El ex dictador panameño Manuel Antonio Noriega, preso en su país por la desaparición de opositores bajo su régimen (1983-1989), pidió este miércoles perdón por las acciones de su gobierno, derrocado en 1989 por una invasión estadounidense.
"He estado reflexionando y considero oportuno bajo mis propias convicciones que contribuya yo a la ciudadanía cerrando el ciclo de la era militar, y lo considero oportuno en estas circunstancias que vive el país", señaló Noriega.
"Y yo cierro el ciclo de la era militar como el último general de ese grupo pidiendo perdón", afirmó. "Reitero bajo la inspiración del Padre Nuestro, que fue la primera oración que aprendí en mi casa, que pido perdón a toda persona que se sienta ofendida, afectada, perjudicada, humillada por mis acciones o las de mis superiores en el cumplimiento de órdenes o las de mis subalternos".
El ex general gobernó con mano dura de 1983 hasta diciembre de 1989, cuando fue expulsado durante la invasión de Estados Unidos, que se saldó con 500 muertos, según cifras oficiales.
Durante su régimen, Noriega reprimió a opositores, cerró medios de comunicación y se le señaló como el artífice de varios de los asesinatos de opositores más sonados en los últimos años del régimen.
Dos décadas después de la invasión, regresó a Panamá en diciembre del 2011 tras haber cumplido condenas por narcotráfico y lavado de dinero en cárceles de Estados Unidos y Francia.
El general preso
En el país centroamericano purga tres condenas por asesinato y tiene pendientes tres casos más por la desaparición de opositores a principios del régimen castrense.
"He estado en cautiverio por más de 25 años, tiempo que excede las penas que me fueron impuestas en ausencia y sin haber sido interrogado. Los tribunales internacionales indican que esto significa tiempo servido", señaló Noriega.
El ex general trató en todo momento de circunscribirse a su declaración de arrepentimiento y fue evasivo cuando le mencionaron algunos de los casos de asesinatos y desapariciones acontecidos durante el pasado régimen.
El jerarca de la Iglesia católica panameña y férreos opositores valoraron el gesto de Noriega, aunque consideran que aún debe contar más al país sobre hechos y crímenes de esa era aún por resolver, como la desaparición del padre colombiano Héctor Gallego, uno de los casos emblemáticos.
"Tiene un gran valor el aceptar la culpa", consideró el arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa. "El valor del gesto de pedir perdón. Creo que esto puede ser una lección para tanta gente que nos hacemos daño".
"Creo que lo hace convencido de los errores que se cometieron en ese periodo", agregó.
Otros expresaron sus dudas. "El problema con Noriega es que nunca se puede distinguir entre lo que es verdad o no", apuntó R.M. Koster, un novelista y biógrafo del exgeneral que lleva décadas viviendo en Panamá.