La abierta pugna entre el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y su ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, terminó finalmente el jueves. Era una relación insostenible. Ya no daba para más. El coronavirus creó una brecha sin posibilidad de un puente entre ambos.
Mientras el primero no cesaba de criticar las cuarentenas impuestas por los gobernadores estatales, el segundo reafirmaba que se debía mantener el distanciamiento social para que los contagios no se disparasen. Mientras el ahora exministro no dejaba de decir que él solo se apoyaba en la ciencia, el mandatario afirmaba que la economía no podía parar y que el hambre sí mataría a los brasileños. Mientras Mandetta pedía que se quedaran en sus casas; Bolsonaro salía a farmacias y panaderías, y sin mascarilla.
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En medio de la pandemia, la telenovela que se tejió en el corazón del Ejecutivo brasileño daba poco margen de maniobra y escasez de cabeza fría para poder atajar la emergencia. Con más de 33.000 contagiados y 2.141 muertos, Brasil continúa siendo el país más azotado por el virus en América Latina, y los brasileños los más confundidos sobre qué hacer o a quién escuchar.
Bolsonaro optó por sacar a Mandetta y nombró a Nelson Teich, un médico oncólogo, como el nuevo encargado de la cartera de Salud, con quien busca mayor sintonía y menos desencuentros.
En la conferencia de ayer, el nuevo ministro trató de hilar fino: “Por más que se hable de salud, de economía, no importa: al final, siempre se trata de personas. Eso es lo que venimos a hacer aquí”, afirmó Teich. Bolsonaro, que estaba a su lado, dijo: “Apostar por la economía es el riesgo que corro, porque si se agrava [la epidemia], esto caerá sobre mí”. Una declaración, valgan verdades, mucho más pensada de las que usualmente lanza.
“Si las muertes van aumentando y la situación se sigue agravando, la cuenta que va a pagar Bolsonaro será muy fuerte, porque él ha asumido una posición pública muy poco política, está defendiendo una posición muy comprometedora”, afirma a El Comercio el analista brasileño Carlos Alberto di Franco, periodista y doctor en Comunicación por la Universidad de Navarra, España.
Además de criticar las cuarentenas, el presidente ha insistido en el uso de la cloroquina para combatir el coronavirus. La eficacia de este medicamento, usado contra la malaria, el lupus y otras enfermedades, no ha sido comprobada científicamente, pero algunos médicos en el mundo, y también en Brasil, la están suministrando para paliar las dolencias que trae el COVID-19.
“La decisión de sacar a Mandetta pasó más por una pugna personal con él”, refiere Thiago de Aragão, director de estrategia de la consultora Arko Advice y socio del ‘think tank’ CSIS. “El nuevo ministro ha dicho ayer las mismas cosas que decía Mandetta, sobre la importancia del distanciamiento social y de que no hay estudios que garanticen la efectividad de la cloroquina, pero con palabras más suaves y calculadas”, añade.
La exposición continua de Mandetta y su manera de contradecir al jefe de Estado fue vista como desafiante. Ello, sumado a que los últimos sondeos señalaban que el exministro tenía una popularidad tres veces mayor que la del mandatario.
Presidente sin filtro
Según De Aragão, Brasil está dividido políticamente en tres grandes bloques: los que apoyan fielmente a Bolsonaro, y que representan casi un tercio de la población; los neutrales, que pueden pasar del apoyo al rechazo; y los opositores. “El grupo de apoyo, que puede variar entre el 25% y el 30% del electorado, es muy sólido, e independientemente de lo que Bolsonaro haga o hable, difícilmente va a cambiar su posición”, señala. Por lo tanto, basado en esta fortaleza, el gobernante tiene la libertad de hablar lo que quiera y lo que le dicte su convicción y su ideología.
“Una cosa es lo que Bolsonaro dice y declara, y otra lo que Bolsonaro efectivamente hace. Sus declaraciones públicas son increíbles, inauditas, con manifestaciones que pueden parecer autoritarias y populistas, pero hasta ahora no ha tenido ningún intento de ir contra la Constitución o el Parlamento”, opina Di Franco.
Aunque Brasil tiene una alta cifra de contagiados, en realidad no se trata de un número tan abultado teniendo en cuenta que es un país de 210 millones de habitantes. Sin embargo, un estudio reciente del Centro de Operaciones de Salud e Inteligencia, formado por investigadores de diversas universidades brasileñas, señala que hay probablemente 12 veces más casos de los que se ha informado debido a que se están realizando pocas pruebas de descarte. De ser así, Bolsonaro comprobará que el coronavirus no es solo “una gripecita”.
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¿Qué es el coronavirus?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar diferentes afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).
El coronavirus descubierto recientemente causa la enfermedad infecciosa por coronavirus COVID-19. Ambos fueron detectados luego del brote que se dio en Wuhan (China) en diciembre de 2019.
El cansancio, la fiebre y la tos seca son los síntomas más comunes de la COVID-19; sin embargo, algunos pacientes pueden presentar congestión nasal, dolores, rinorrea, dolor de garganta o diarrea.
Aunque la mayoría de los pacientes (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, alrededor de una de cada seis personas que contraen la COVID-19 desarrolla una afección grave y presenta dificultad para respirar.
Para protegerse y evitar la propagación de la enfermedad, la OMS recomienda lavarse las manos con agua y jabón o utilizando un desinfectante a base de alcohol que mata los virus que pueden haber en las manos. Además, se debe mantener una distancia mínima de un metro frente a cualquier persona que estornude o tose, pues si se está demasiado cerca, se puede respirar las gotículas que albergan el virus de la COVID-19.
¿Cuánto tiempo sobrevive el coronavirus en una superficie?
Aún no se sabe con exactitud cuánto tiempo sobrevive este nuevo virus en una superficie, pero parece comportarse como otros coronavirus.
Estudios indican que pueden subsistir desde unas pocas horas hasta varios días. El tiempo puede variar en función de las condiciones (tipo de superficie, la temperatura o la humedad del ambiente).
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