En momentos donde se limita el contacto físico por la pandemia, un hospital de las afueras de Río de Janeiro sin pacientes ingresados por coronavirus ha puesto en marcha su “hora del abrazo” gracias a una película de protección que posibilita demostraciones afectivas entre internos y familiares.
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Con turnos debidamente planificados, pacientes, familiares y hasta funcionarios del hospital Placi se apretujan entre sí en esta hora tan especial, un momento para dejar atrás la melancolía que trae el obligado aislamiento por el coronavirus.
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En ese hospital, ubicado en Niteroi, un municipio vecino de Río de Janeiro, no hay pacientes internados por el coronavirus, pues es un centro de cuidados extensivos a donde llegan internos de otras instituciones para recuperarse de Accidentes Vasculares Cerebrales (AVC), enfermedades pulmonares o dolencias neuromusculares, entre otros.
El proceso de rehabilitación, generalmente prolongado, obliga al distanciamiento entre pacientes y familiares para evitar contagios por COVID-19, lo que deteriora su bienestar emocional.
Para hacer frente a la soledad, motivar a los pacientes y ayudar en su recuperación, el hospital decidió fomentar el acercamiento entre unos y otros con “la hora del abrazo” una iniciativa que surgió con base en experiencias de algunos países durante la primera ola de la pandemia.
”El abrazo libera una serie de sustancias relacionadas con el bienestar que influyen en la autoestima, en la sensación de placer y de acogimiento, entonces, el simple hecho de esa proximidad y el intercambio de cariño acaban llevando al paciente a tener una mayor voluntad de recuperarse”, aseguró Carlos Alberto Chiesa, director presidente del hospital.
Abrazos a prueba de contagios
Los arrumacos, no obstante, deben adecuarse a los tiempos del coronavirus y por eso solo pueden darse a través de una estructura diseñada para tal fin, que cumple con los protocolos de aislamiento necesarios para frenar al SARS-Cov-2 y que es higienizada después de cada acercamiento.
Se trata de una especie de pared compuesta por una lámina plástica de donde se desprenden unos forros diseñados especialmente para introducir los brazos. Esto permite a los implicados fundirse en un momento de afecto.
Así ocurrió con Walter Cándido, un jubilado de 75 años que tras incorporarse de su silla de ruedas selló con un prolongado beso el reencuentro con su mujer, Marleni.
El septuagenario, que se recupera de un AVC, llevaba casi un mes sin sentir a su esposa, a quien había visto, de lejos, una semana atrás y con la que próximamente celebrará las bodas de oro.
Y es que la idea de fomentar el acercamiento va más allá de los pacientes y busca “mirar a la familia como un todo” porque así “el beneficio emocional es mayor”, según explicó la sicóloga Joane Jardin, una de las creadoras del proyecto.
La iniciativa llega en momentos en que las muertes y contagios por el coronavirus vuelven a dispararse en Brasil, en lo que varios expertos han considerado como un rebrote de la enfermedad que todavía no ha terminado la primera ola.
Con más de 22.000 víctimas mortales y unos 340.000 infectados desde que llegó la pandemia al país, Río es la segunda región de Brasil con mayor número de muertos por COVID-19 y la cuarta en cantidad de casos confirmados.
Brasil, una de las naciones más azotadas por el virus, es el segundo país del mundo con mayor número de muertes (unos 170.000) detrás de Estados Unidos y el tercero en cantidad de contagios (6,1 millones) después de Estados Unidos e India.
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