Una era “poscastrista” acaba de comenzar en Cuba.
Raúl Castro confirmó que a partir este viernes abandonaba la jefatura del Partido Comunista (PCC), el máximo órgano de dirección de la isla, el último bastión del poder político que ocupaba tras renunciar a la presidencia en 2018.
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“En lo que a mí se refiere, concluye mi tarea como primer secretario del Comité Central del PCC con la satisfacción de haber cumplido y la confianza en el futuro de la patria, con la meditada convicción de no aceptar propuestas para mantenerme en los órganos superiores de la organización partidistas, en cuyas filas continuaré militando”, aseguró.
Se desconoce de momento quién ocupará su lugar, lo que será anunciado más adelante en las sesiones del congreso, aunque la mayoría de los analistas espera que sea el actual presidente, Miguel Díaz-Canel.
Con su salida, por primera vez en más de 60 años, los principales órganos de gobierno en Cuba no tendrán a alguien de apellido de Castro al frente.
Raúl, quien cumplirá 90 años en junio próximo, aseguró, no obstante, que no se retirará del todo de la vida política mientras siga vivo.
“Creo fervientemente en la fuerza y el valor del ejemplo y la comprensión de mis compatriotas, y mientras viva estaré listo con el pie en el estribo para defender a la patria, la revolución y el socialismo”, aseguró.
Castro asumió el poder en 2005, luego de que una enfermedad obligara a Fidel a abandonar la vida pública.
En 2011, asumió también de su hermano la máxima dirección del PCC y en 2016, anunció que abandonaría el cargo para abrir paso a “generaciones más jóvenes”.
Aunque tomó numerosas medidas de apertura económica durante su gobierno, se mostró reacio a cualquier cambio en la estructura política y durante su mandato se continuó persiguiendo y encarcelando a la disidencia y numerosas organizaciones civiles siguieron denunciando lo que consideraban violaciones de los derechos humanos.
En BBC Mundo, te recordamos 5 medidas que tomó durante su gobierno y que constituyen probablemente su legado más visible en los más de 15 años que pasó al frente de los máximos poderes de la isla.
1. El deshielo de las relaciones con EE.UU.
Fue tal vez el paso más arriesgado y reformista que tomó durante su mandato: pese a que su hermano fue renuente a sentarse a dialogar -al menos públicamente- con el “enemigo histórico de la Revolución” y que incluso expresó reticencias públicas sobre el proceso, Raúl Castro abrió canales de comunicación con EE.UU. que llevaron a la normalización de las relaciones.
Los dos países, que se han enfrentado por años en la escena internacional, tendieron puentes al diálogo, lo que abrió esperanzas de un potencial cambio en la isla, principalmente tras la visita del entonces presidente Barack Obama.
El acercamiento, sin embargo, duró poco: la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca llevó a un nuevo enfriamiento, impuso nuevas sanciones contra el gobierno de La Habana y cerró la embajada poco antes abierta tras unos extraños “ataques sónicos” cuyos orígenes todavía se investiga.
En su mensaje de despedida este viernes dijo que el gobierno “ratifica la voluntad de fomentar el diálogo respetuoso con Estados Unidos, sin que se pretenda que para lograrlo se realicen concesiones inherentes a su soberanía e independencia y ceda en el ejercicio de su política exterior y sus ideales”.
2. La apertura dentro de la isla
El histórico acercamiento con EE.UU. fue interpretado como el visto bueno de la Casa Blanca tras un proceso de reformas que se iniciaron en la isla luego de que Raúl Castro asumiera la presidencia tras la enfermedad de su hermano en 2005.
En el seno de esas reformas, se levantaron algunas de las restricciones que habían segregado a los cubanos por décadas dentro de su propio país.
A partir de entonces, los cubanos pudieron acceder a teléfonos móviles, comprar o vender casas y carros.
También dejaron de necesitar autorización del gobierno para poder viajar fuera del país o permanecer en el exterior hasta por dos años sin perder residencia legal en la isla o sus bienes.
Los cubanos fueron autorizados por primera vez en décadas a hospedarse en hoteles de su propio país y se abrió la puerta a los exiliados para que pudieran repatriarse a la isla.
3. Apertura del acceso a internet
Como parte de esas aperturas y quizás la que mayor impacto visible y duradero ha tenido en la vida del cubano común fue el levantamiento de la veda gubernamental de internet.
Por primera vez, los cubanos pudieron conectarse libremente a Facebook y a otras redes sociales, y, tras décadas de monopolio estatal, comenzaron a tener acceso a contenidos informativos, políticos, culturales y de entretenimiento que no eran controlados por las autoridades comunistas.
El acceso a internet en la isla -que limitado, caro y con numerosos sitios bloqueados- ha dado paso a una plataforma paralela en la que muchos cubanos han comenzado a ventilar sus quejas, cuestionar medidas del gobierno y abogar por el cambio en el isla.
Grupos opositores y voces disidentes, como el Movimiento San Isidro, un grupo de jóvenes artistas contestatarios, han encontrado en las redes una plataforma para movilizar jóvenes y ha llevado a protestas sin precedentes en los meses pasados.
4. La reforma económica
Estos cambios en la vida cotidiana estuvieron acompañados por una serie de medidas económicas para tratar de sacar a la economía de la isla de su crisis histórica y que tuvieron su máxima expresión en la apertura a la iniciativa privada a la que las autoridades se refieren como “cuentapropismo” o “sector no-estatal”.
Bajo el mandato de Raúl Castro el sector privado comenzó a florecer en la isla: numerosos restaurantes, tiendas de artesanías, agencias de viaje, casas de renta y otros cambiaron la geografía de muchas ciudades, principalmente La Habana.
Pero el gobierno ha limitado o ampliado a través de los años el tipo de negocios que los cubanos tienen permitido abrir.
5. Los límites de mandato
La salida del menor de los hermanos Castro de la nomenclatura oficial de la isla durante este congreso del Partido obedece a una decisión propia.
Raúl anunció en 2016 que dejaría el cargo el gobierno de Cuba para dar paso a “generaciones más jóvenes” y así lo hizo en 2018, cuando dio paso a la presidencia en manos de Miguel Díaz-Canel.
A la vez, impulsó el establecimiento de límites de edad y de permanencia en los cargos de mayor nivel político: los mandatos de los dirigentes fueron reducidos a dos períodos de cinco años y se fijó los 60 años como edad máxima para ingresar al Comité Central del Partido y los 70 años para los cargos de dirección en el PCC.
Esta reforma -de mantenerse con la nueva jefatura- no solo implica la salida progresiva de la llamada “generación histórica”, que ha mantenido el poder de una u otra forma desde 1959, sino que también cierra el paso a los nuevos miembros del Partido que busquen perpetuarse.
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