercambio de exabruptos con Bolsonaro marcará la relación?
Argentina no está en condiciones de romper con Brasil, que es nuestro primer socio comercial, el mayor comprador de productos industriales argentinos. Tampoco a Brasil le conviene, hablamos de una relación bilateral comercial de más de US$26 mil millones al año.