Henri Falcón camina repartiendo abrazos y saludos. A los lados de la avenida, decenas de personas hacen fila. Pero no por él: unos esperan que salga el pan; otros, la camioneta que los lleve a casa al final de la jornada de trabajo; y unas decenas más, la harina de maíz a precio subsidiado que protege la Guardia Nacional.
Es difícil para Falcón atraer las miradas en su recorrido por la zona popular de las Minas de Baruta, en una zona montañosa que circunda Caracas.
Pese a todo, afirma estar convencido de que el domingo será presidente de Venezuela.
Se lo dicen las encuestas. No tanto el entusiasmo que mostró la gente en el acto electoral de hace dos semanas.
Falcón asoma como la principal amenaza de Nicolás Maduro en unas elecciones en las que buena parte de la oposición no participará por considerar que no hay condiciones para un proceso justo y transparente.
Él admite que las "condiciones electorales" son malas, pero que las "condiciones políticas" son óptimas ante la grave crisis económica que atraviesa el país.
El ex gobernador del estado Lara, en el centro-oeste del país, confía precisamente en todas esas colas, en esos problemas, para dar la sorpresa, superar la desconfianza que rodea los comicios y acabar con 20 años de chavismo.
Precisamente él que fue chavista, luego opositor y ahora es un verso suelto vilipendiado por ambos lados.
El socialista Maduro lo llama "Faltrump" para vincularlo con Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La oposición que cree que esta elección es un fraude y que Falcón está legitimando a Maduro con su participación lo compara con el mariscal Philippe Petain, que lideró el gobierno francés colaboracionista con la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
¿Es Falcón un Trump o un Petain?
Un camaleón
El militar y abogado de 56 años es un camaleón que ha triunfado con diferentes colores. Fue dos veces alcalde de la ciudad de Barquisimeto y dos veces gobernador de Lara. Y eso lo consiguió como chavista primero y como opositor después.
Fue seguidor y colaborador de Hugo Chávez, pero en las elecciones de 2013 fue jefe de campaña de Henrique Capriles, que estuvo a punto de derrotar a Maduro.
"Como hoy Venezuela vivía una crisis política en la década de los 80. El país estaba marcado por la corrupción como lo está hoy", me dice sobre por qué se hizo chavista.
Falcón, que participó en la redacción de la Constitución de 1999 que impulsó Chávez y que ahora cambiará el oficialismo, rompió con Chávez en 2010.
Ese año "comienza una desviación muy acentuada", me cuenta en la minivan que lo traslada de las Minas de Baruta de regreso a Caracas.
Girado, de rodillas sobre el asiento y apoyado en el respaldo habla con esa entonación que recuerda a Chávez y que parece ser ya imprescindible para todo político en Venezuela.
"Cuando se alejó del proyecto que yo compré, decidí abandonarlo en el mejor momento, cuando el chavismo tenía un 60-62% de apoyo en las encuestas y el petróleo estaba entre US$100 y US$110", explica con orgullo.
El motivo fue su oposición "a la persecución de la iniciativa privada" tras el intento del gobierno de expropiar una importante fábrica en Barquisimeto.
El giro
A partir de ahí se pasó a la oposición, pero no importó: siguió triunfando en su región.
"No solo gané como chavista y como opositor, sino con la votación de ambos sectores", afirma antes de glosar números y presumir de haber sido el gobernador con más apoyo de todo el país.
Esa capacidad de atraer a votantes de uno y otro lado fue una de las causas de que Capriles recurriera a él en 2013 como jefe de campaña.
Acababa de morir Chávez y el joven y enérgico líder opositor, adorado por la clase media y alta, necesitaba votos de las huestes chavistas.
Casi triunfó entonces una oposición que unida venció en las legislativas de 2015. Ahora, sin embargo, los rivales de Maduro llegan divididos a la elección presidencial.
La oposición más tradicional no pudo lograr las condiciones que pedía en la negociación con el gobierno. Entre ellas, liberar presos, habilitar a los líderes más populares, como Capriles y Leopoldo López, y a los partidos ahora proscritos.
Sin eso, decidió no participar y llamar a no votar este domingo.
