El edificio Manuel María Peraza, el primer ‘rascacielos’ de Bogotá se resiste a quedar en el olvido y desde hace cuatro años se prepara su renovación para ser nuevamente habitable.
Está ubicado sobre la calle 13 con carrera 17, en medio de todo el caos comercial capitalino, y en 1921- hace 101 años- fue el más alto de la ciudad con sus imponentes siete pisos cuando predominaban las construcciones de máximo dos o tres niveles.
Mira: Escabrosos relatos de víctimas extorsionadas por bandas criminales tras encuentros sexuales
(Esta historia se publicó originalmente el 15 de julio de 2022)
Lo que fue hace un siglo la puerta de entrada y salida de la ciudad gracias a la Estación de la Sabana, ubicada al frente del Peraza, hoy es todo un sector dedicado al comercio: accesorios de celulares, las famosas cobijas cuatro tigres, bicicletas, venta de acrílicos, ferreterías, entre otros.
La fachada principal del edificio está enchapada en piedra y desde hace unos años en el proceso de intervención, se pintó de negro. De su estructura se destacan las puertas y ventanas coronadas por arcos de medio punto y un frontón semicircular ornamentado en el último piso.
A pesar de ser una joya arquitectónica y catalogado como bien de interés cultural del ámbito nacional y patrimonio de Bogotá, muchas de las personas que transitan por su acera desconocen su historia y su nombre queda solo reseñado en artículos de prensa y archivos de arquitectura.
Incluso, frente al edificio se ubican algunos vendedores de dulces y arepas quienes dicen no tener idea de que fue un rascacielos o el edificio más alto de la ciudad en su momento; no ocultan su cara de asombro y afirman que solo saben que lo están arrendando desde antes de la pandemia y que sigue en construcción.
Del edificio se tejen varios relatos: que sirvió de hotel para quienes llegaban a la Estación de la Sabana, que fueron oficinas para su dueño (el empresario Manuel María Peraza) y hasta que fue invadido por más de 20 años por indigentes.
A su vez, siguen vigentes varias discusiones entre historiadores sobre si fue el primer edificio que tuvo ascensor. Para 1926 se inauguró el edificio Cubillos, de 8 pisos, en la Avenida Jiménez con carrera 8a. y algunos apuntan que este tuvo el primer ascensor.
El periodista, investigador e historiador Enrique Santos Molano cuenta que el edificio Cubillos se comenzó a construir en 1921. “La dificultad fue traer los ascensores. Para esa época ya se encontraba funcionando plenamente la luz eléctrica y tenía la fuerza suficiente para mover imprentas y ascensores. Es el momento en que Bogotá comienza a progresar”, resalta.
Para 1920, según Santos Molano, Bogotá tenía unos 290.000 habitantes y se calcula que para 1930 la cifra alcanzó los 600.000 habitantes, lo que demuestra que la ciudad comenzó a extenderse y a surgir nuevos barrios gracias al impulso de la economía.
Por su parte, Alberto Escobar Wilson-White, director de Patrimonio del Ministerio de Cultura, señala que la calle 13 fue por muchos siglos la vía más importante de la ciudad. “Era el punto de comunicación con el río Magdalena. Bogotá no hubiera podido ser lo que fue si no hubiera asegurado esta conexión”, resalta.
En esta zona, según recuerda, se situaron el mercado, la carnicería, los suministros, entre otros. Además, por estar cerca a la Estación de La Sabana llegaron los primeros hoteles, las fábricas, tanto así que se podría llamar como la primera zona industrial de la capital.
”Su dueño, Manuel María Peraza, se situó en esta localidad desde el siglo XIX y decidió marcar su poder e importancia construyendo un edificio que llevara su nombre. Para la historia, el edificio es un hito ineludible”, agrega.
No es claro hasta cuando estuvo habitado el edificio. Se cree que fue a finales de los años 80 e inicios de los 90, cuando un heredero de Manuel Peraza intentó liderar fallidamente la recuperación de la zona.
Con el paso de los años, los hechos violentos del 9 de abril de 1948, la ampliación de la calle 13 y la construcción de la Avenida Caracas hicieron perder al sector todo su tejido residencial hasta lo que se conoce hoy.
Para repoblar esta zona que en gran medida perdió a sus habitantes y que es prácticamente una tierra de nadie, en el sector se adelanta el Plan Parcial de Renovación Urbana ‘La Sabana’. Al lado de la Estación de la Sabana se está construyendo una torre de apartamentos, lo mismo que en San Fasón.
Reestructuración
El edificio fue adjudicado por los herederos de la familia Peraza en el 2015 y actualmente pertenece a la sociedad Sug Grupo Inmobiliario y Constructor S.A.S., a la que el Ministerio de Cultura, a través de la resolución 3693 del 18 de diciembre de 2017, le autorizó la intervención del inmueble.
El edificio fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) distrital por el decreto 606 de 2001, y a su vez está ubicado en la zona de influencia de la Estación de la Sabana que es BIC nacional.
