Una serie de hospitalizaciones y muertes súbitas ha conmocionado a Argentina. El domingo se registraron los primeros casos de intoxicación provocada por el consumo de cocaína envenenada. En consecuencia, unas 23 personas han muerto hasta el momento y otros 80 consumidores fueron hospitalizados.
El caso trajo consigo un operativo policial en la villa Puerta 8, un barrio pobre del municipio Tres de Febrero en el conurbano bonaerense, como se conoce a los alrededores de la capitalina Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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Durante la intervención, la policía pudo confiscar unas 15 mil dosis de cocaína con las mismas características que las que provocaron el envenenamiento. Hasta el momento, la hipótesis más fuerte que barajan las autoridades apuntan al uso de un narcótico con el que rebajaron la pureza de la droga y que, además, tendría un efecto aún más adictivo en quien la consuma.
Se trataría del fentanilo, un opioide utilizado como analgésico y anestesia médica del que hacen falta apenas 2 miligramos para que una persona sufra una sobredosis.
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El uso de fentanilo es un problema que ya enfrentan países como Estados Unidos, donde es mezclado con otras drogas aprovechando su bajo precio y su nivel de adicción: 50 veces superior al de la heroína y 100 veces mayor al de la morfina.
Entre mayo del 2020 y abril del 2021 más de 100 mil personas han muerto por sobredosis de fentanilo en Estados Unidos, según reportes de los CDC.
UN PROBLEMA COMPLEJO
La tragedia ha puesto en el foco de atención la situación que afrontan las denominadas villas miseria. En Argentina existen 4.416 barrios vulnerables y asentamientos humanos, según el registro gubernamental Renabap.
Estos lugares marginados que se extienden por todo el país se concentran principalmente en la Gran Buenos Aires, como se conoce a la zona que abarca la capital y el conurbano.
“En realidad en las villas de la Ciudad Autónoma y del conurbano se han ido instalando y fortaleciendo distintas actividades de producción y comercialización de sustancias. Hay varias cuestiones que tienen que ver con las dinámicas del narcotráfico en toda América Latina. Una parte está vinculada a la corrupción, a la violencia y a la forma en la que funciona el tráfico de drogas. Por otro lado, está vinculado a la falta de Estado, siempre el supuesto es que la presencia del Estado son las fuerzas de seguridad. Y en muchos casos la presencia exclusiva de las fuerzas de seguridad lo que hacen es complicar el problema no resolverlo”, explica para El Comercio el sociólogo argentino Fabian Chiosso, vocero en la Red Iberoamericana de organizaciones que trabajan en Drogas y expresidente de la Federación de Organizaciones no gubernamentales de Argentina para la Prevención y el Tratamiento del Abuso de Drogas (FONGA).
Chiosso destaca que existen diversos ejemplos, tanto en la región como a nivel global, de un trabajo más eficiente del Estado mediante una estrategia más amplia que el simple uso de la fuerza pública, lo que permite abordar el problema desde la complejidad que lo caracteriza. “Una presencia dinámica de educación, justicia, seguridad y trabajo, ha fortalecido a las comunidades y corrido de allí a toda la infraestructura vinculada al narcotráfico. El fenómeno que no es puramente de seguridad sino involucra aspectos que tienen que ver con la pobreza, con la exclusión y problemas intergeneracionales”, resalta.
La crisis económica por la que atraviesa Argentina desde hace tres años, agravada por la pandemia de COVID-19, ha generado que entre el 40% y el 42% de la población se encuentre en situación de pobreza, según informes del Instituto Nacional de Estadística y Censos correspondientes al 2020 y 2021.
Y la capital no es ajena a esta crisis. En el 2019 un estudio del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina revelaba que 1 de cada 3 niños que viven en el Gran Buenos Aires tenía problemas para acceder al agua potable y a una alimentación adecuada.
“Tiene que ver con muchas cuestiones sociales. En Brasil, Perú o México se reproduce que por un lado (estos grupos marginados) intentan cubrir algunas necesidades básicas y evadir la realidad mediante el uso ‘recreativo’ de drogas, la baja capacidad económica que los lleva a recurrir a drogas de muy baja calidad, como el caso de Cracolandia en Sao Paulo. Además, se ve una importante penetración de las organizaciones criminales para sacar partido del microtráfico. Ahora, el microtráfico es resultado de que hay un mayor mercado de macrotráfico. Esta es una visión muy personal, pero el microtráfico es lo que queda de la droga que va pasando, acá el gran negocio es lo que va pasando por el país”, comenta por su parte Carolina Sampó, doctora en Ciencias Sociales y coordinadora del Centro de Estudios sobre Crimen Organizado de la Universidad Nacional de La Plata.
PAPEL REGIONAL
En el esquema regional de narcotráfico, Argentina ocupa un lugar de tránsito y salida para la droga -principalmente cocaína- que es producida en países como Perú, Colombia o Bolivia y que tiene como destino Europa u otros puntos del globo.
Sin embargo, explica Sampó, estos grupos delictivos argentinos no se han organizado bajo la figura de los tradicionales cárteles del narcotráfico.