Falcón, eterno presidenciable, casi hasta celebró su derrota en las elecciones regionales del año pasado. Tenía así tiempo de iniciar su carrera al palacio de Miraflores.
"Posturas de centro"
Se deslindó de la coalición opositora e inició un camino para el que, sin el apoyo de otros partidos, carece de logística. Y sin el de los opositores que no le perdonan que fuera chavista difícilmente logrará superar a la aceitada maquinaria electoral del chavismo.
"Hemos mantenido posturas racionales, de centro, no abordamos los extremos, los radicalismos", me explica. Pero eso que ve como ventaja puede ser también un inconveniente.
Para defender su dualidad histórica, critica a los llamados "políticos puros" y afirma que el 70% del país en algún momento fue chavista.
Propone un gobierno de unidad nacional e incluso ser el presidente por un periodo breve para iniciar una transición para la que plantea como principal medida la liberación de presos y la dolarización de la economía.
Promete que no habrá impunidad, pero pide tender la mano y evitar persecuciones.
Con esa idea de la concertación busca quizás seducir al chavismo para que lo vea como el garante de un cambio de gobierno amortiguado.
Y para que en caso de que saque más votos que Maduro, se los defiendan desde dentro.
"¿Los militares de hoy son los mismos que ayer? El chavismo no está tan cohesionado como antes, pero la derrota debe ser contundente, como en (las legislativas de) 2015. El elemento motor debe ser masificar la votación, no llamar a la abstención, que es una gran irresponsabilidad", afirma.
"Nuevos referentes"
La diputada Delsa Solórzano, muy crítica con Falcón, afirma que Maduro lo ha elegido como su oposición.
Aún en caso de perder, es posible que Falcón se constituya como un líder mucho más firme que lo que era antes del proceso electoral, sobre todo teniendo en cuenta la inhabilitación de Capriles y López, y la salida del país de otros políticos.
"Van a desaparecer, ellos mismos se están anulando", condena Falcón a la otra oposición por no pelear con Maduro en las urnas, pese a que él también cree que las condiciones no son buenas.
"Van a surgir nuevos referentes y no sólo van a ser líderes, sino nuevos partidos", afirma al pensar en la Venezuela del 21 de mayo.
"¿Y ahí va a estar usted?", le pregunto. "Pero sin duda alguna", afirma.
Su discurso oscila: en algunos momentos se ve presidente y me dice que le dará a BBC Mundo la primera entrevista en Miraflores; en otros, imagina su papel en la oposición a partir del lunes.
Los opositores críticos lo acusan de tener un acuerdo con el gobierno, del que pasaría a formar parte a cambio de reformas económicas. Él lo niega.
"Es ilógico que regalemos el país"
Su planteamiento de votar pese a todo cala entre una parte de la población que, descontenta con Maduro, quiere un cambio ya.
"Si salimos a votar, los acorralamos", me dice Mario de Nigris, simpatizante de Falcón pese a que viste una camiseta y una gorra naranjas del partido Voluntad Popular, el de Leopoldo López, que llama a la abstención.
"Quedarnos en casa no es la solución. Es ilógico que regalemos el país", agrega.
"La oposición es tan mala como el gobierno. Hay que salir a votar y unirse", me dice Francisco González, militante de Acción Democrática, otro partido que promueve no ir a las urnas este domingo.
No parece entusiasmado con Falcón. Pero menos lo está con Maduro.
Espera curioso en las Minas de Baruta mientras suena la canción de campaña que hace rimar el apellido de Falcón con "solución" y "reconciliación".
El candidato hace dos recorridos cortos a paso enérgico por la zona.
Algunas personas le piden cosas cuando le estrechan la mano. Otras, como Alejandra, mira con cara de nada -o de enfado o de apatía- mientras espera en una larga fila que una camioneta la lleve a casa.
"Usted no parece muy interesada en las elecciones", le digo. Asumo mal y me corrige. "Sí, yo voy a votar. A Maduro no, porque necesitamos un cambio, pero aún no sé a quién", me dice indecisa.
¿Y no teme irregularidades? "Fraude hay siempre, pero hay que votar", sentencia.