En medio de la disputa en Bolivia entre Evo Morales y Carlos Mesa, con acusaciones de fraude por un lado y de intentos de golpe de Estado por el otro, Luis Fernando Camacho ha irrumpido de tal forma que ha eclipsado a ambas figuras políticas en los últimos días.
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Su cargo como presidente del poderoso Comité Cívico de Santa Cruz le ha permitido convocar multitudinarias presentaciones en las que primero le otorgó un ultimátum para que Morales renuncie a la presidencia y, al cumplirse el plazo sin mayor respuesta del mandatario, anunció que le llevaría personalmente la carta de renuncia.
Si bien el plan de Camacho se vio frustrado por los seguidores de Morales, quienes le impidieron salir del aeropuerto en El Alto, la figura del líder cívico ha ganado terreno en la complicada actualidad del país altiplánico.
“El surgimiento del señor Camacho es algo que rompe una serie de esquemas en la política boliviana y la forma en la que se ha planteado este conflicto. Su liderazgo, su capacidad de convocatoria ha alcanzado unas dimensiones sorprendentes y extraordinarias, al punto que ha desplazado a Mesa de ese lugar en la oposición”, explica a El Comercio el sociólogo y analista boliviano Henry Oporto. “Así que estamos frente a una secuencia de acontecimientos nuevos, inesperados, impredecibles y de resultados inciertos”.
El sociólogo y director de la ONG Ciudadanía, Daniel Moreno, coincide en que las últimas apariciones han producido que Camacho aumente enormemente su aceptación pública, aunque considera que esto no significaría necesariamente una salida al problema de fondo en Bolivia.
“Es una solución política que pasa por actores políticos y no uno que, por más que sea popular, no tiene ni la base institucional ni las credenciales que sí tienen Evo Morales y Carlos Mesa", dice en conversación con este Diario. "Entonces, la salida es un acuerdo político, deben sentarse Mesa y Morales a discutir y lograr un acuerdo que seguramente pasa por alguna modalidad de nuevas elecciones, ya sea en segunda vuelta o un nuevo proceso con el tribunal que garantice confianza y seguridad”.
“Estamos en una suerte de punto muerto en el conflicto boliviano. Que se agrava porque no hay ningún espacio de diálogo o negociación entre Gobierno y oposición. Sus posiciones son absolutamente antagónicas y nadie se plantea abrir el diálogo”, agrega Oporto.
-UNA OPOSICIÓN, DOS CABEZAS-
La fuerza que ha ganado Camacho en la última semana ha contrastado con un Mesa que mas bien ha salido del encuadre, a diferencia de los primeros días postelectorales.
Si bien mensajes como el tuit enviado por el candidato en solidaridad con el líder cívico tras los enfrentamientos en el aeropuerto dejan ver que comparten un mismo objetivo, ambos representan dos rostros muy distintos en una oposición boliviana a la que históricamente le ha costado cohesionarse.
“Una debilidad que tiene la oposición boliviana es su desarticulación. La ausencia de una conducción política unificada. Las dinámicas son, de alguna manera, dispersas. Camacho está desarrollando hasta cierto punto una agenda propia, está imprimiéndole una dinámica seguramente inconsulta y descoordinada con los partidos políticos”, considera Oporto, quien considera que la responsabilidad de esta situación recae en los mismos partidos, incapaces de conducir el movimiento opositor de forma integral.
“Siempre fue una oposición relativamente fragmentada y lo que hace la aparición de Camacho es un poco reforzar eso. Pero no es que antes la oposición haya estado cohesionada”, complementa Moreno.
Ante la posibilidad de que la figura de Camacho termine opacando a la de Mesa, los analistas discrepan en si esto podría pasar, pero coinciden en que finalmente una victoria del primero terminarían beneficiando al segundo.
“Como opción política Mesa sigue siendo la única. A no ser que a Camacho se le ocurra presentarse como candidato si se convoca a nuevas elecciones en lo que resta del año. Eso sería otro escenario que, si bien no es totalmente descabellado dados todos los giros que ha dado la situación en la última semana, es poco probable. Es un líder civil, pero no creo que se proyecte como un líder político que le discuta ese lugar a Carlos Mesa”, opina Moreno.
“Mesa ha perdido el protagonismo evidentemente, no es el jefe de la movilización. En ese sentido, su poder de influencia ha mermado algo, pero por otro lado tiene la legitimidad de la representación por el voto ciudadano. Cualquiera de las salidas lo tendrá a él en un lugar estelar. Puede ser el principal beneficiado de cualquier situación en la que se evite que Evo se imponga”, dice Oporto. “Sin embargo, Mesa está mostrando no solo una debilidad y dificultad de articular la conducción política unitaria, sino que además tiene dificultades para encausar la solución que garantice una transición organizada y concertada”.
En este punto, Moreno considera que más que una falta de carácter por parte de Mesa, su actitud respondería a una estrategia de posicionamiento.
“Por más que lo acusen de tibio, que es lo que muchos hacen, Mesa está haciendo lo más recomendado. Tiene una posición más moderada, más sosegada, deja que Evo y Camacho se vayan a las posiciones más extremas y él se va posicionando como un actor del centro”, explica.
En ese sentido, solo resta esperar a que en los próximos días el conflicto boliviano encuentre una solución, la misma que podría hallarse estableciéndose un espacio de diálogo entre el oficialismo y la oposición, con una salida forzada de Morales o con una firme resolución de parte de la OEA respaldada por la comunidad internacional.