La victoria de Gustavo Petro en Colombia, a la que podría sumarse la de Lula en octubre en Brasil, consolida la vuelta al poder en América Latina de la izquierda, que supo aprovechar el descontento social con el ‘establishment’ en medio de una crisis económica agravada por la pandemia.
Petro, primer presidente de izquierda colombiano, fue elegido con la promesa de robustecer el Estado para mejorar la sanidad y la educación, aumentar los impuestos a los ricos y priorizar las energías limpias.
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Antes de Colombia, la izquierda regresó al poder en Chile, Perú, Bolivia, Argentina, México y Honduras, en la mayoría de casos con una marcada distancia de un ala radical ya instalada en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Brasil se sumará a esa nueva ola si el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) se impone en las elecciones de octubre a Jair Bolsonaro. El último sondeo de Datafolha de fines de mayo prevé en primera vuelta un triunfo del izquierdista con un 48% de los votos, contra 27% para el ultraderechista.
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La elección de Petro “refleja la frustración de la gente con la clase política (...) y la preocupación con que la democracia no está atendiendo las necesidades más básicas de la gente”, dijo a la AFP Jason Marczak, del Centro Adrienne Arsht para América Latina, en Estados Unidos.
“Esta preocupación se ha visto amplificada por la pandemia y por las consecuencias de la guerra en Ucrania, sobre todo el aumento de los precios de los alimentos y la energía”, añadió.
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Para Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas en Sao Paulo, la región atraviesa un periodo de rechazo al ‘establishment’ que favorece a los ‘outsiders’, ya sean de derecha o izquierda.
Los desafíos económicos alientan “el discurso de un Estado más presente para combatir la desigualdad, y en eso la izquierda tiene ventaja”.
Por ello “en elecciones muy ajustadas muchas veces” esta “acaba prevaleciendo. Como ocurrió en Perú o Chile”, agrega Stuenkel.
Petro y Boric, una “izquierda distinta”
Aunque el fenómeno trae ecos de la “marea rosa” que pintó el mapa regional hace dos décadas, los analistas señalan diferencias.
“Es una izquierda distinta a aquella que se instaló en América Latina a partir del triunfo de Hugo Chávez en 1998, Lula da Silva (2002), Ricardo Lagos (1999) y Michelle Bachelet (2006) en Chile y los Kirchner (2003) en Argentina”, afirma Rodrigo Espinoza, analista político de la Universidad Diego Portales de Chile.
La izquierda actual “mira más al futuro, no solamente en la superación de la pandemia y la crisis, sino también con una agenda medioambiental importante”, añade Espinoza, que ve puntos en común sobre todo entre Boric y Petro.
Lula, cuya campaña se centra en exaltar los programas sociales que le ayudaron a sacar a unos 30 millones de brasileños de la pobreza, también prioriza la defensa de la Amazonía y los pueblos indígenas en sus discursos, en oposición a Bolsonaro y su criticada política medioambiental.
Los derechos de las mujeres, de la comunidad LGTB o la igualdad racial también cobraron una mayor relevancia, pero no uniformemente: Pedro Castillo en Perú o Daniel Ortega en Nicaragua mantienen posturas conservadoras al respecto.
“Hay tantas diferencias que no es correcto hablar al unísono de una izquierda latinoamericana o de un progresismo latinoamericano”, dice el internacionalista mexicano Juan Pablo Prado Lallande.
Esto se refleja también en la relación con países como Cuba, Nicaragua y Venezuela.
“Para las izquierdas de la región, Venezuela siempre va a ser una mochila pesada de cargar y parte de las campañas han sido básicamente el desmarque del gobierno de Nicolás Maduro”, basado en un modelo “autoritario”, señala el analista chileno Espinoza.
Retos económicos
Tras la victoria de Petro, varios líderes auguraron una nueva era de integración latinoamericana.
“¡Lo contentos que vamos a estar (cuando gane Lula)!”, comentó el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.
Una victoria de Lula permitiría restituir “el diálogo regional, que hoy no existe”, apunta Stuenkel, que cita como ejemplo la fría relación que mantienen Bolsonaro y el presidente argentino Alberto Fernández.
Pero el analista prevé importantes desafíos debido a una coyuntura macroeconómica menos favorable que en los años 2000.
Aquel “fue un momento muy beneficioso para quien estaba en el gobierno. Era más fácil reelegirse, porque con las tasas de interés altas en Estados Unidos y los precios de las ‘commodities’ en alza, era posible aumentar el gasto público y cosechar altas tasas de aprobación”, apunta Stuenkel.
La Cepal proyecta un crecimiento de 1,8% para América Latina y el Caribe en 2022, a la par con un aumento de la pobreza (de 29,8% en 2018 a 33,7% en 2022) y de la pobreza extrema (10,4% en 2018 a 14,9% en 2022), especialmente en México, Colombia, Brasil y Paraguay.
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