La histórica doble jornada electoral que se vivió este fin de semana en Chile ya dejó sus primeros resultados. Tras procesarse el 99,91% de los votos, el panorama muestra que la Convención Constituyente -encargada de reemplazar la Carta Magna redactada durante la dictadura de Augusto Pinochet- estaría conformada por 65 independientes, 53 opositores y 37 oficialistas.
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El presidente Sebastián Piñera ha sido uno de los primeros en salir al frente para aceptar la derrota de la coalición conformada por la derecha y extrema derecha chilena, confesando que tanto el Gobierno como los partidos políticos tradicionales se encuentran “lejos de las demandas y anhelos de la ciudadanía”.
“Incluso más que los resultados de la propia Convención Constituyente, donde obtuvieron un 20% de los votos, perdió un importante municipio y elecciones a gobernadores regionales. En la región metropolitana, la más importante del país, la candidata oficialista ni siquiera pasó a segunda vuelta. El gobierno ya estaba en el piso y este resultado le terminó de poner la lápida”, comenta a El Comercio el analista político chileno Patricio Navia.
“Fue una derrota porque el oficialismo logró una lista de unidad, no tenían la dispersión que vimos en las oposiciones. Con esa unidad lo que buscaban era lograr este tercio de la Constituyente para tener capacidad de veto sobre algunas decisiones que se tendrán que votar. Pero era esperable porque la popularidad del gobierno es del 9%, tiene una crítica muy fuerte por la conducción de la pandemia y por no haber podido implementar su agenda durante la gestión, por lo tanto era esperable pero no dejó de ser una gran sorpresa para ellos. Así como no vieron llegar el estallido, tampoco vieron llegar una falta de apoyo tan grande”, explica por su parte la analista política y directora del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp) Danae Mlynarz.
Piñera aún se mantendrá en el poder hasta marzo del 2022, por lo que resulta inevitable preguntarse qué le esperan durante los meses por venir. Navia considera que, sumado al debilitamiento que ha sufrido desde el estallido social del 2019, “ahora la Convención Constitucional se va a robar la película”.
“Tanto el Congreso como el presidente pasarán a un segundo plano. Dentro de unos pocos días, además, empieza la campaña para las primarias presidenciales, entonces el Gobierno no tiene mucho espacio para hacer absolutamente nada más”, señala.
LAS RAZONES DEL AUSENTISMO
Mlynarz explica que los sondeos realizados por las diferentes organizaciones sociales muestran que hay dos puntos principales que motivaron a la ciudadanía chilena a pedir un cambio de Constitución: es ilegítima y anacrónica.
“Cuando hablas con las personas en general, aparece con respecto al tema constituyente la necesidad de cambiarlo porque su origen es dictatorial y por eso ilegítimo, el resto de los actores no fueron parte de ella. Por otro lado, aparece con mucha fuerza que está a destiempo, no tiene que ver con el Chile del 2021, el país es distinto al de los 80 y su gente también. En general, la ciudadanía busca esos dos puntos sobre el origen poco democrático y la antigüedad”, detalla.
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“La Constitución de Pinochet se vino a convertir en la causa de todos los males que tenía Chile. Por eso votó tanta gente en el plebiscito del año pasado y un 10% menos este fin de semana, porque creían que la Constitución de Pinochet era todos los problemas y que esta nueva será mejor simplemente porque es producida en democracia. La gente ha votado por botar la casa antigua y no importa mucho cómo será la nueva, les basta que no sea como la de antes”, opina por su parte Navia.
El politólogo hace referencia al 50,95% de votantes que acudió a las urnas durante el plebiscito celebrado en octubre del 2020, mientras que las jornadas del fin de semana dejaron una asistencia del 43,35% de votantes habilitados.
Para Navia, la respuesta reside en que los chilenos querían deshacerse de la Carta Magna previendo que la nueva sería mejor por defecto. “(La participación) fue muy baja precisamente porque la gente quiere tener más derechos sociales, entonces votó más gente para sacar la de Pinochet. Al ver tantos candidatos y opciones, muchos optaron por no votar porque dieron por hecho que la nueva Constitución ya incluirá más derechos sociales”, explica.
