Aclamado por centenares, el izquierdista Gustavo Petro sube a una tarima rodeado de una decena de escoltas y resguardado por dos escudos luego de advertir un supuesto plan para atentar contra su vida. Desde el edificio contiguo, un policía de comandos especiales de Colombia vigila con un arma larga.
Las amenazas lo persiguen en la recta final de una agitada campaña presidencial en el país andino, donde décadas atrás líderes populares como Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán fueron asesinados cuando tenían posibilidades reales de llegar al poder.
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La actual campaña, ha dicho, es su último intento por conquistar la presidencia que le ha sido esquiva dos veces. Las encuestas lo dan como favorito, aunque con el pasar de las semanas el candidato de derecha Federico Gutiérrez ha recortado diferencia. Los comicios serán el 29 de mayo.
Petro, quien en su juventud fue guerrillero, intenta disipar las críticas de sus contradictores desde la tarima al prometer que no extendería su periodo presidencial más allá de los cuatro años permitidos por la ley, ya que la reelección está prohibida. “Permítanos sembrar los pilares de esa transición, los pilares de ese cambio”, les dijo a unas 700 personas que esperaron su llegada por tres horas bajo un inclemente sol en Fusagasugá, un pueblo a 59 kilómetros de Bogotá.
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“Tenemos que apoyar el cambio, no podemos seguir con el continuismo”, dijo a The Associated Press el estudiante Juan Sebastián Hernández mientras sostenía una bandera de Colombia. “Los jóvenes ya reaccionamos, estamos cansados de que nos sigan matando”, agregó el colombiano de 22 años.
De llegar al poder Petro se convertiría en el primer presidente de izquierda en Colombia, una posibilidad que ha generado resistencia y temor en algunos sectores por posibles cambios económicos y sociales: no daría nuevas licencias para explotar petróleo, haría una reforma agraria, elevaría los impuestos a los grandes terratenientes que tienen tierras improductivas y “democratizaría” los recursos, una propuesta que genera tal recelo que Petro juró en una notaría que no expropiaría bienes.
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“No es la guerra, es la educación; no es el petróleo y la cocaína, es el trabajo sobre el surco bajo el sol y la transformación de los productos en la industria; no es una oligarquía minoritaria gobernando a Colombia, es una democracia multicolor”, explicó Petro, candidato del Pacto Histórico, ante la multitud.
En la primera fila, María Cárdenas, de 76 años, lo apoyaba porque cree que gobernará para los pobres. “No puedo trabajar porque estoy enferma, no tengo casa, no tengo nada. Él dice que nos va a ayudar, por eso estoy aquí”, dijo la mujer.
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A sus 62 años, Petro busca un “cambio” para Colombia que involucre al “pueblo” y se despacha contra el actual gobierno del conservador Iván Duque, apadrinado por el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), su más férreo opositor.
Su discurso ha madurado con los años, pero se empezó a proyectar desde su juventud. En 1978, cuando apenas era un estudiante de Economía, Petro eligió entrar a la guerrilla urbana Movimiento 19 de abril o M-19, llamada así en conmemoración de la fecha de las elecciones presidenciales de 1970 en las que fue denunciado un presunto fraude que evitó que el general Gustavo Rojas Pinilla llegara al poder.
Nacionalista y antiimperialista, el M-19 buscó el poder por las armas y es recordado por golpes simbólicos como el robo de la espada de Simón Bolívar en Bogotá y otros más atemorizantes, como las tomas de la embajada de República Dominicana con rehenes y la del Palacio de Justicia, donde funcionaban las altas cortes, que terminó en una tragedia luego de que el ejército intentó tomar el control a la fuerza y murieron decenas de magistrados, guerrilleros y otros fueron desaparecidos.
Petro no llegó a ser comandante de la guerrilla, en la que fue más bien un miliciano, y tampoco carga a cuestas mayor responsabilidad por la tragedia del Palacio de Justicia en 1985 porque estaba en la cárcel. Allí, según ha denunciado, fue golpeado y sometido a “tortura china”, que consiste en hacer caer sobre la víctima inmovilizada una gota de agua sin cesar durante horas.
