En declaraciones televisivas, el congresista Alejandro Cavero sostuvo lo siguiente: “Evidentemente, hay un intento de un sector del Gobierno Boliviano que lidera Evo Morales, que en el fondo es el presidente en la sombra de Bolivia, una intención geopolítica de [...] anexar una parte del sur del Perú. Esa siempre ha sido la aspiración boliviana porque los bolivianos, al no tener mar, su aspiración es no solamente el litio de Puno, sino también el acceso al mar, el gas del Cusco”.
No cuestiono que Morales sea un líder autoritario con vocación de injerencia en nuestros asuntos internos. Sí diría, sin embargo, que nada de lo dicho por Cavero consta en documentos oficiales u oficiosos bolivianos, y que sus alegatos no tienen sustento en los hechos.
Comencemos por la mediterraneidad boliviana. Bolivia siempre hizo explícito que su pretensión es obtener una salida soberana al mar por territorio del país que le privó de esa salida, es decir, Chile. Desde mediados del siglo pasado, Bolivia y Chile han mantenido negociaciones con ese fin: así, en 1950, bajo la presidencia de Gabriel Gonzales Videla, Chile contempló la posibilidad de ceder al norte de Arica una franja de territorio contigua a su frontera con el Perú. En 1975, los presidentes Augusto Pinochet y Hugo Banzer sostuvieron la denominada “negociación de Charaña”, exactamente con el mismo propósito (por eso Chile consultó al Perú sobre la posibilidad de ofrecer a Bolivia salida al mar por territorio que fue peruano hasta la Guerra del Pacífico, como establece el tratado de 1929). Durante el primer gobierno de Michelle Bachelet hubo una nueva negociación bilateral sobre el mismo tema. Es precisamente con base en esos ofrecimientos chilenos que, en su demanda contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia, Bolivia sostuvo que ese país tenía la obligación de negociar en su favor un acceso soberano al océano Pacífico.
En cuanto al litio, Bolivia tiene las mayores reservas mundiales de ese mineral y no las explota. Por ejemplo, según “The Economist”, la planta piloto que ese país instaló en el 2013 produjo 600 toneladas de carbonato de litio en el 2021, mientras que Chile produjo 134.000 toneladas. No queda claro por qué Bolivia arriesgaría una guerra con el Perú para apropiarse de un mineral que tiene en abundancia y que prácticamente no explota.
Sobre el gas del Cusco, Bolivia tiene en Tarija reservas de gas bastante mayores que las de Camisea. La paradoja es que a quien nuestra derecha acusó históricamente de pretender apropiarse tanto del gas de Camisea como del agua del lago Titicaca fue a Chile. Por ejemplo, en un artículo del 2005 en el diario “Correo” titulado “¿Por qué compra armas Chile?”, Juan Carlos Valdivia sostenía que, considerando “los problemas de abastecimiento de energía y de agua para sus complejos mineros [...], desde hace algún tiempo se habla de que Chile habría puesto sus ojos en el gas de Camisea y Tarija, y el agua de manantiales en Bolivia y del lago Titicaca en nuestro país”. Algo similar sostenía Juan Carlos Tafur en un artículo del mismo año titulado “¿Prepararse para la guerra?”. Aunque no fuera cierto, cuando menos el presunto agresor era un país con una clara superioridad militar sobre el Perú.
Sobre la influencia de Morales, en un artículo reciente en la revista “Nueva Sociedad”, Fernando Molina sostiene lo siguiente respecto a la detención del líder opositor Luis Fernando Camacho: “Se supone que si Arce decidió actuar ahora fue para ganar posiciones en la guerra fría que se desarrolla entre él y el líder de su partido, el expresidente Evo Morales. Este lo había criticado por no ser lo suficientemente duro con ‘la derecha golpista’ dirigida por Camacho”. Morales no es presidente de Bolivia ni a sol ni a sombra.