Por tratarse de un bien de interés cultural se solicitó, entre otros, “conservar la tipología de la edificación, con respecto a la volumetría, técnica constructiva y la arquitectura de la fachada”.
Las obras de renovación comenzaron en el 2018 y a la fecha continúan. Según explica René León, encargado del edificio, el inmueble “estaba en completa ruina y la estructura se encontraba a punto de colapsar”. Y advierte que “no se encontró la existencia de ascensores y lo único que se halló fue un tramo de la escalera”.
”Por ser el primer rascacielos se conservó completamente la fachada por lo cual se tuvo que hacer un reforzamiento estructural y un rediseño en las cargas. Se intervino piso por piso y se instaló el sistema hidráulico y eléctrico”, agrega.
León cuenta que se eligió el color negro de la fachada para resaltar los atributos metálicos de la época. Ahora se están concluyendo las obras en el octavo piso y se espera que quede listo en dos meses para ser arrendado en su totalidad. “Se están buscando clientes comerciales, de licores, de tecnología y en el último piso un restaurante o café”, dice.
Y aclara que hasta que no se termine el desarrollo estructural no pueden arrendarlo ni permitir la entrada de personas. Es por esto que no fue posible para este diario tomar fotografías al interior del edificio.
Sin embargo, hay dudas sobre la intervención que se hizo en el edificio. La Dirección de Patrimonio y Memoria del Ministerio de Cultura señala que “tuvo conocimiento de obras de intervención, las cuales, aparentemente, no correspondían con lo autorizado mediante Resolución 3693 – 2017, razón por la cual le solicito al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural -IDPC- y a la Secretaría de Cultura del Distrito, adelantar una verificación en sitio teniendo en cuenta lo de su competencia”.
El IDPC informa que “en 2020, cuando estaban ejecutando las obras, el IDPC hizo visitas de inspección visual, y aunque solo se permitió el acceso hasta el 2 nivel desde el exterior se pudo evidenciar que lo que se estaba construyendo no correspondía a lo aprobado, en particular se constató la presencia de una estructura metálica liviana en el último nivel que modifica en altura y ocupación las condiciones originales del inmueble”. Por lo anterior, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte ordenó la suspensión de obra y se impuso un sello por modificación a lo aprobado.
Según información del IDPC, en una segunda propuesta entregada por los encargados del edificio se evidencia que “con las obras ejecutadas eliminaron la escalera original, los vestigios del ascensor, alteraron la cubierta generando una placa y dos volúmenes para salir a la terraza”. Esta intervención, asegura el IDPC, es inviable y no se ajusta a lo aprobado previamente por lo que las obras siguen suspendidas y el proceso sancionatorio en la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte sigue su curso.
Incluso, el arquitecto Jorge Rodríguez, quien diseñó y realizó la consultoría del proyecto, advierte que en la ejecución de la obra faltaron detalles que no se lograron: “Había que intervenirlo de muchas maneras para cuidar toda la ramificación que tenía el edificio y la volumetría. Lo de ahora no es acorde al diseño propuesto. Se movieron las escaleras y el ascensor que eran el corazón del edificio”.
Legado
Entre las características del edificio, Escobar Wilson-White destaca que se “mantienen muchas referencias de la arquitectura neoclásica como las cornisas, las ventanas y el frontón en el último piso que lo remata. Estos elementos y decoraciones poco a poco se fueron perdiendo a lo largo del siglo XIX”.
William Pasuy Arciniegas, doctor en Arquitectura y profesor de la Universidad de La Salle, señala que es “un ícono que vale la pena exaltar para el estudio de la arquitectura en Colombia y la cultura general” y destaca su valor simbólico: “No solo por su altura de siete pisos sino por su correlación con la importancia del sector como ingreso a la ciudad, las actividades comerciales, el contacto con los viajeros que llegaban de la Estación de la Sabana, y ser el primer rascacielos de la ciudad como nuevo edificio que rompe con la historia de la arquitectura republicana en Bogotá”.
Agrega que este tipo de edificios surgen especialmente por el aprovechamiento del suelo para construir en altura, cuya incidencia directa proviene de Norteamérica, donde se presume que el primer rascacielos se construyó en 1884 en Chicago, el Home Insurance Building del arquitecto William Le Baron Jenney, con una altura de diez pisos.
Según Pasuy, en las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX se da la apertura de nuevos materiales y diseños a partir de la llegada del cemento, concreto, metal y vidrio. “Se rompen esquemas y surgen renovados planteamientos, entre ellos, el manejo edificaciones en altura y eliminación de patios centrales (clásico en la arquitectura colonial y republicana), entre otros, para crear recorridos lineales (horizontal y vertical), apareciendo así los ascensores como respuesta a la circulación en edificaciones de varios pisos”, puntualiza.
”En Colombia, nuestras ciudades y ruralidades, aún esconden y conservan patrimonios arquitectónicos que requieren ser divulgados, nuestra huella y memoria material reposa en muchas edificaciones que lamentablemente estamos olvidando, así, nuestra historia progresivamente se pierde y no se hereda de generación en generación”, sentencia.
Por ANGY ALVARADO RODRÍGUEZ