La oficialista Claudia Sheinbaum se convirtió en la primera presidenta de México al vencer por más de 30 puntos de ventaja en las elecciones del domingo 2 a su principal rival, Xóchitl Gálvez, candidata de una coalición de partidos de oposición. El triunfo de la exalcaldesa de Ciudad de México es considerado un espaldarazo para el actual mandatario Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO.
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En diálogo con El Comercio, Raúl Trejo, periodista y académico mexicano experto en comunicación y política, considera que Sheinbaum difícilmente será una estadista y que se centrará en administrar la herencia de López Obrador. Su mayor reto por delante, agrega, es hacer frente a la división del país.
—¿Qué nos dice el triunfo de Claudia Sheinbaum de la situación actual de México? ¿Qué significa?
Significa la continuación del proyecto del presidente López Obrador, un proyecto que considero autoritario, polarizador de la sociedad y sobre todo profundamente contrapuesto con el ideal que dice sostener su movimiento, que es el de buscar la igualdad entre los mexicanos. Hay quienes consideran que López Obrador ha tenido un proyecto de izquierda comprometido con los mexicanos más pobres, pero la verdad es que esto requiere muchos matices.
En México, en los últimos seis años, uno de cada cinco mexicanos dejó de tener servicios de salud pública, algo que nunca había ocurrido en las últimas décadas. Durante la pandemia, según una investigación independiente, al menos 300.000 personas murieron por negligencia del gobierno. Y la violencia sigue sin ser atendida. Tendremos al final de este gobierno quizá más de 200.000 personas asesinadas como resultado de la expansión de la delincuencia organizada. Si bien la mayor parte del gasto público se está destinando a programas sociales, también hay una porción que se destina a caprichos del presidente.
—¿Qué diferencia a Sheinbaum de AMLO? ¿Cuál podría ser su sello para un nuevo gobierno?
Ella ha hecho todo lo posible para que no se note diferencia respecto al actual presidente. Ella ha dicho que mantiene ese programa, que quiere tender el segundo piso de la transformación que inició el presidente López Obrador. AMLO, por ejemplo, hace algunos meses quiso emprender una serie de reformas a la Constitución, que no logró porque no tiene la mayoría calificada requerida. El presidente propone desaparecer o recortar sustancialmente las atribuciones de organismos autónomos como el Instituto de Resolución Electoral, que organiza los comicios. El Instituto de Transparencia desaparecería. El actual jefe de Estado quiere que no haya contrapesos al poder presidencial y Sheinbaum no ha hecho más que repetir que está de acuerdo y que ella hace suyas esas propuestas. No encuentro un atributo que me permita suponer que se comportará como estadista en vez de solamente administrar la herencia de López Obrador.
—¿Cuál será su mayor desafío como presidenta?
La división del país. Con el gobierno del presidente López Obrador se ha promovido una intensa polarización. El país está partido en dos y esto se va a corroborar con el resultado final de las votaciones. Esta polarización, creada de manera intencional con un discurso del presidente que decía que quienes no estaban con él eran sus adversarios y que él representaba al auténtico pueblo, es el principal obstáculo para cualquier gobernante. La vencedora de esta elección tendría que tender puentes hacia la sociedad que ha estado excluida del discurso e interlocución presidenciales. Lamentablemente hasta ahora, las señales que ha dejado ver Sheinbaum, al respecto, son de una nueva negativa a gobernar con una actitud plural.
—¿Qué señales han sido esas?
Tanto en el último de los tres debates que tuvieron los candidatos presidenciales como en varias entrevistas de prensa, ella ha dicho que solamente gobernará con el pueblo que le es fiel, que no entiende que su tarea como gobernante sea conciliar, sino aplicar decisiones que ella haya tomado y que si hay pluralidad se debe expresar en el Congreso, pero no en la acción cotidiana del gobierno federal.
—La violencia ha sido un tema bastante presente en esta campaña. ¿Se esperaría un cambio de estrategia bajo el liderazgo de Sheinbaum?
Ella ha dicho que no. Hasta ahora la estrategia ha sido tender puentes con los grupos delincuenciales, no agredirlos en lo fundamental. De repente hay detención de algunos capos del narcotráfico, pero en general esta estrategia se resuelve en una frase del presidente López Obrador que dice “abrazos, no balazos”. Y esta idea de contemporizar con la delincuencia, hasta donde ella ha declarado, se mantendrá.
Ella dice que para combatir a la delincuencia hay que ir a sus raíces sociales, evitar la pobreza, dar recursos a los jóvenes para que no sean atraídos por los delincuentes. Pero esto lo hizo López Obrador y no funcionó porque la tentación del dinero mal habido es mucho mayor. Y lo único que ha ocurrido es que tenemos cada vez más jóvenes en todo el país que son cómplices de los delincuentes.
—Y en cuanto a las relaciones internacionales o la política exterior, ¿se espera algún cambio?
Me temo que no, me gustaría verlo. Hemos tenido una política exterior extremadamente introvertida. El liderazgo que México llegó a tener por muchos motivos en América Latina y en el mundo se ha perdido en parte por el carácter arisco del presidente López Obrador a los viajes y a la interlocución con otros gobernantes, pero también por la convicción de que hay que acercarse mucho más a gobiernos que yo calificaría como populistas y autoritarios que al resto del mundo.