El argentino duró 20 años intentado sacar su carrera medica. (FOTO: iStock)
El argentino duró 20 años intentado sacar su carrera medica. (FOTO: iStock)
El Tiempo de Colombia / GDA

Darío Guisseponi se ha ganado todos los elogios posibles. Este , de 38 años, ha superado infinidad de adversidades que se le han presentado con el fin de convertirse en médico y a pesar de que su trabajo como barrendero le consumiera todo el tiempo posible para dedicarse a sus estudios.

Fue hace 20 años que se inscribió a la Universidad Nacional de Rosario. En su adolescencia empezó a estudiar desaforadamente todos los aspectos necesarios para poder ingresar. Aprobó el examen, pero por temas monetarios no pudo seguir en la facultad.

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“No éramos pobres pero vivíamos medio ajustados, al día digamos”, expresó a ‘Infobae’ el hombre, quien dice que desistió de su oportunidad de estudiar por este tema.

Además, yo necesitaba trabajar porque vivía de mí, y mi trabajo de mozo era bastante inconstante. Había meses que estaba muy bien económicamente pero había meses que no llegaba a pagar el alquiler y por ahí uno prioriza el plato de comida”, agregó.

Casi diez años después de su primer intento, Guissepono dejó su trabajo como barista y entró a trabajar como barrendero. Allí, ya tenía un sueldo fijo. De igual forma, no todo fue ‘color de rosas, por lo que empezó su turno nocturno en los barrios más peligrosos de Rosario.

”He estado hasta las 6 de la mañana trabajando, y en barrios complicados. No la pasé bien ahí la verdad. Me acuerdo de una vez que nos quisieron robar con un arma enorme, de otra vez que cortamos un perro a la mitad, sin querer, obvio. Fue terrible pero agradecí que no hubiera sido una persona, porque en esos contenedores pueden tirar cualquier cosa”, explicó

.Finalmente logró que lo cambiaran al turno del día y fue el momento en que decidió hacer su tercer intento de ingresar a la carrera con 27 años.

Darío Giusepponi
Darío Giusepponi

”Muchos me decían ‘déjate de joder’, ‘¿qué te vas a poner a estudiar Medicina ahora?’, ‘búscate un curso, algo más corto’, ‘¿a qué edad te vas a recibir?’, ‘después encima tenés que hacer la especialidad’”, le decían allegados.

¿La tercera es la vencida?

Su experiencia en la facultad el primer año no fue grata, aunque ya estuviera adentro y estudiando. Pensó que el camino de la medicina no era para él al ver ‘figuritas’ a través de un microscopio en la clase de células.Nada era lo que imaginaba en su adolescencia, pero le fue cogiendo el gusto. Para sacar su carrera más rápido, curso una materia que le permitía nivelar el segundo año de manera más eficiente. Según dijo, la reprobó dos veces, pero, como siempre, la tercera fue la vencida y logró pasar.

Su trabajo fue comprensivo y se le otorgaron salidas horas antes de cumplir con el turno para poder cumplir con los seminarios obligatorios. No quería abandonar otra vez, pues ya estaba bastante avanzado y quería ser profesional.

La pandemia cambió todo. Las clases las subían a YouTube, por lo que al realizar su trabajo barriendo las calles de Rosario se ponía los auriculares y tomaba la sesión: “Digo que está mal lo que hice porque, con los auriculares puestos, si me atropellaba un auto iba a ser culpa mía. Pero bueno, tenía que capitalizar todos los medios”, sigue.

”Hay mucha gente que está esperando que fracases. Conocidos, porque amigos no eran, que dejan la facultad y quedan un poco resentidos con eso: ‘Yo tuve que dejar, vos también vas a caer’. El mal de muchos consuelo de tontos’”.

La ambulancia

Estuvo a punto de abandonar al estar cansado de la teoría, quería practicar y su trabajo como barrendero lo estaba agotando. Como si el destino lo escuchase, recibió la llamada de un profesor de la facultad, quien le ofreció un empleo como camillero en una ambulancia.

Se reservó todos los martes para hacerlo: seis, siete horas montado en la ambulancia observando a ese médico en acción, ametrallándolo a preguntas. “Gracias a él no dejé”, cuenta hoy, tal vez su forma de decirle “gracias”.Cuando cayó en cuenta ya le faltaban tres materias. La primera las pasó, pero cirugía y pediatría fueron algunos de los cursos que le dieron más dolores de cabeza al final del camino.

”Rendí Cirugía por primera vez: mal. Volvía a casa, me frustraba, volvía a empezar. Otra vez: mal. Volvía, me deprimía un poco, volvía a empezar. La tercera: mal. La cuarta, ¡mal! Si no hubiera sido el final creo que dejaba la carrera”, se ríe. En el quinto intento rindió bien.

Casi con 38 años pasó la prueba de pediatría, 20 años después de su primer intento en la facultad. Para pasar le tocó ir a rendir el examen práctico, según dice, a sus compañeras les tocó casos bastante fáciles, de trámite, pero a él se le ‘vino el mundo encima’.

A su llegada, también lo hizo el suceso de un menor de 29 meses con traumatismo craneal, nada mal como último test antes de recibir el diploma.

”Un bebé de 29 días que se había caído a un zanjón y tenía un traumatismo de cráneo. Estaba con una tutora de un organismo de Niñez, se lo habían sacado a la madre porque era adicta y le había pasado cocaína a través de la leche. Había nacido en una casa con piso de tierra, no había tenido controles prenatales”, expresó.

Lo atendió, salió bien y salió llorando. Una carrera que debía pasar en seis años, la hizo en once. Sus compañeros y profesores lo apoyaron, pero sobre todo, lo felicitaron al demostrar su nivel de resiliencia.Como describió la periodista Guisele Souza, “afuera lloraban su mamá, sus amigos, sus compañeros barrenderos se sacaban fotos con él y las ponían en sus redes sociales con mensajes del tipo: “¿Ven? Para los que dicen que somos unos negros de mierda”.

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