“Soy muy escéptico y pesimista sobre la paz en Colombia”
“Soy muy escéptico y pesimista sobre la paz en Colombia”
Renzo Giner Vásquez

Nací en Medellín hace 52 años, pero vivo en Bogotá desde los 4. Estudié en la Universidad Javeriana. Trabajé en “El Tiempo” por 12 años, también en “El Colombiano” y “El Heraldo”. Trotar y hacer pesas ocupan mi tiempo libre. 

La amplia trayectoria profesional de Sergio Ocampo incluye cinco cuentos, cientos de columnas en prestigiosos diarios, cuatro premios como escritor, un perfil sobre el ex candidato presidencial Luis Carlos Galán –asesinado en 1989– y dos amenazas de muerte durante su época como periodista.  

“Me tomó bastante tiempo pasar del periodismo a la literatura, soy un escritor tardío, pero prefiero eso a haberme quemado pronto. Cada uno tiene su momento”, nos dice.

— La muerte está siempre presente en sus obras, una característica en la literatura colombiana…  
Es una escuela muy antigua en Colombia. Los teóricos de la literatura colombiana encuentran una gran diferencia entre su literatura fundacional y la del resto de países latinoamericanos. Normalmente, la fuerza que mueve todo es Eros [dios griego del amor, el deseo y el sexo], en el caso colombiano es Tánatos [personificación griega de la muerte]. Hay una relación con la muerte muy profunda desde hace mucho y tiene que ver con la violencia que vive el país. No es, como en el caso mexicano por ejemplo, la relación con la trascendencia y el más allá.

— Una violencia que usted ha vivido de primera mano.
Sí, me han amenazado de muerte dos veces, en ambas fueron los paramilitares. Con los atentados de las FARC, los secuestros en carreteras, ataques a oleoductos, se organizó en Colombia un movimiento peor que la guerrilla, el paramilitarismo, que era la respuesta armada e informal. En los años 80 llegamos a tener seis o siete núcleos de conflicto muy serios: dos cárteles de la droga mundiales, Medellín y Cali; una guerra de guerrillas contra la clase dirigente tradicional; una guerra de paramilitares con la guerrilla en el campo y una guerra de paramilitares contra la dirigencia comunista. Los paramilitares se convirtieron en una fuerza decisoria en el conflicto armado y luego entraron en política, al punto que hace 12 años el 30% del Congreso era suyo, según su líder Salvatore Mancuso. Álvaro Uribe es un presidente surgido de ese paramilitarismo. Es la consolidación del proyecto paramilitar que logra llevar a la presidencia a uno de los suyos. Aunque a él le enfurece que le diga eso.

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— ¿Cómo fueron las amenazas que recibió? 
La primera fue en el 2002, hicimos un informe en “El Tiempo” sobre las universidades públicas y cómo los paramilitares habían empezado a meterse en ellas. Ahí me llegó la primera declaratoria de objetivo militar. Te confieso que las amenazas nunca me han asustado mucho, me asusta más que no me amenacen. Pero en el diario sí se lo tomaron en serio, movieron a Bogotá a quien manejaba la oficina de Barranquilla. Otro periodista terminó en España. La jefa de la unidad de investigación y yo no le paramos bola, y finalmente no pasó nada.  

— ¿Y la segunda amenaza?
En el 2004 hice un informe sobre la avanzada paramilitar en los llanos colombianos, y cómo ello ponía en peligro varias cosas, entre ellas un proceso de paz local. Mi informe salió un domingo y yo vine de vacaciones al Perú. Cuando regresé, mi teléfono estaba repleto de llamadas, en un mensaje me decían que tenía un mes para abandonar el país y dejar el periodismo porque era un enemigo de la patria. Era claro quiénes me amenazaban y lo dramático pero simpático es que en menos de 15 días los asesinaron.

— ¿Los asesinaron? 
A los ocho días murió el candidato a gobernador Euser Rondón. A los 15 días mataron al gran jefe paramilitar de los llanos, Miguel Arroyave. Mis compañeros se burlaban de mí diciendo que era el principal sospechoso porque era el gran beneficiado.

— Escribió un perfil sobre Luis Carlos Galán, ¿qué fue lo que más le sorprendió?
Es el perfecto hombre trágico, en el sentido más clásico. Haga lo que haga, el destino lo va a llevar por una serie de ironías terribles. La vida le dio todo desde muy temprano. A los 17 años era líder estudiantil, se graduó de la Universidad Javeriana, entró a “El Tiempo”, lo mandan a entrevistar al presidente Andrés Pastrana y este le ofreció ser ministro de Educación, con 22 años. A los 28, ya era senador. La vida le da todo con enorme facilidad para arrebatárselo a los 43, cuando está cerca de cristalizar el sueño de ser presidente. Pero le construyeron un aura de transparencia que lo convertía en un hombre aburrido. Descubrir que tenía un hijo fuera del matrimonio –con la empleada del hogar de su casa paterna– al que escondió, lejos de quitarle brillo al personaje, lo humanizó. Me gustó descubrir eso. 

— ¿Qué opina de cómo se trata la figura de Pablo Escobar? 
Es tan reciente y hablamos de un ser tan monstruoso. Me molesta el fenómeno Escobar, me irrita el fenómeno de esa región del país, en Medellín, (Antioquia), que además es mi zona, verla tan enferma de violencia y corrupción. De 30 años para acá han salido ejemplos muy negativos: Escobar, ‘Tirofijo’ [Manuel Marulanda, cabecilla de las FARC]. Me parece terrible que ‘Popeye’ [lugarteniente de Escobar] se haya vuelto un líder de opinión. Eso nos termina ‘traquetizando’ la sociedad, los ‘traquetos’ son los narcos.

— ¿Y sobre el proceso de paz, cuál es su opinión?
Soy muy escéptico y pesimista. Es el momento más importante en 40 o 50 años, pero tenemos contingencias negativas terribles. Colombia debería estar saltando de alegría por haber desarmado a esta gente, pero está peleando como nunca, está más polarizada que nunca. 

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