Sebastián Piñera se salvó el martes por segunda vez de un juicio político y consiguió el aliento suficiente para llegar a marzo y entregar el poder. Pero su legado ha quedado duramente dañado.
El domingo son las elecciones presidenciales en Chile, su candidato no despega en las encuestas y su futuro político es una gran incógnita, mientras que las sospechas y recriminaciones hacia su gestión no cesan, pese a que su gobierno ha sido de los mejores que administró el proceso de vacunación en el mundo. Pero eso está lejos de ser suficiente para los chilenos.
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Piñera, cuya aprobación oscila apenas entre el 12% y el 18%, es la personificación de lo que los estadounidenses llaman ‘lame duck’, el pato cojo que solo espera que llegue el día del cambio de mando y que gobierna casi en piloto automático.
La acusación constitucional, que finalmente no prosperó, solo hizo añadir una raya más a la serie de desventuras de su segunda gestión. El destape de los Pandora Papers en octubre pasado reveló que el presidente vendió sus acciones del proyecto minero Dominga a un paraíso fiscal en el 2010, poco después de iniciar su primer mandato, acusaciones que rechazó tajantemente pero que no impidieron que aumentara la desconfianza de la población y el descontento social.
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¿Se termina, entonces, la carrera política del millonario que se convirtió en la esperanza de la derecha chilena?
“Si bien nadie muere en política, yo creo que la carrera política de Piñera acaba en marzo. Igualmente, ya no puede volver a intentar la Presidencia, pero dudo que intente un salto al Senado”, comenta a este Diario la doctora en Ciencias Políticas Julieta Suárez-Cao, docente de la Universidad Católica de Chile y miembro de la Red de Politólogas.
“El legado de Piñera es casi inexistente, podría haber quedado para la historia como el presidente que gestionó una muy buena campaña de vacunación, pero tras los Pandora Papers, esa posibilidad mínima de tener algún legado positivo ya se ha esfumado”, agrega.
Sin embargo, la derecha que quería desmarcarse del pasado del pinochetismo ahora ve cómo un candidato de ultraderecha y nostálgico de la dictadura -José Antonio Kast- está a punto de llegar a segunda vuelta en las elecciones de este domingo, quitándole justamente una porción importante de los votos al postulante oficialista, Sebastián Sichel, exministro de Piñera.
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“Piñera tenía como anhelo representar a una derecha moderna, democrática. Tenía la intención de cerrar definitivamente la transición”, señala a la AFP Claudia Heiss, académica de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile. Pero su anhelo ya está lejos de concretarse.
Octubre del 2019: el antes y después
El 18 de octubre del 2019 Chile vivió una serie de revueltas que dejaron 34 muertos y mostraron al mundo la abrumadora desigualdad de la sociedad, pese a que el propio Piñera se vanagloriaba diciendo que su país era el “oasis” de Sudamérica.
Las protestas saltaron de las calles y tomaron un cuerpo institucional cuando finalmente se realizó un plebiscito para redactar una nueva Constitución, que reemplazará a la Carta Magna heredada de la dictadura pinochetista.
Desde la elección de la Convención Constituyente, el gobierno quedó en un segundo plano. “Piñera dejó de ser un actor valorado”, comenta a la agencia AFP el analista chileno y director de la agencia Tuinfluyes.com, Axel Callis. Y esa poca valoración se acentuó más con el escándalo de corrupción de los Pandora Papers.
Andrés Jouannet, profesor de Ciencia Política en la Universidad Católica de Chile, ya había comentado a El Comercio semanas atrás que, en realidad, Piñera “hace tiempo que dejó de gobernar”. “Este país es un barco sin capitán, con un timón que se mueve para cualquier lado y funciona, fundamentalmente, porque el país todavía tiene cierto grado de formalidad”.
Aunque el presidente se salvó del juicio político, es probable que después que entregue el mando, el 11 de marzo del 2022, organizaciones sociales eleven acusaciones contra él ante organismos internacionales por violaciones a los derechos humanos durante la revuelta social del 2019.
Entre tanto, Piñera prefiere que la ola pase para seguir gobernando en estos cinco meses que le quedan, mientras la tensión política se centra en los próximos días en el decisivo proceso electoral. “Los meses de gobierno que quedan serán parecidos a estos, con un presidente que aparece poco y preparando el cambio de mando hasta que asuma la nueva administración”, finaliza Suárez-Cao.
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