“Hablar de nacionalidades, organizaciones y personalidades es muy difícil en el caso argentino porque el mercado está muy atomizado. Hace unos años hablábamos de clanes familiares, en nuestro territorio nunca hubo cárteles pero sí detectamos cierta dinámica de clanes. De un tiempo a esta parte, poco antes de la pandemia, prácticamente ni siquiera vemos ese nivel de estructuración. Está aún más atomizado. Parece haber más cooperación entre diferentes operadores que se encargan de diferentes cuestiones logísticas en la cadena del movimiento de la droga, sea para consumo interno o facilitación. Son personas que tienen la confianza de determinados grupos que no tenemos 100% identificados y que se encargan de organizar el paso de la droga desde Paraguay, Bolivia o Brasil; y su comercialización en Argentina o su salida a Europa, Chile u otros mercados”, señala la experta.
Esta atomización de los grupos delictivos, al mismo tiempo, habría evitado que se disputen el control territorial en el país, un fenómeno que sí se puede observar en México, por ejemplo, con cárteles masacrándose continuamente por controlar estados y rutas de tráfico.
Sin embargo, que no tengan una disputa territorial no debe ser confundido con que estos grupos no tengan poder o la influencia necesaria para ser considerados una amenaza en el país.
“Hay trabajos de investigación que muestran cómo los grupos del narcotráfico tienen vinculaciones con distintas instancias de lo público y lo privado. En algunos casos tienen más poder territorial, como pasa en Rosario donde hay un problema de seguridad que el estado provincial no puede resolver. En los barrios depende del peso de cada banda y desarrollo que hayan adquirido, en algunos hay mayor o menor manejo territorial dentro del barrio o a través de los barrios. Hay bandas que controlan 3 o 4 barrios, pero es difícil saberlo porque tampoco hay un conocimiento muy profundo de la dinámica que se establece con estos grupos”, comenta Chiosso.
Sampó, por su parte, destaca el crecimiento que hubo durante los últimos años en cuanto a la producción de cocaína en esta parte del continente. Un fenómeno que por efecto de arrastre termina fortaleciendo al microtráfico.
“Ha estado en consonancia con lo que pasó en la región, que ha visto un mayor movimiento de droga, específicamente de cocaína. Hubo una mayor producción y con los nuevos métodos se puede producir una mayor cantidad de droga a partir de menos cantidad de cultivos. Eso hace que Sudamérica esté inundada de cocaína. Antes quizás lo sufrían principalmente Colombia, Perú y Bolivia. Pero ahora esto viene cada vez más al sur, a Argentina, a Chile a Uruguay, donde las realidades sociales son bastante parecidas”, explica.
El informe presentado en julio del 2021 por la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de Estados Unidos (ONDCP, por sus siglas en inglés) refleja en cifras lo que menciona Sampó.
Los cuadros permiten ver cómo la producción potencial de cocaína ha pasado de 329 toneladas métricas en Colombia durante el 2010 a 1.010 toneladas métricas en el 2020.
Una figura similar se ve con los datos que poseen sobre el Perú, que pasó de 369 toneladas métricas en 2010 a 810 toneladas métricas diez años más tarde. Mientras que Bolivia vio un crecimiento de 216 toneladas métricas a 312 toneladas métricas en el mismo periodo de tiempo.
CAPITAL AFECTADA
Entendiendo el problema general que afecta a la región y a Argentina, queda por comprender el papel que cumple Buenos Aires en esa figura.
“El puerto de Buenos Aires es como la mayoría de puertos de contenedores: muy permeable, tiene un bajo nivel de escaneo. Solo el 2% de los contenedores mundiales se escanean, eso da una pauta de lo sencillo que resulta para las organizaciones criminales sacar droga de esta manera. En el caso de Buenos Aires y el de Montevideo se suma la hidrovía, el río funciona casi como autopista de bajada desde territorio boliviano y paraguayo. La hidrovía se puede usar para sacar sus contenedores al mar. Muchas veces se hacen escalas técnicas en Buenos Aires y Montevideo, pero al estar en tránsito las autoridades no pueden intervenirla a menos que tengan una orden judicial por un dato en concreto”, explica Sampó.
Y, tal como explicó líneas atrás la misma experta, la droga que por distintos motivos no consigue salir del país, luego es comercializada dentro de sus fronteras.
En este punto debemos resaltar que la falta de estudios sobre el tema dificultan conocer a ciencia cierta cuáles son las principales drogas consumidas en Argentina. Aún más complicado determinar cuáles se comercializan al interior de las villas y otras zonas marginales.
Afortunadamente, los años de experiencia en el tema le permiten a Chiosso presentarnos una referencia bastante clara. “Lamentablemente en gran parte de los países de América Latina no hay estadísticas de consumo. No se sabe qué se consume, dónde, quién y para qué. Sin eso tienes problemas bastante complejos. El estudio estadístico de consumos en barrios carenciados no es muy prolífico, entonces tampoco tienes muchos datos. Desde la experiencia, te puedo decir que lo que más se consume es alcohol, marihuana, psicofármacos y cocaína. El alcohol, de lejos, es el más problemático. El uso de psicofármacos de forma ilegal viene creciendo muy fuerte, especialmente en mujeres”, explica.
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