“Boric cometió el error de meter a su grupo de amigos al Palacio de la Moneda”, sentenció recientemente Marco Enríquez-Ominami, excandidato presidencial y exmiembro del Partido Socialista, antes de conocerse las nuevas -y necesarias- designaciones de ministros hechas por el presidente de Chile, tras el rotundo rechazo de la ciudadanía a la propuesta de nueva Constitución.
La ácida crítica se refería al cerrado entorno presidencial integrado por quienes fueron, junto con el ahora mandatario, los principales líderes del movimiento estudiantil que se forjó en el 2011 como Giorgio Jackson, Camila Vallejo e Iskia Siches, por citar a los nombres más emblemáticos y conocidos que han acompañado la trayectoria política de Gabriel Boric.
“Los cambios de Gabinete siempre son dramáticos y a este no le ha faltado su dosis. Tenía que doler y duele, pero es necesario. Este es uno de los momentos más difíciles que me ha tocado enfrentar”, dijo el mandatario luego de los nombramientos.
Siches fue, justamente, la ministra de más alto perfil que tuvo que dar un paso al costado en el reacomodo de fichas que hizo el mandatario el pasado lunes, horas después de conocerse los resultados del plebiscito de salida.
La expresidenta del Colegio Médico se convirtió en marzo pasado en la primera mujer en asumir el Ministerio del Interior, un hito histórico en el país. Sin embargo, fue una de las más cuestionadas y debió ceder el puesto a Carolina Tohá, del Partido por la Democracia, que formó parte de los gobiernos de la exConcertación, el conglomerado de organizaciones de centroizquierda que dirigió el país durante 20 años.
“Siches se convirtió en la primera ministra del Interior desde 1990 que no militaba en ningún partido político, no tenía experiencia en política tradicional, y eso fue considerado como una debilidad pues estuvo al frente de un despacho muy importante”, dice a este Diario el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Concepción, Christopher Martínez.
Junto con ella, uno de los cambios más relevantes ha sido el de Giorgio Jackson, quien dejó el Ministerio de la Secretaría General de la Presidencia para tomar la cartera de Desarrollo Social. En su lugar fue nombrada Ana Lya Uriarte, otra mujer emblemática del Partido Socialista y una de las más estrechas colaboradoras de la expresidenta Michelle Bachelet, quien será la encargada de tender puentes con el Legislativo.
Se trata, entonces, de un nuevo ciclo en la gestión del joven presidente quien, ante la evidencia, ha debido ceder a la experiencia y maña de políticos con trayectoria y contactos para ganar en gobernabilidad.
“Se trata de un giro de Boric hacia la centroizquierda, pero también de un giro generacional, teniendo en cuenta que su generación criticó mucho a los políticos de la exConcertación, y son a ellos a los que está trayendo al gobierno para que lo apuntalen”, comenta el politólogo chileno.
Y agrega: “Lo que está haciendo Boric es un ejercicio de pragmatismo, de traer gente con experiencia política, con redes políticas, que son capaces de armar y articular la relación del gobierno con el Congreso. Giorgio Jackson, por ejemplo, tenía malas relaciones con el Legislativo. Los puentes estaban cortados”.
Así, tanto Tohá como Uriarte, son mujeres con mucha experiencia dentro de sus propios partidos, pero también cuentan con experiencia lidiando con la oposición, lo cual no es poca cosa en un ambiente polarizado.
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Un nuevo impulso
Desde que empezó el gobierno de Gabriel Boric, que trajo mucha esperanza al progresismo chileno y latinoamericano, su gestión estuvo fuertemente ligada al proceso constituyente. Con el 78% de la población a favor del cambio de la Constitución de 1980, el presidente apostó sus reformas a la nueva Carta Magna.
Sin embargo, la labor de la Convención Constitucional -dominada por la izquierda y los independientes- fue objeto de duras críticas por sostener una agenda predeterminada y con escasa vocación de diálogo.
Aunque el texto elaborado resultó más moderado de lo que se estaba planteando inicialmente, temas álgidos como la plurinacionalidad, los sistemas de justicia y el sistema político no convencieron a la ciudadanía.
Al mismo tiempo, errores de gestión y una suma de deslices hicieron que el plebiscito de salida también se convirtiera en un plebiscito sobre el gobierno de Gabriel Boric, que tiene el 30% de aprobación.
“Al presidente Boric no le correspondía inmiscuirse tan activamente con la campaña del Apruebo, no solo por su rol de presidente sino porque amarraba la aprobación de su gestión al funcionamiento de la Convención y del resultado del plebiscito. Entonces, ahora queda en una posición de debilidad por la apabullante derrota, y se le complica bastante el escenario porque el proceso constitucional tiene que seguir andando”, prosigue Martínez.
Tras el batacazo que ha significado para la izquierda chilena la victoria del Rechazo, el presidente Boric sabe que debe hilar fino pues, sobre todo, se deben ajustar ahora los problemas de gestión para atender los problemas que verdaderamente preocupan a la ciudadanía, como la seguridad y la economía.