Es el partido de Romario, del payaso Tiririca, y ahora del presidente Jair Bolsonaro. El mandatario brasileño sigue alistando su camino para postular a la reelección en el 2022, y para ello se afilió oficialmente el martes en el Partido Liberal (PL), una organización política de derecha, pero lo suficientemente pragmática para incluso haber sido aliado de Lula da Silva -el principal rival de Bolsonaro- durante seis años.
Se trata de la novena agrupación a la que se integra Bolsonaro en su larga carrera política -fue diputado durante 30 años- y a la que se afilió ahora por exigencia legal, pues así lo requiere la normativa electoral.
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El presidente llegó al poder de la mano del Partido Social Liberal, organización que abandonó en el 2019 poco después de llegar al poder y ha estado gobernando sin partido, aunque con el apoyo del influyente bloque de centro, conocido como ‘centrao’, que agrupa a varios grupos conservadores y de centroderecha y del que depende buena parte de la gobernabilidad de Brasil.
El PL es una de las principales agrupaciones del ‘centrao’ pues cuenta con 43 diputados (de los 513 escaños) y 4 de 81 senadores. Además, gobierna en el estado de Río de Janeiro y tiene 343 de los 5.570 alcaldes del país.
¿Su afiliación al PL se trata, entonces, de solo un ‘vientre de alquiler’ para poder postular a la reelección?
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“La afiliación de Bolsonaro al Partido Liberal no significa que va a dejar su discurso de ultraderecha. Y, efectivamente, está utilizando el partido como un vientre de alquiler. Su decisión es para tratar de hacer alianza con el ‘centrao’, que es un gran conglomerado de partidos de centroderecha y derecha, que son la base de apoyo que hoy tiene Bolsonaro para gobernar. Entonces, todo el eje de su discurso, de que llegó para luchar contra la política tradicional del país, no es cierto. De hecho, nunca ha salido de ahí y ahora utiliza el Partido Liberal como la única puerta de entrada para competir por la presidencia el próximo año”, comenta a El Comercio Regina Crespo, historiadora de la Universidad de Sao Paulo e investigadora titular del Centro de Investigaciones de América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“La afiliación al PL en sí dice poco sobre la ideología del discurso que Bolsonaro adoptará en las elecciones. Es un partido marcado históricamente por posiciones no ideológicas, mucho más asociadas a una dinámica transaccional con el Ejecutivo. Más bien, es, en gran medida, una señal de que el presidente entrará en la campaña del 2022 con un enfoque políticamente pragmático, combinando su discurso de ultraderecha con frecuentes asentimientos al ‘establishment’ político del país”, comenta a El Comercio Gabriel Brasil, analista para Brasil de riesgos políticos de la consultora de riesgos globales Control Risks.
Un aliado de Lula
El líder del PL es el polémico Valdemar Costa Neto, un veterano político que en sus inicios integró la formación Arena, considerada la base cívica de la dictadura militar (1964-1985), de la que Bolsonaro es tan nostálgica.
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Como recuerda la agencia EFE, con los años Costa Neto se convirtió en un político más pragmático, y en el 2002 se alió con el entonces presidente Lula da Silva consiguiendo nombrar en la vicepresidencia al empresario conservador de su partido, José Alencar.
Sin embargo, su devenir político se vio manchado cuando formó parte del escándalo ‘mensalao’, una millonaria maquinaria ilegal de contabilidad paralela que manejaba el PT (el partido de Lula) y que sirvió para sobornar a parlamentarios. Debido a ello, fue condenado en el 2013 a siete años de prisión.
“El pasado del PL con las administraciones de Lula debe tener poco impacto en la imagen de Bolsonaro entre sus votantes, dado que el papel del partido en la política brasileña es reconocido entre una buena parte de la población. Sin embargo, el hecho de que Costa Neto fuera uno de los principales actores involucrados en el escándalo del ‘mensalão’ debe ser explorado por la oposición”, agrega Brasil.
“El PL sí se alió con Lula y tiene una base grande integrada por diputados, senadores y algunos gobernadores que están en el nordeste del país, que es un área más proclive a Lula. Sin embargo, muchos de los políticos que apoyaban a Lula cambiaron de bando. Pero es improbable que todo el PL se vuelva una fuerza de apoyo a Bolsonaro. Algunos analistas ya señalan que hay la posibilidad de un quiebre dentro del partido tras la entrada de Bolsonaro a sus filas”, considera Crespo.
Gabriel Brasil también señala por qué el presidente -que aún tiene seguidores incondicionales- no ha llegado a formar un partido propio y se ha visto en la necesidad de recurrir a una formación ya establecida.
“Bolsonaro intentó entre 2019 y 2020 fundar la llamada “Alianza por Brasil”, un partido que serviría de base a su candidatura. Sin embargo, una serie de problemas de coordinación y articulación política por parte del grupo del presidente hicieron inviable la iniciativa. Es cierto que la pandemia puede haber dañado un poco el proyecto (dado que el proceso de registro de un partido bajo la ley brasileña requiere la recolección de cientos de miles de firmas en persona), pero, en términos concretos, Bolsonaro no formó su propio partido porque él nunca tuvo la capacidad de movilización práctica que se requiere en Brasil, la cual es diferente a la movilización en redes sociales”, explica.
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En busca de la reelección
Aunque todavía su postulación no es oficial, Bolsonaro ya tiene en la mira la reelección. Los comicios serán en octubre del próximo año y, desde ya, sabe que su principal rival será Lula da Silva, que por ahora sigue favorito en los sondeos.
La tarea no será sencilla pues la aprobación a su gestión sigue cayendo y se sitúa en un 22%.
Para Brasil, la situación de Bolsonaro de cara a los comicios “es muy difícil”. “Si bien la construcción de alianzas con partidos del ‘establishment’ político puede ayudarlo a construir una coalición más sólida (por ejemplo, con más recursos), los resultados económicos de su gobierno y su postura durante la pandemia dejan mucho que desear. El presidente necesitará mucho más que alianzas para compensar eso el próximo año”, apunta.
Crespo ya avizora un cargado clima electoral para el próximo año y una alta polarización en la campaña: “El año entrante será muy difícil para el país y habrá un clima de guerra. Todas las fuerzas conservadoras que están apoyando el mantenimiento de la política neoliberal van a hacer todo lo posible para derrotar a Lula. Y en el caso que gane Lula, su gobierno va a ser muy difícil”.
Pero Lula no es el único rival. También intentarán quitarle la presidencia a Bolsonaro el exjuez Sergio Moro, el emblema anticorrupción del Caso Lava Jato y que además fue su ministro de Justicia, y el gobernador de Sao Paulo, el centroderechista Joao Doria.
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