Everth Bustamante, excomandante del M-19 y luego senador, recuerda que conoció a un joven Petro de 18 años en Zipaquirá -un pueblo cercano a Bogotá donde vivió en su juventud- cuando se vinculó a un grupo de apoyo urbano a la guerrilla. “Petro no tiene un papel destacado (en el M-19) hasta cuando firmamos los acuerdos de paz” en 1990, contó Bustamante. Su paso por la cárcel no se dio por una “actividad político militar” de la guerrilla, agregó, sino por ayudar a una comunidad a tomar un predio ilegalmente para construir un barrio.
“Desde sus orígenes ha sido partidario de una línea más de levantamiento y de insurrección de los sectores populares... tiene unos delirios de ser el llamado a resolver todos los problemas y llevar al país al paraíso, es un discurso demagógico, populista”, aseguró a AP Bustamante, quien primero fue su aliado y ahora es uno de sus opositores.
Las armas del M-19 fueron fundidas y convertidas en lingotes de acero luego de la firma del acuerdo de paz con el gobierno en 1990. Petro, junto con unos 900 guerrilleros más, abandonaron la insurgencia y fundaron un partido político. Algunos fueron asesinados y otros se convirtieron en alcaldes, gobernadores o senadores.
En la legalidad Petro ha sido senador de la oposición en varios periodos y es recordado por denunciar en el Congreso vínculos entre paramilitares y políticos, varios de ellos ahora condenados.
Como alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015 generó opiniones encontradas sobre su administración. Por un lado, le reconocen abanderar proyectos sociales ambiciosos, pero le critican la capacidad de ejecución y algunas decisiones improvisadas. Su mandato terminó en polémica luego de que la Procuraduría lo destituyó e inhabilitó para ejercer cargos públicos por 15 años por faltas “gravísimas” en la implementación de un nuevo modelo de aseo en Bogotá.
Pese a los recursos interpuestos por Petro, la Procuraduría ratificó su decisión y el pleito pasó a manos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que en 2020 declaró responsable a Colombia por violaciones a los derechos políticos de Petro.
“Las resistencias que genera la figura de Gustavo Petro hoy día no tienen tanto que ver con su pasado de guerrillero como sí por este estilo un poco mesiánico, personal y agresivo que lo caracteriza”, dijo a AP Yann Basset, analista político y profesor de la Universidad del Rosario.
Sus opositores temen que Petro se convierta en “un nuevo Hugo Chávez” de llegar al poder y Colombia termine en una crisis política y social como la que vive Venezuela.
Petro y Chávez se conocieron en Bogotá en 1994. “Chávez fue mi amigo y respeté su proceso, pero me sembró muchas dudas el hecho de que en la fase final tratase de imitar el modelo cubano”, contó Petro en su libro autobiográfico “Una vida, muchas vidas”.
“No se le puede calificar sin más de autoritario, él defiende la constitución. Es más bien un interrogante”, dijo Basset. Al compararlo con líderes latinoamericanos de izquierda, el experto no encontró tanta cercanía con la figura de Chávez o Luiz Inácio Lula da Silva, pero sí con la del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. “Petro ha tratado de resucitar el liberalismo popular colombiano de Gaitán, así como López Obrador un poco el nacionalismo revolucionario clásico de México”.
De llegar a la presidencia, Petro buscaría el diálogo y sometimiento a la justicia de los grupos armados que todavía quedan en Colombia como la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el cártel Clan del Golfo. También se ha comprometido a cumplir con el acuerdo de paz firmado en 2016 entre el Estado y la extinta guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que llegó a ser la más antigua de Latinoamérica.
Un Tribunal de Paz está próximo a emitir sus primeras sanciones sobre los hechos ocurridos en cinco décadas de conflicto armado interno que causaron la muerte de más de 262.000 personas, la desaparición de unas 80.000 y el desplazamiento de ocho millones, según registros estatales.
Petro, dicen sus amigos, es un hombre tímido que no se altera con facilidad y que aprendió a enfrentar momentos tensos en la clandestinidad y luego en la oposición. “Él vive en un aspecto mental diferente al del resto. Eso pasa con los estadistas. A veces se acerca a uno más desde lo afectivo, pero en su propia forma, no es extrovertido”, dijo María José Pizarro, actual representante a la Cámara por el movimiento de Petro e hija del que fuera el máximo comandante del M-19, Carlos Pizarro Leóngomez.
Pizarro pide que “la vida no sea asesinada en primavera”, es decir, que con Petro no se repita la historia de su padre, asesinado en la primavera de 1990 cuando lideraba las encuestas como candidato presidencial.
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