Chile experimenta en los últimos años un incremento de los delitos violentos, de la mano con la llegada al país de bandas internacionales del crimen organizado, como el Tren de Aragua, de origen venezolano; Los Trinitarios, formada en Nueva York, o Los Pulpos, del Perú. Entre el 2014 y 2023 aumentaron en el país en 60% los homicidios, 46% las violaciones y 11% los robos con violencia o intimidación, según cifras del Centro de Estudios y Análisis de Delito, dependiente de la Subsecretaría de Prevención del Delito.
En el plano judicial, el país está a la expectativa del inicio del megajuicio contra 38 integrantes de la banda criminal Los Gallegos, filial del Tren de Aragua, por una serie de delitos que incluyen homicidio, secuestro, trata de personas, explotación sexual, extorsión, tráfico de armas y drogas, entre otros. Se trata del proceso penal más complejo de los últimos años en el país, debido al alto nivel de peligrosidad de los implicados, 34 venezolanos y cuatro chilenos.
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El Comercio conversó sobre la criminalidad en Chile con Pía Greene, investigadora del Centro de Estudios en Seguridad Pública y Crimen Organizado de la Universidad San Sebastián.
- ¿Cuál es la estrategia de las autoridades para enfrentar el crimen transnacional, a estas bandas que llegan con nuevas modalidades delictivas y cometen crímenes de alto impacto?
En Chile el fenómeno criminal ha tenido un cambio bastante importante en los últimos años. Después de la pandemia fue mucho más marcado. Chile pasó de ser un país de delitos contra la propiedad a una nación donde evolucionan mayoritariamente los delitos violentos contra las personas. Si bien hoy en día los delitos contra la propiedad siguen siendo más del 80%, estos han disminuido. También ha subido la tipología del delito. Hay delitos que antes no conocíamos en Chile. Hay una nueva forma en la que se dan los delitos. Por ejemplo, el homicidio antes se daba entre personas que se conocían en el mundo privado y se realizaba por lo general con arma blanca. Hoy esos delitos están ocurriendo en la vía pública, con personas desconocidas aleatoriamente, lo cual te indica que podría ser más cercano a un sicariato o un asesinato por encargo, y se dan con armas de fuego. Entonces, de la manera en la que se están llevando a cabo estos delitos violentos hace que estemos frente a un fenómeno criminal mucho más complejo, que cuesta más resolverlos y que, además, infunde mucho temor entre la gente. Hoy estamos con un 90% de temor en la población, eso quiere decir que 9 de cada 10 chilenos está muy asustado, y por eso han cambiado sus dinámicas diarias de vida, sus hábitos.
Entonces, sí se han hecho cosas para enfrentar este fenómeno. Sin embargo, no han tenido la urgencia suficiente o la focalización para poder enfrentarlo de la manera adecuada. El fenómeno criminal ha cambiado tan rápido que las autoridades, la sociedad, nunca pueden estar al día. Por lo tanto, todo lo que aprendimos en los años pasados sobre investigación, control, persecución o prevención hoy queda obsoleto frente a este nuevo tipo de crímenes. Hubo estrategias que sí han sido buenas. Por ejemplo, el Ministerio Público instaló un grupo especializado de investigación del crimen organizado, que se llama ECOH, que se ha focalizado en este tipo para encontrar algunas característica especiales y poder investigarlo de mejor manera, ya ha tenido buenos resultados. Se acaba de aprobar la fiscalía suprema supraterritorial, que era fundamental porque en Chile tenemos una fiscalía por cada una de las 15 regiones, y eso es muy complejo porque muchas veces se repiten las investigaciones o no se comparte la información.
- ¿Qué se está dejando de hacer y que podría ser efectivo para el combate al crimen?
Se ha hecho, por ejemplo, el plan calle sin violencia, más policías en las calles, ¿pero qué es lo que pasa con eso? la delincuencia común se combate con más copamiento policial, pero el crimen organizado se combate con inteligencia, y esa es una de las cosas que nos faltan en Chile. Mediante la inteligencia se puede entender la radiografía criminal, comprender las formas en las que están operando y poder adelantarnos a los sucesos. La inteligencia es la única manera de abordar el crimen organizado. Nuestra agencia de inteligencia no tiene ni la relevancia, ni el presupuesto, ni los recursos humanos, ni la capacidad que se necesitan para poder llevar a cabo esto. Tampoco existe una debida coordinación entre las diversas inteligencias, ya sea las fuerzas armadas, la policía, la del ministerio del Interior, la misma agencia nacional de inteligencia, la gendarmería, etc.