Para Mlynarz, detrás del ausentismo habría más razones sociales, como el miedo al Covid-19 y la complejidad del proceso. “En esta elección se esperaba alcanzar un 50%, pero si bien no es la situación más feliz es bastante superior a la participación en la última elección de alcaldes y concejales. Estamos en un punto medio. Además, no se dieron todas las condiciones para facilitar el voto, nosotros buscamos que se implementara el voto por correo para quienes estén enfermos de Covid-19 o bien que el día de la elección el transporte público fuera gratuito, pero no se consideró en el proceso. Otro factor importante es que es la primera vez que una elección en Chile se hace en dos días, esto generó mucha desconfianza producto de la misma crisis de legitimidad que existe. También influyó la fecha de la elección, se pasó de octubre a marzo, luego a abril y finalmente a mayo. Eso generó que el ambiente electoral, sumado a las cuarentenas, mellara en el interés de la población por votar. Finalmente, teníamos cuatro elecciones al mismo tiempo, hubo papeletas muy grandes, nunca antes habíamos tenido tantos candidatos, entonces muchos votantes se sentían confundidas, eso desmotivó a que se fueran a votar”, señala.
EL PODER DE LOS INDEPENDIENTES
Los candidatos independientes fueron, sin duda alguna, los grandes vencedores de la Constituyente. Pero, ¿a qué respondería este abandono a los políticos tradicionales?
“Para los partidos fue una derrota en la Convención Constitucional, pero en las elecciones para alcaldes y gobernadores les fue bastante mejor. Creo que la gente quiere que los independientes redacten la Constitución en buena medida porque creen que es la píldora milagrosa que solucionará todos los problemas de Chile. Entonces, los partidos políticos son vistos como parte del problema, por eso los querían fuera de la Convención”, comenta Navia.
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“Lo que pudimos ver con el estallido social fue una crisis de legitimidad de todas las instituciones, especialmente de los partidos políticos. Se planteó el escenario de partidos contra ciudadanos o independientes, y eso se trasladó a la discusión constitucional. Ahora podemos ver que dentro de los 155 miembros que tiene la Constituyente, 103 son independientes. Es un número muy importante. Muchos de ellos incluso fueron dentro de las listas de los partidos políticos, que vieron la posibilidad de seguir existiendo y lograr representación mediante independientes con mayor visibilidad. Muchos que ganaron en las listas de partidos eran independientes y lograron que salieran electos militantes gracias al arrastre que tuvieron. Dentro de las listas de independientes se establecieron listas nacionales, sin embargo también se dio otro fenómeno, el de independientes por región”, explica Mlynarz.
La experta, además, celebra dos factores importantes en la Constituyente: la gran victoria de las candidatas mujeres y la posibilidad de participación civil que se logrará a partir de los independientes.
“Nos fue demasiado bien a las mujeres electas, sobre todo jóvenes, fue una gran victoria para las mujeres chilenas. Además, ahora se establecerá el reglamento de funcionamiento, tiene que ver con que muchos esperamos cómo se establecerán mecanismos de participación de la ciudadanía en el proceso. En ese sentido, los independientes no solo buscan ir a representar sino también articular la conversación con sus territorios”, comenta.
EXPECTATIVA EN LA NUEVA CARTA MAGNA
Uno de los principales efectos que se pudieron apreciar en Chile tras conocerse los resultados fue la caída de la Bolsa de Valores de Santiago. Al respecto, Navia explica que respondería a una nueva mala lectura de la población pero, además, al temor de que la nueva Constitución desaliente la inversión privada.
“Los actores económicos en Chile esperaban equivocadamente que la derecha tuviera un mejor resultado, creían que bastaba con que tuvieran un tercio de los votos para que no se desviara mucho de la antigua Constitución. Los actores económicos no están leyendo bien el rechazo que existe en Chile al modelo neoliberal, al menos entre la gente que vota, e intuyeron que las cosas no habían cambiado tanto. Por eso ahora se produce este ajuste, al notar que lo más probable es que la nueva Constitución será bastante maximalista e incluirá un gasto público muy alto”, detalla.
En ese sentido, ¿qué se podría esperar de la nueva Constitución?
“Yo la he llamado una Constitución ‘ekeko’. Mi sospecha es que tendrá muchos derechos sociales, que el gasto público será muy alto y tendrá un rol muy importante para el sector público, lo que terminaría ahogando un poco la iniciativa privada. Los chilenos querían repartir mejor los huevos de la gallina de oro, pero la nueva Constitución puede terminar ahogando a la gallina”, opina Navia.
“Dentro de la conversación para la nueva Constitución están los derechos sociales, el rol del Estado que actualmente es subsidiario, así como también el derecho al agua en estos tiempos de adaptación al cambio climático, finalmente está la distribución del poder. En esa última, más que un consenso sobre la forma de Gobierno, se busca disminuir el presidencialismo y equilibrar la distribución del poder. Además, avanzar en descentralización real, que las regiones tengan poder en la toma de decisiones, algo que ahora no tienen”, señala por su parte Mlynarz.
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