Vista aérea de un área quemada en la selva amazónica, cerca de la Reserva de Extracción Lago do Cunia, en la frontera de los estados de Rondonia y Amazonas, al norte de Brasil.
Vista aérea de un área quemada en la selva amazónica, cerca de la Reserva de Extracción Lago do Cunia, en la frontera de los estados de Rondonia y Amazonas, al norte de Brasil.
/ DOUGLAS MAGNO / AFP
Agencia AFP

La imagen habrá marcado el gobierno del presidente brasileño : el cielo oscurecido a media tarde sobre la megalópolis de Sao Paulo, debido a una gruesa humareda proveniente de los incendios en la Amazonía.

Era el 19 de agosto de 2019, menos de nueve meses después de la llegada al poder de Bolsonaro. Las imágenes de la nube negra viajando miles de kilómetros provocaron la indignación global sobre la acelerada destrucción de la selva tropical.

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Tres años después, el mandatario ultraderechista se presenta a la reelección con un historial en materia ambiental considerado desastroso por los ecologistas.

Durante el mandato del excapitán del Ejército, la deforestación anual promedio en la Amazonía brasileña -principalmente causada por la tala de árboles para dar cabida a ganado y tierras cultivables, según expertos- aumentó 75% comparado con la década anterior.

El año pasado, el presupuesto dedicado a los organismos públicos de conservación ambiental se redujo 71% con respecto a 2014, cuando estuvo en su apogeo, según un estudio elaborado por la Universidad Federal de Rio de Janeiro y la ONG Instituto socioambiental.

Bolsonaro ha expulsado a funcionarios que se opusieron a sus políticas ambientales, criticado a líderes internacionales con discursos nacionalistas sobre “nuestra Amazonía” y mantenido su apoyo a las actividades agropecuarias y mineras en detrimento de la selva, incluso en zonas protegidas como las reservas indígenas.

Para los científicos y ambientalistas, la polarizada elección del domingo, que lo enfrenta, entre otros, al expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), favorito en los sondeos, tendrá potencialmente enormes consecuencias para el planeta.

“Esta es la elección más importante en la historia de Brasil”, dice Marcio Astrini, secretario ejecutivo de Observatorio del Clima, un conglomerado de grupos ambientalistas.

“Vamos a tomar una decisión radical: escoger si la Amazonía sigue viva o si recibe una sentencia a muerte con una reelección de Bolsonaro”.

Bolsonaro en la “dirección contraria”

Los temas ambientales han suscitado poco interés en la campaña frente a los económicos y sociales en un país donde más de 30 millones de habitantes sufren de hambre.

Pero en medio del combate contra el calentamiento global, el asunto tiene relevancia más allá de Brasil.

Scott Denning, experto estadounidense sobre cambio climático de la universidad de Colorado, dice que no sigue la política brasileña, pero estará atento a lo que sucede con la Amazonía, de la cual 60% está en Brasil.

Las investigaciones muestran que la mayor selva tropical del mundo, que hasta hace poco ayudaba a absorber las crecientes emisiones de carbono, empezó a expulsar más de lo que absorbe.

Y esas emisiones provenientes de la Amazonía se duplicaron durante los dos primeros años de la presidencia de Bolsonaro, hasta representar el equivalente a 5% de las emisiones de combustibles fósiles del planeta.

“Otros cuatro años así y será mucho CO2. La Amazonía es una enorme esponja viva de carbono. Pero ahora estamos cortando y quemando los árboles más rápido de lo que pueden regenerarse”, explica Denning.

“El resto del mundo está luchando para rebajar las emisiones de combustibles fósiles y Bolsonaro va en la dirección contraria”.

Críticas a Lula

En un comunicado, la campaña de Bolsonaro defendió el legado del jefe de Estado que “equilibra la protección ambiental con el crecimiento económico justo y sostenible”.

Pero Lula también ha sido criticado por su historial ambiental, principalmente por su decisión de construir en la Amazonía la enorme represa hidroeléctrica Belo Monte.

Desde agosto de 2003, su primer año de gobierno, hasta julio de 2004 se registró el segundo peor año en deforestación, con 27.772 kilómetros cuadrados de tala en la Amazonía, el doble de los 13.038 km2 de 2021 bajo el gobierno Bolsonaro.

Sin embargo, el gobierno de Lula redujo luego la deforestación en 75%, a niveles récord.

Lula obtuvo hace dos semanas el respaldo clave de Marina Silva, su exministra de Medio Ambiente que había abandonado su gobierno en 2008 desencantada por sus políticas en la Amazonía.

El activista ambiental Claudio Angelo, que trabajó en la fallida candidatura presidencial de Silva en 2018, afirma que los asuntos del medio ambiente no son una prioridad para Lula.

Pero los activistas confían en que no puede ser peor que Bolsonaro.

El exsindicalista prometió aumentar las metas de reducción de gases de efecto invernadero acordadas por Brasil en el Acuerdo de París, reactivar el Fondo Amazonía de financiación internacional para proteger la selva y combatir la deforestación.

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