Este lunes 13 las delegaciones del gobierno colombiano y de la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN) se encontraron en Ciudad de México para iniciar el segundo ciclo de negociaciones emprendidas desde fines del año pasado, luego de la llegada de Gustavo Petro a la presidencia, en busca de un acuerdo de paz que ponga fin a más de seis décadas de conflicto armado.
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La reunión en la capital mexicana sucede al reencuentro entre ambos bandos que tuvo lugar el 21 de noviembre del año pasado en Caracas y a una reunión extraordinaria en enero de este año en la misma ciudad venezolana.
Representa, además, la reanudación del proceso de diálogo iniciado en el 2016 durante el gobierno de Juan Manuel Santos que se vio interrumpido durante la administración de Iván Duque, especialmente luego de que los sediciosos perpetraran un atentado en el 2019 que dejó 23 muertos en una escuela de la policía en Bogotá.
Históricamente los intentos de diálogo con el ELN han sido infructuosos. La última guerrilla armada de Colombia comenzó a operar en 1964 y desde mediados de la década de 1970 ha sostenido seis procesos de negociaciones con gobiernos colombianos.
1975. ELN comunicó su interés de dejar las armas al presidente Alfonso López Michelsen. La guerrilla nunca llegó a las mesas de diálogo.
1994. La primera mesa de diálogo se estableció durante el gobierno de César Gaviria y consiguieron que la Corriente de Renovación Socialista se desmovilizara, pero el grueso de la guerrilla continuó operando.
1998. El ELN y la sociedad civil firmaron un preacuerdo respaldado por el gobierno de Ernesto Samper tras las conversaciones de Magnucia. El proceso se frustró luego de un atentado en Antioquía que dejó 70 muertos.
2007. Durante el mandato de Álvaro Uribe se sostuvieron reuniones exploratorias en Cuba y Venezuela entre el gobierno y el ELN. Los acercamientos permitieron conocer la "Propuesta de Acuerdo Base Gobierno Nacional - ELN", pero las pocas intenciones de concesión y el deterioro de las relaciones entre Colombia y Venezuela frustraron las conversaciones.
2016. El gobierno de Juan Manuel Santos anunció el inicio de los diálogos de paz con el ELN luego de dos años de reuniones de conversaciones exploratorias con la guerrilla. En el 2017 se consiguió el primer cese al fuego en 52 años por parte de la guerrilla. Sin embargo, la llegada de Iván Duque a la presidencia debilitó el diálogo que terminó sepultado tras el atentado del 2019 en Bogotá.
Pese a ello, 7 de cada 10 colombianos confían en que el diálogo es la mejor vía para encontrar la paz con grupos armados, según una encuesta realizada por la firma Invamer en diciembre del 2022. Por otro lado, la llegada de Petro, exguerrillero y primer presidente de izquierda en Colombia, podría ser el impulso que faltaba para conseguir la confianza de la guerrilla.
Sin embargo, hasta el momento la única certeza es que el proceso será largo y complicado. “Este proceso tomará, fácilmente, un par de años. Todo dependerá de la perseverancia que tenga el gobierno”, comenta a El Comercio Alejo Vargas Velásquez, director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia y analista en temas de seguridad, defensa y paz.
Evitar un nuevo fracaso
Como en la mayoría de procesos de este tipo, donde gran parte del éxito reside en la confianza que ambas partes puedan ganar y mantener, los primeros pasos resultan ser los más delicados.
En ese sentido, Vargas explica que será fundamental que el gobierno no se precipite en la búsqueda de un cese al fuego, un punto que el jefe de la delegación colombiana, José Otty Patiño, ya adelantó como el principal objetivo de este ciclo.
“En este ciclo tenemos que producir hechos”, afirmó desde la capital mexicana asegurando que se buscará un alto al fuego que brinde “alivios permanentes... no treguas temporales”.
La experiencia reciente genera incertidumbre sobre las posibilidades de éxito en torno a este tema. Aún está fresco en la mente de los colombianos el anuncio emitido el 1 de enero por Petro sobre un alto al fuego de seis meses con cinco grupos armados, el mismo que fue desmentido dos días más tarde por el propio ELN y puso en riesgo el diálogo.
“En general en todos los procesos de este tipo la decisión de un alto al fuego llega cuando las cosas están avanzadas, cuando hay confianza, acá el tema todavía es muy primigenio. Creo que hablarán de eso, pero no esperaría acuerdos de ese tipo en este ciclo y quizás tampoco en el siguiente. Si el gobierno va a presionar en hacerlo por intereses políticos, las cosas se pueden complicar según lo que conozco de la historia del ELN”, comenta Vargas.
Por otro lado, el experto asegura que en el pasado las negociaciones con el ELN han fracasado porque la guerrilla no fue tomada como prioridad, un error que espera sea corregido durante las conversaciones en curso.
