Ella afirma que será la que gobernará Ecuador. Él ha preferido encarpetar a su millonario papá y asegura que será quien sacará de la crisis a un país harto de la criminalidad y la improvisación. Este domingo, Luisa González y Daniel Noboa se enfrentarán en la segunda vuelta y uno de ellos será el próximo presidente que estará al mando del país durante apenas 18 meses.
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En el 2006, los mentores de ambos se vieron las caras. Rafael Correa -entonces de 44 años- le ganó en el balotaje a Álvaro Noboa, el hombre más rico de Ecuador que intentó ser presidente cinco veces y que esta vez podría ver cristalizado su sueño a través de su hijo. Las encuestas han mostrado una tendencia favorable para el empresario de 35 años, pero el descrédito de los sondeos podría traer sorpresas.
A diferencia de aquel 2006, los protagonistas de esta segunda vuelta no se creen caudillos, ni generan odios ni amores. Tienen, más bien, personalidades más cautas, cuidan sus palabras y no atraen multitudes. Y en sus presentaciones no dejan de llevar chaleco antibalas, una señal de la violencia extrema que vive el vecino país y que en la primera vuelta le costó la vida al candidato Fernando Villavicencio, a quien justamente ultimaron saliendo de un mitin.
“Ha habido mucha cautela en la campaña, incluso en las visitas territoriales, y eso ha hecho que se vea como una campaña plana, aburrida y alejada de las personas”, afirma a este Diario el abogado ecuatoriano Esteban Ron, experto electoral y director de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Internacional SEK. “Pese a que los candidatos cuentan con seguridad gubernamental y particular, el asesinato de Fernando Villavicencio también les generó un temor y por eso no se han expuesto tanto y se han volcado más a las redes sociales”, agrega.
En mayo pasado, el impopular presidente Guillermo Lasso decidió activar la muerte cruzada, un mecanismo que le permitió adelantar los comicios, disolver la Asamblea Nacional (que estaba a punto de resolver su destitución) y que lo dejará gobernando hasta diciembre, cuando asuma el nuevo mandatario.
El próximo presidente, sea Noboa o González, deberá llevar las riendas del país hasta el 24 de mayo del 2025, es decir, hasta culminar el período que le debía corresponder a Lasso.
Esto no quiere decir que los candidatos no hayan salido a las calles, pero sus reuniones han sido más selectivas, con grupos específicos de votantes, y han apostado por espacios como coliseos o universidades.
Un electorado cansado
A esto habría que sumar el cansancio de la población hacia la política y los actores políticos. Vale mostrar solo una cifra: el 94% de los ecuatorianos rechaza a los legisladores. “Hay hartazgo porque estamos de elección en elección. Acá el voto es obligatorio, entonces hemos tenido referéndum, luego elecciones locales, seccionales. Y se tiene que votar este domingo por un gobierno que solo va a durar 18 meses y luego volver a elegir a otro presidente. Entonces, cuando los candidatos hablan de resolver el problema de la seguridad que requiere reformas estructurales en el sistema de justicia, en la policía, en las fuerzas armadas, pues es algo que lleva muchos años, y muchas de las cosas que prometen no se pueden hacer en tan poco tiempo”, explica Calderón.
25
homicidios por cada 100 mil habitantes se registraron en Ecuador en el 2022. En el 2017 la cifra apenas llegaba a 6.
41,5%
de intención de voto alcanzó Noboa en la última encuesta de Comunicaliza, mientras González obtuvo el 36,4%. Los indecisos suman el 12%.
De la misma opinión es Esteban Ron: “Hay un hastío general hacia la política por el escándalo diario de corrupción que existe en el país. Pero además, el ecuatoriano no confía en la administración pública, en el Estado, y eso es grave. No solo eso, también hay desconfianza hacia los organismos de representación y del proceso democrático, y eso es muy serio porque la variable de la legitimidad, con la que entran los nuevos gobernantes, es muy escasa”.
Por eso, cuando Guillermo Lasso -que apenas tiene el 14% de aprobación- cerró el Congreso no hubo marchas ni manifestaciones, en un país en el que la protesta política solía ser habitual como un mecanismo de presión.
Correa, el protagonista
Desde el 2017, Rafael Correa vive en Bélgica bajo asilo político y, por ahora, no puede regresar a Ecuador pues tiene una sentencia de ocho años de prisión por corrupción.
Esto no ha impedido que siga siendo una figura determinante en la política del país. De hecho, los ecuatorianos se definen entre el correísmo, el anticorreísmo y aquellos que no comulgan con sus ideas o su vena autoritaria, pero le reconocen los logros alcanzados. A estos últimos son los que pretende llegar Luisa González para poder ganar la segunda vuelta, pues el voto duro correísta ya lo tiene (que es el 25% del electorado), pero necesita de los indecisos. Por eso, es que en esta segunda parte de la campaña prefirió desmarcarse de él y nombrarlo lo menos posible.
“La presidenta va a ser Luisa González y mi principal asesor va a ser Rafael Correa, por supuesto. O díganme quién puede manejar mejor la economía de un país”.
“El correísmo tiene esta estrategia de usar mucho la figura del expresidente en primera vuelta, pues moviliza a su base dura y consigue posicionar a sus candidatos para la segunda ronda. Así ocurrió en la anterior elección y ahora con Luisa González. Ya en esta etapa pasan a la estrategia de apartarse de la imagen de Correa porque les toca sumar a aquellos que no son ‘alérgicos’ a su figura pero que tienen cierto recelo”, señala a El Comercio Gabriela Calderón, investigadora del Cato Institute y columnista del diario ecuatoriano “El Universo”.
En el caso de Noboa, él atrae a todo el voto anticorreísta, pero en esta segunda parte de la campaña se ha cuidado de no criticarlo ferozmente pues sabe que también necesita de aquellos indecisos que podrían inclinar la balanza, sobre todo teniendo en cuenta que su principal flanco débil es su inexperiencia y su poco conocimiento de la gestión pública. El empresario ha sido asambleísta durante dos años, pero básicamente se ha dedicado a trabajar en el emporio de su padre, mientras que González sí ha tenido cargos importantes durante los mandatos de Correa, además de ser legisladora.
“Si gana Noboa, Correa no va a dudar en exponer cada uno de sus errores, porque él asume la posición de que es el único que conoce cómo funciona el Estado. Y sobre él habrá mucho escrutinio público justamente por la inactividad que tuvo Guillermo Lasso al mando del país”, explica Ron.
“Tenemos que hacer un gobierno que tenga apertura internacional, que sepa generar empleo y dar seguridad, ese es el ‘pronoboismo’”,
Calderón señala, en tanto, que Noboa está apelando al voto joven (en Ecuador se puede sufragar desde los 16 años) pues es visto como un ‘outsider’, ya que no ha heredado una estructura partidista como la que tenía su padre, y ha centrado sus propuestas en la generación de empleo y en ordenar la economía del país.
González, en tanto, hace malabares para exponer su experiencia en la administración pública mientras intenta convencer a los ecuatorianos que no será ningún títere de Correa, pero que tampoco será otra Lenín Moreno, el mandatario que terminó traicionándolo.
Los ecuatorianos van sin muchas ganas a votar sabiendo que en 18 meses los problemas estructurales del país estarán lejos de empezar a solucionarse, que la criminalidad continuará y que los sueldos seguirán siendo insuficientes. Lo único que esperan, por ahora, es tener un presidente más visible y que la historia de Guillermo Lasso no se repita.
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