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Otro tema, que me parece más importante, es el de las cárceles. En Chile requerimos de manera urgente una política integral de cárceles, donde no solo tengamos que construir más prisiones debido al hacinamiento, sino que también requerimos que los presos estén separados de acuerdo con sus delitos. El contagio criminógeno que existe en las cárceles chilenas es muy potente. Entonces, cuando una persona entra por crímenes menores, no le queda otra opción que escalar para poder defenderse o para poder pertenecer, tal como sucedió en el caso de Los Trinitarios en Nueva York, que se conocieron en una cárcel y llegaron a ser un grupo de criminalidad organizada bien potente que llegaron incluso hasta Chile, con alto poder de fuego y muy violentos. Tenemos que buscar nuevos programas de rehabilitación y reinserción que estén de acuerdo con el compromiso delictual de cada uno de los internos. No todos los delitos merecen ir a la cárcel, hay personas que pueden cumplir sus condenas en libertad, con esto no quiero decir que las personas tienen que estar fuera de la cárcel, me refiero a que hay medidas alternativas y tenemos que usarlas. No se ha hecho una real reforma carcelaria. Hoy las cárceles han pasado de ser la universidad del delito a la casa matriz del crimen organizado.
Otro tema importante es el de la frontera. Por ningún motivo quiero decir que la inmigración tiene que ver con la delincuencia, pero sin embargo, cuando tú tienes una inmigración desordenada e ilegal por la permeabilidad en la frontera, eso hace que entre ilegalmente mucha gente. Si bien el 99% de las personas pueden ser buenas, vienen en busca de nuevas oportunidades, también entra gente que no viene con buenas intenciones. Y la criminalidad organizada, que es transnacional por esencia, entra con nuevos delitos al país. En el último tiempo esto se ha controlado permitiendo que los militares ayuden en la frontera, y eso ha hecho que baje la inmigración ilegal y esa es una muy buena noticia.
- ¿En materia penal, cómo está articulada la acción del Estado; el trabajo de la policía, los fiscales y jueces es el óptimo para llegar a condenas a los responsables del delito?
Tenemos un deficiente abordaje del crimen organizado porque nuestras instituciones internas no están coordinadas en la entrega de información y en el análisis, y creo que eso pasa también en el resto de países de Latinoamérica. Falta coordinación operativa, falta coordinación entre la Fiscalía, falta que podamos mirar el fenómeno de una manera global, porque el crimen organizado traspasa fronteras y para eso nosotros debemos estar atentos a cómo ha funcionado en otros países para posteriormente atacarlo acá, en conjunto con otras naciones. Y en ese sentido, en el trabajo de la policía, la Fiscalía y de los jueces en Chile hemos avanzado, pero falta mucha organización dentro de las instituciones para combatir el crimen organizado y la delincuencia en general. Se necesita una articulación que es muy difícil de lograr. Estados Unidos lo logró después de los ataque del 11 de septiembre, y muchos otros países le siguieron, solo estamos atrasados en este tema.
- ¿Qué piensa de lo que pasa en Ecuador, donde los militares van a tener funciones policiales en el combate al crimen, puede pasar ello en Chile en algún momento?
Los militares en la calle es una medida que siempre se puede evaluar; sin embargo, creo que es malo militarizar la delincuencia por varias razones. Primero porque tenemos en Latinoamérica experiencias como la de México, donde no ha resultado, y finalmente los militares terminan entrando en un círculo de corrupción o de violencia que es muy peligroso. Entonces, cuando tú militarizas la delincuencia la violencia escala. En el caso chileno, los militares están entrenados para la guerra, y ello implica tener un enemigo al cual tienes que liquidar o matar. En cambio, las fuerzas del orden y seguridad tienen que reducir al delincuente, son dos miradas muy distintas. Un militar que tiene armamento de guerra, que tiene entrenamiento de enemigo, que tiene uniforme de guerra, que tiene pensamiento de guerra, al actuar en contra de un delincuente lo más probable es que lo haga como estando en guerra, independientemente de que haya reglas del uso de la fuerza delimitadas. Imaginemos un militar controlando la identidad de personas y de repente alguien no quiere controlar su identidad, o peor aún, un militar ve un delito en flagrancia, muy probablemente va a actuar como militar, y en ese sentido es muy peligroso de que la fuerza escale y que una persona con armamento empuñe su arma y pueda producir mayor violencia. Lo segundo que también me parece super relevante es que esto tiene que ser una medida de última opción, ¿qué vas a hacer después de eso? ¿y si no te resulta? sigue el círculo de violencia. Lo último, que también es muy importante en este tema, es qué va a pasar con el temor, si tú sacas a los militares, es muy probable que el temor entre la ciudadanía aumente. Por lo tanto, militarizar la delincuencia para mi no es una buena opción, siempre se puede evaluar, pero en casos específicos como el cuidado de la frontera. Si vas a poner militares en las calles tiene que ser muy bien definido, saber qué van a hacer, cómo van a actuar, cómo se va a juzgar en el caso de que actúen mal, qué reglas del uso de la fuerza emplearán, y todo eso hoy en Chile no está la preparación.