“En el pasado todos los gobiernos tuvieron al ELN como un plan B. El plan A siempre era las FARC, eso explica por qué nunca hubo interés ni formalidad en casi ningún gobierno al momento de dialogar con ellos. Esperemos que el gobierno de Petro le de al ELN ese carácter de ser el plan A de este proceso”, señala.
Una guerrilla diferente
Y es precisamente el proceso que se llevó a cabo con las FARC el gran referente cuando uno habla de paz en Colombia. El acuerdo conseguido en el 2017 entre Santos y la guerrilla modificó la estructura social y política colombiana, aunque en el camino tuvo que ser reformulado después de que la ciudadanía rechazara los acuerdos iniciales en un ajustado referéndum.
Con sus fallos y retrasos, en la actualidad se puede ver que las FARC han entregado sus armas y se han transformado en una agrupación política, a excepción de algunas facciones que no apoyaron el diálogo y decidieron escindirse.
“El diálogo con las FARC dejó muchas lecciones, tanto positivas como negativas. Una de las lecciones positivas fue que tuvo un diseño muy preciso, algo de lo que el actual intento parece carecer. Segundo, hubo la idea de que las conversaciones llegaron a un acuerdo de cese al fuego cuando se había conseguido confianza en la mesa tras acordar los puntos iniciales. Ahora el gobierno, no dudo que con la mejor voluntad, busca bajar los niveles de violencia tratando de precipitar ese tipo de acuerdos. Yo creo que en un proceso de negociación serio eso se debe ver con calma. En el proceso con las FARC también se definió la participación de la sociedad, especialistas y expertos en distintos temas. Acá hay un poco de incertidumbre sobre cómo se desarrollarán las cosas, tendremos que ver cómo se desarrolla este segundo ciclo”, comenta al respecto Vargas.
Pero más allá de las lecciones generales, el experto recuerda que las FARC y el ELN son actores muy distintos tanto en operaciones como en ideología, por lo que el proceso con la última guerrilla deberá ser abordada desde el conocimiento de la misma.
“Es una guerrilla muy distinta a las FARC. Es mucho más ideológica, mucho más complicada. Son más federativos, entonces ahí no funciona tanto la lógica militar de que una dirección toma decisiones y abajo las aceptan. Acá ellos deben concertarlas inicialmente, eso suele hacer el proceso más lento. Son dos insurgencias bastante distintas”, explica.
Una “paz total” discutida
Los intentos de Petro por conseguir que el ELN deponga las armas se enmarcan en su denominada política de “paz total”, una promesa de campaña convertida en ley que otorga facultades al Presidente de la República, al Alto Comisionado de Paz y al Gobierno, para adelantar las negociaciones con grupos armados ilegales del país.
La Ley 418 de Paz Total abre la puerta, además, a que todos los actores armados que deseen acogerse a sus beneficios puedan acceder a ellos, lo que ha suscitado críticas por la posibilidad de convertirse en una vía de impunidad para otros grupos delictivos, como cárteles del narcotráfico.
“Hay sectores que casi por principio no están de acuerdo, suelen ser los más tradicionales o conservadores que consideran que esos temas se deben resolver mediante acción policial o militar. Hay otros, por supuesto, que son proclives a apoyar estos procesos. Lo evidente, creo yo, es que hay mayor apoyo al proceso con el ELN que a la otra parte de la política de “paz total” de Petro. El sometimiento de los grupos o bandas del narcotráfico en esa sombrilla de la ‘paz total’. Ahí hay muchísima más controversia e interrogantes en la sociedad”, explica Vargas.
El temor, por otro lado, reside en las disidencias que podría dejar tras de sí el proceso con el ELN, una experiencia que ya experimentaron los colombianos luego del diálogo con las FARC y que dejó grupúsculos armados con presencia en 123 municipios colombianos.
“Por ahora no aparecen, pero la experiencia nacional e internacional nos muestra que estos procesos siempre dejan disidencia. Un ejemplo es lo sucedido en Irlanda del Norte, donde se formó el IRA Provisional, un grupo muy pequeño pero que de vez en cuando planta una bomba. Aquí tuvimos disidencia en el proceso del M-19, en el del EPL y en el de las FARC. Todos estos procesos siempre dejan eso, lo que pasa es que el balance que se debe hacer es uno de costo beneficio”, asegura el experto.
“Cuando empezábamos el proceso con FARC, algunos grupos de seguimiento decíamos que si se garantizaba que el 70% del grupo avanzara en su desmovilización valdría la pena el esfuerzo. Pero hay que ser realistas, siempre habrá grupos que por distintas razones no se involucrarán finalmente. Esperemos que con el ELN no sea muy grande, pero no lo descartaría”, añade.
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